8 de Marzo de 1984

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Por Mabel Bellucci*

El 8 de Marzo de 1984 cayó jueves y fue soleado. La Plaza Dos Congresos, exactamente frente al Parlamento, se colmó de mujeres de toda estirpe: las famosas del feminismo y de la política partidaria, las legendarias que hicieron historia, las que recién desembarcaron de sus exilios, curiosas, sueltas que iban por las suyas y también las caras conocidas del espectáculo local. Ésta fue la primera movilización por el Día Internacional de la Mujer que se conmemoraba en democracia. Abría en Plaza Dos Congresos para cerrar en Plaza de Mayo. Por cierto, quedó registrada en la memoria como un hito emblemático.

Durante ese jueves los carteles y afiches desplegados y sostenidos con orgullo por las activistas flameaban las consignas más sentidas del feminismo radical, que fueron sostenidas en décadas anteriores: “No más muerte por aborto”, “Basta de falocracia, reivindiquemos el clítoris”, “No a la maternidad, sí al placer”, “Machismo es fascismo”, “Violación es tortura”, “Despenalización del aborto”; “Aborto Libre”; “Nosotras parimos, Nosotras decidimos”, entre otras tantas consignas.

A lo largo de 1981 hasta ese año, las feministas se agruparon en una variedad de colectivas: Alternativa Feminista, Indeso-Mujer, ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer) -25 de noviembre, Lugar de Mujer, Organización Feminista Argentina (OFA), Unidas, la Confederación Socialista Argentina, la Unión de Mujeres Argentinas (UMA), la Mesa de Mujeres Sindicalistas, Amas de Casa del País, Conciencia, la Asociación Argentina de Mujeres de Carreras Jurídicas, Centro de Estudios de la Mujer (CEM) Reunión de Mujeres, Libera, el Tribunal de Violencia contra la Mujer, el Programa de Investigación Social sobre la Mujer Argentina (PRISMA), entre otras tantas.

La Multisectorial de la Mujer, espacio formado por integrantes de agrupaciones de mujeres, feministas, representantes de partidos políticos, sindicatos y amas de casa, concentró sus fuerzas en la organización de ese evento multitudinario que constituyó su carta de presentación. Así armó un volante de siete puntos básicos, que pese a ser insuficientes, le permitió superar las viejas divisiones que no solo les imponían el régimen patriarcal sino también las propias diferencias de clase y de pertenencia política de sus integrantes.

A decir verdad, el aborto voluntario no asomó como un punto a ser levantado como demanda. Es más, no surgió con la virulencia del pasado y, menos aún, con la claridad reivindicativa de las feministas de antes. De alguna manera, la Multisectorial de la Mujer perseguía el objetivo de unificar sectores tan diversos alrededor de una cantidad de reivindicaciones específicas, cobrando fuerza cuestiones más relacionadas a ese momento tan particular que fue la transición democrática. Del mismo modo, al disponer de un mayor compromiso con los conflictos de la actualidad nacional, integró los reclamos de aquellos organismos de derechos humanos más propensos al diálogo. En efecto, La Multisectorial, cumplió un papel significativo dentro del engranaje institucional.

Asimismo, esta etapa estuvo cruzada por agendas internacionales de mujeres estimuladas lo suficiente como para ganar espacios y luego presionar hacia el interior de sus propios países. Se recuerda como escenarios claves la II Conferencia Mundial de la Década de las Naciones Unidas para las Mujeres: Igualdad, Desarrollo y Paz Copenhague, 1980; el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Bogotá, en 1982; el II Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Perú, en 1983.

Contrariamente a lo que cabría presumir, esta marcha del Día Internacional de la Mujer no sólo convocó a féminas. Pese a lo esperado, también los activistas de la Comunidad Homosexual Argentina, más conocida como la CHA, se hicieron presentes. No eran tantos, alrededor de cuatro. Por cierto, hubo una gran sorpresa de algunas participantes que no entendían qué hacían esos varones allí aunque por más que ellos veían pasar a la movilización desde la vereda, igualmente, un grupo pidió que se retiraran.

En ese 8 de Marzo, María Elena Oddone, adalid de las luchas feministas de los setenta, esa señora ama de casa y paqueta de Barrio Norte, con trajecito entallado blanco y con una cartera de marca colgada del brazo, hizo lo que ninguna otra pudo hacer por más que apareciese vestida de guerrillera o de punk. Salió de las filas de la multitud y sola subió las escaleras del Monumento de los Dos Congresos, cual estrella de Hollywood a recibir su Oscar. Con orgullo alzó con sus dos manos la pancarta, que decía: No a la Maternidad, sí al placer. Aún hoy ese lema provocaría el escándalo que incitó en aquella época.

De inmediato, la prensa estalló en cólera. El semanario Gente, Nº 973 del 15 de marzo de ese año, dedicó la revista completa a esta conmemoración con fotografías que aún testimonian una época por el impulso de sus reclamos. En su tapa se veía el titular “Por qué pelean las mujeres”. Aparecían Susana Giménez; Adriana Brodsky; Verónica Castro y María Elena Oddone. En la nota central, la periodista Renée Salas, se horrorizaba por los carteles que estas activistas feministas levantaban con orgullo y consideraba que “Todo iba bien… las reivindicaciones estaban para obtenerse y de pronto esto. No entiendo por qué se equivocan siempre de ventanilla, las feministas insisten en desafiar antes de conciliar, en provocar antes de imponer sus razones civilizadamente, en dar vuelta la cara ofendida en lugar de negociar hábilmente”.[1] Otras publicaciones, como Para Ti y Somos, tampoco se quedaron afuera de las críticas por el contenido de las pancartas, titulándolas como leyendas provocativas.

Oddone cuenta en su autobiografía Pasión por la Libertad: Memorias de una feminista, que dos días después del acto se llevó a cabo una reunión evaluadora que terminaría siendo un proceso inquisitorio para aquellas que sacaron los pies fuera del plato. Entonces, fue recibida con miradas de hielo por parte de las integrantes de la “Multisectorial de la Mujer”: “Sobre la mesa se habían desplegado los diarios y publicaciones con las fotografías del acto de la plaza. Ellas descargaron sobre mí sus críticas lapidarias”.

Cuando le tocó su turno, les apuntó sin temblarle el pulso para dejar en claro cuál era su posición: “Yo nos soy feminista para agradar a nadie sino para decir la verdad sobre nuestra condición. No escribí esas pancartas para gustar. Si provocaron escándalo, es porque la verdad siempre es escandalosa. La recibimos a la doctora Justo con admiración y cariño. Hace ochenta años, a ella y sus compañeras que pedían el voto se las llamaba “locas”. Estoy dispuesta a esperar la misma cantidad de años para que se entiendan mis pancartas. ”[2] Elena Tchalidy, presidenta de la Fundación Alicia Moreau, fue una de las tantas que la reprendió duramente por su exhibición incitante. En una entrevista que le hizo el portal de la “Agenda de Mujeres”, Elena expresaba sus molestias: “El 8 de Marzo era el primer acto público y ella andaba con un cartel que decía: ‘No a la maternidad, sí al placer. Salió en la revista que hoy sería Caras o Gente. Después me dijo: ‘Ah, se me acercaron tres chicas’. Sí, -le dije yo- y alejaste a unas miles”.[3] Como señala Silvia Chejter en la revista Travesías -año 4, N°5, 1996- con criterio “estas reivindicaciones aunque fueron sustentadas por el feminismo no eran las más esenciales para aquel y de ello hablan las pancartas que las feministas, distinguiéndose de las demás manifestantes, llevaron a la Plaza Dos Congresos, sosteniendo demandas que no tuvieron respaldo unánime de la Multisectorial”.

Con todo este estado de cosas, a partir del 8 de Marzo de 1984 se abrieron las compuertas de un movimiento que aún sigue su ruta en pleno crecimiento, sin tregua ni sosiego.

*Activista feminista queer. Autora de Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política, Emecé, 2010 y de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo, Capital Intelectual, 2014.

[1] Pasados los años, el 26 de enero de 1984, en la nota “María Elena Oddone. Devenir feminista” en  la revista Alfonsina, N°4 -firmada por Rosa Grossman, es decir, por Néstor Perlongher- ella reflexionaba que “el feminismo argentino es subdesarrollado. Tiene miedo de caer mal, de no agradar. Y, sobre todo, le tiene miedo a la soledad. Por eso hay alianza con las mujeres de los partidos políticos. Esas alianzas pierden al feminismo. La fuerza del feminismo no está en el número sino en el coraje de alzar la voz en el desierto. Decir verdades que asustan pero que en el fondo de su conciencia cada mujer las sabe ciertas. Eso valdría para el aborto y vale para el tema de la violencia sexual. Fugarte de eso para hacer un proyecto de vida, en el cual una deja de ser víctima y pasa a ser protagonista.”

[2]Oddone, María Elena. Op. Cit. p.34.

[3]Portal de la Agenda de Mujeres. Entrevista a Elena Tchalidy. http://www.agendadelasmujeres.com.ar/

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