Subjetividad Femenina: desde una óptica masculina

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Por Esteban Morales Gallardo

“Pero el poema existe entonces,

es un fragmento veraz”.

Esther Zarraluki

Siempre he tenido la certeza de que existe un especial plexo entre palabra, literatura y vida. En este escenario es que, al pensar en cualquier cosa que me haga pensar y repensar lo femenino es que aparece, casi por azar (o casi buscándolo) aquel discurso poético que me haga comprender ese misterioso mundo femenino, su diversidad, sus cambios y, por sobre todo, su vinculación con su forma de construir el mundo mediante la palabra.

Mundo extraño, sin duda, sobre todo tomando en cuenta no solo mi posición como hombre sino también la forma en que logran representar mediante el particular uso de la palabra no solo esa visión particular del particular ambiente circundante, sino que también estas tendrían una respuesta en su inclusión al discurso hegemónico masculino mediante el especial acto de conquista que sus palabras bañan el actual escenario.

Con lo anterior, no digo que la misoginia de la sociedad modernista haya terminado, sino más bien lo que deseo plantear es cómo, con su visión particular, nos hace a nosotros, los hombres, replantearnos muchas cosas sobre, no solo sobre esa misma visión de mundo o de cómo, mediante la acción lingüística intentan darle matices femeninos a los discursos formales, sino que también cómo la construcción de la palabra femenina nos genera ese rápido latido de corazón o esa hipoxia que nos produce esa extraña presión en el pecho.

Considerando que, en este instante, me muevo en los estrechos parapetos del alma, es inevitable mostrar de cuáles palabras hablo; esas construcciones de realidad que nos envuelven en aquellos recovecos en que nosotros, como hombres, nos es imposible conocer si no fuese por la virtud de la palabra escrita femenina. Yace, ya en las palabras de génesis femenina, esa condición de activación de la voz mediante la propagación de determinadas palabras activadas y sensaciones netamente femeninas que, contextualizada, nos entrega una visión desde esa otra vereda, la cual no deja de ser crítica al momento de lograr describir la partición social entre las subjetividades sexuales y la adscripción hacia la fragmentación que, en rigor, somete a la mujer a actuar “desde las catacumbas”. Cito un ejemplo de la Poetisa chilena Paula Ilabaca:

Soy la máquina más bella produceorgasmos

cuando me corresponde la inocencia

desplegar en verticilos el gemido tenue

gemir por gemir orgullo gemir aeroplano

alimentando su ego dulce en bajada en

bajada la lengua prima complaciente ya

una vez bastó

Sea como fuere para nosotros, los hombres, siempre las mujeres serán ese laberinto que, por su silenciamiento, ha sido desconocido y, ya sea por nuestras hormonas u otra cosa, estamos dispuestos a intentar conocer o, a lo menos, saber de qué se trata. En esa identidad femenina, puesta en manifiesto mediante la lírica, proponen desde la propia fisonomía de la mujer el punto desde el cual proponen su ser. Más que dar cuenta de aquel acercamiento erótico, ellas nos posicionan hacia ese nuevo mundo, a esa nueva forma de ver la realidad mediante su visión particular de posicionar la realidad, de concebirla y por lo tanto de engendrar ese discurso acallado y mostrarnos la posición respecto a lo que implica ser mujer en la hegemonía masculina:

Flexible y religioso, mi coño es la pirámide

de un resplandor de oxígeno que se pone mis bragas (Isla Correyeros, España)

Pobre siglo veinte

que ha visto morir tantas culturas

que ya nadie recuerda.

Yo nací en el siglo veinte. Eso me gusta.

Es como haber estado en los postres

de una última fiesta.

La fiesta del olvido de los hombres

y las lenguas

la finalización de una batalla

sin principio.

El siglo de la voz de las mujeres.

La muerte de bastantes tradiciones.

Pobre siglo veinte

vapuleado por nuestra tristeza.

Yo nací en él. Nací en él.

Y le he sobrevivido (Ana Tapia, España)

Sin embargo, para nosotros los hombres, el universo femenino fuera de ser fascinante en varios aspectos, sobre todo en aquello que se nos es tan desconocido como las propias conversaciones de baño de mujeres. Situándonos en aquel discurso hegemónico masculino, en ningún momento es posible lograr una activación de la voz femenina, escuchada desde un hombre, como se muestra en las diferentes expresiones escritas. De hecho, es precisamente ese mundo desconocido el cual produciría ese halo de misterio que, si bien nace de su marginación de una sociedad masculinizada, la articulación de éstas nacen precisamente de su posición naturalizada la cual, sobre todo en el contexto actual, no deja de ser una luz que nos lleva hacia la rendija de lo que realmente expresa la palabra femenina:

Entonces se hunde cuando le canto, cuando lo muerdo, cuando me trepo en su

cuerpo y lo rajo, rajo el recuerdo adolescente que se nos cola entre los párpados, es el

olvido una ciudad sucia de pasillos oscuros y esquinas sin nombre. Nos pesa tanto el

silencio, cariño, cariño dice diciembre, un beso lo ignora, ¿cómo se atreve?,

sangramos pobreza el resto del año nada nos falta porque nada nos sobre, ni siquiera

el arponazo que le doy antes de apretar mi corazón, partido la misma cantidad de

veces que quisimos olvidarnos. Me perdí como loca entre tanta apariencia para fingir

que no, que no duele tanto (Constanza Marchant, Chile)

Es precisamente cuando ellas activan su voz cuando aparece su encantadora subjetividad. En esa construcción y en el tránsito de “las voces de las sin voz” las que ponen en evidencia que la manifestación de una cicatriz que se soporta en una línea, a veces institucionalizada, que la delimita como una manifestación femenina. En este sentido, cada una de las manifestaciones artísticas que las mujeres producen no solo constituyen una realidad en sí misma, sino que se sitúan precisamente en el espacio de los discursos en cuanto representan una manifestación, un metarrelato de la propia vorágine feminista. En ella es posible ver representado no solo su rol social, sino también las manifestaciones y sentimientos inherentes al propio prisma femenino pues, con cada manifestación de esta especie es posible crear subjetividad política, femenina, de madre, de hija, de pareja y muchas otras que, si bien aún son acalladas, están cada vez más presentes en la escenario interactivo. Ahora, solamente, quedaría empoderarlas aún más y así poder generar una sociedad más justa que le quite ese tul oscuro que ha cubierto a la mujer durante siglos.

Poemas:

Paula Ilabaca: http://www.letras.s5.com/pi150904.htm

Constanza Marchant: http://revistabsenta.bligoo.cl/poesia-de-constanza-marchant-en-revista-absenta

Ana Tapia y otras: http://www.poemariodemujeres.com/spip.php?rubrique83

Imagen: Inés Vergottini

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