Por Mónica Bermejo
Don esqueleto se puso un traje de Nadie y salió a pasear. Llevaba la curiosidad de un niño. ¡Rió tanto al ver las cosas que hacían otros nadies!
No paró de preguntar los porqués de las cosas y hubo respuestas que no comprendió.
Cuando caminó por un parque se puso a cantar. Después sobre un banco blanco hizo pasos de baile. Por una ventana alguien lo espió y en breve vinieron a buscarlo.
Don Esqueleto explicó que llevaba ese traje de Nadie para poder pasear. Se burlaron de él. Otro alguien dijo “está loco” y los demás nadies le dieron la razón. Lo arrastraron hasta un vehículo y Don Esqueleto sintió que sus huesos se quebraban. Le dieron calmantes para el dolor. Y así cada vez que gritaba y quería explicar…
Entonces pasaron los meses, los años y Don Esqueleto se cansó de querer explicar. “Se curó” dijo alguien.
Hoy si quieren verlo está por ahí, sigue vestido de Nadie, para que no se vean sus huesos rotos, preguntando solo el valor de las cosas simulando que sabe calcular.
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