Por Analía Daniela López
Carlos nació en La Plata un 22 de septiembre de 1957 y murió el 20 de agosto de 1996 en su ya mítico departamento de la calle Paraná, acompañado de la gente que más lo quería.
En un breve recorrido por su vida, se hace latente la importancia que tuvo en el activismo de nuestro país, a partir de las voces de quienes transitaron el camino con él. En un necesario ejercicio de memoria frente a épocas que buscan borrarlo todo, resulta indispensable volver a quienes marcaron el camino de nuestros derechos conquistados, ya que, como Carlos decía: “En el origen de nuestra lucha está el deseo de todas las libertades”.
Esta nota forma parte del proyecto “Iconos LGBTT+ de Argentina” del programa de formación “Comunicar Diversidad”, en colaboración con Wikimedia Argentina. |
Para entenderlo, conocerlo, acercarnos a una figura del tamaño de Jáuregui, entrevistamos a Gustavo Pecoraro, amigo personal de Carlos por 12 años, quien estuvo junto a él hasta sus últimos días. Abriremos una ventana a la historia de su activismo juntos: de las veladas con comilonas en Paraná a la organización de la legendaria primera Marcha del Orgullo pasando por los duros años de la pandemia del VIH sida.
Gustavo es escritor, activista LGTTBI+ y lleva 31 años viviendo con VIH. En la actualidad es asesor en la Fundación Huésped y del Honorable Congreso de la Nación Argentina.
¿Nos podrías contar acerca del lugar del activismo de Carlos y su visión de la política?
Una de las cosas que realmente es el legado de la visión política que tenía Carlos fue el resumen de la primera marcha del orgullo. Como siempre cuento, la marcha fue muy chiquita un día muy frío, con mucha oscuridad y, en ese momento, el año 1992, el marco político de la Argentina era de marchas multitudinarias, estaba todo el tema de la marcha docente, la lucha contra el punto final, la resistencia al menemismo. Yo me quedé con un sabor triste, ´¡qué poquita gente! por qué no vino más gente´. Y es ahí al final de la marcha, y eso está documentado, donde dice, “esta es nuestra primera marcha y el año que viene habrá otra y dentro de 30 años seguiremos marchando”.
Creo que esa es una de las lecciones más importantes que Carlos dio para las futuras generaciones. Qué quiere decir esto: nada es en el éxtasis, nada es en la multitud, nada es a viento a favor, nosotros somos un colectivo de lucha, de resistencia y de constancia. Lo que Carlos quería significar es que hay que pelearla para conseguir las cosas y no siempre esperar que todo sea popular, multitudinario y beneficioso, sino que hay que estar preparados también para los momentos donde las cosas pueden retroceder o donde los hechos políticos pueden perjudicarnos. Y cómo uno se prepara con optimismo y con esperanza, con ver más allá del hecho cotidiano del hoy.
Para mí el gran desafío que tiene el colectivo es saber mantenerse con viento en contra, saber resistir de una manera inteligente sin exponerse a que alguien sea violentado, incluso asesinado. Y hacer una reflexión, a veces estar tan pegado a los gobiernos nos hace olvidar que algunos gobiernos son nuestros enemigos. Como activista siempre tenés que estar reclamando, sea el gobierno que sea.
¿Qué significó para vos su amistad y cómo te marcó su figura?
Su amistad significó para mi aprender a cómo yo quería ser como puto, con algunos matices. Él y César me llevaban una década, yo tenía 19 años, fue muy fuerte acercarme a ellos y a otros compañeros también de la Comunidad Homosexual Argentina porque eran gente más grande, habían viajado, conocían otros sectores del colectivo LGTTBI+ del mundo, conocían ciudades, estaban al tanto de lo que era la sociabilidad en barrios de la comunidad y eso a mí me marcó mucho para lo que yo quería ser después.
Carlos para mi fue muy compinche y también muy difícil porque era una persona que necesitaba mucho, en el sentido de la compañía, pero a la vez no necesitaba nada. Cuando quedó viudo de Pablo yo me pegué mucho a él, corría el año 1988 y salíamos mucho; ahí te das cuenta de la fragilidad también de los grandes luchadores. Carlos era un gran luchador con una visión política increíble pero a la vez era un tipo muy necesitado de afecto y de cariño, su relación con varios de nosotros era a veces de mucha intensidad afectiva, también después en la diferencia. A la vez era un tipo que no necesitaba nada, era mínimo lo que necesitaba. Algo de ropa, no le importaba que fuera usada, un plato de comida, una cerveza y un vodka.
En ese sentido me marcó, lo sigo revisionando y lo sigo re-imaginando de diferentes maneras pero también está buenísimo esta cosa que se ha generado después que partieron de mí, como la idea de hacer el documental, el libro sobre Carlos, la estación Carlos Jáuregui, cómo se masificó el reclamo de muchísimos sectores de nuestro colectivo en cuanto al rescate de su figura. Eso para un amigo y compañero de militancia, creo que es algo muy satisfactorio. Cuando me criticaron porque la estación Carlos Jáuregui la inauguró Larreta, yo decía lo que no se dan cuenta estos que critican es que una estación de subte lleva el nombre de uno de mis mejores amigos y es un cachetazo a la visibilidad de miles y miles de personas que van por esa estación, por eso es importante que la figura de Carlos, como la de otrxs referentes, ocupe los espacios de las ciudades que habitaron y realmente sea un elemento de memoria, memoria también LGTTBI+.
Ojalá que nuestra experiencia les sirva de genealogía para la resistencia que tienen que llevar adelante.
¿Cómo recuerdas esas veladas en el departamento de Paraná?
Paraná era la Jabonería de Vieytes, ponele, con alcohol y putos, travas, lesbianas y quien viniera. Yo vivía a la vuelta de Paraná que en ese entonces era un refugio y a la vez un taller de elaboración de militancia, era el lugar para festejar tu cumpleaños y también la institucionalidad donde recibíamos a alguien que venía de afuera. Era la casa de César y Marcelo Ferreyra y a la vez la casa de Carlos y es cierto que fue un lugar que nos protegió y nos ayudó a poder digerir de alguna manera la pandemia del sida. Fue un momento donde lloramos mucho a muchos compañeros y también nos reímos mucho, pudimos hacer un humor muy ácido sobre eso que estábamos viviendo y lo necesitábamos, por eso éramos un grupo tan cerrado… luego se abrían las puertas y venía un montón de gente. Se hacían esas comidas monumentales de 3 kilos de arroz para toda la gente, festejar cumpleaños, como el cumpleaños de Lohana que hizo empanadas salteñas y locro; era todo eso: a la vez muy íntimo y a la vez puertas abiertas, ¡y que viniera quien vaya pasando!
¿Qué te ha dado el activismo en lo personal?
El activismo me dio satisfacciones y disgustos, creo que ahora a los 58 años, con 31 años viviendo con VIH, con mucho camino. Este año cumplo 40 años de activismo, comencé a militar en el año ´84 en la CHA. Soy una persona política que, aunque en este momento esté más ligado a lo cultural, siempre tengo la cabeza puesta en la política y en el activismo.
Me ha dado la oportunidad de conocer gente increíble, de vivir momentos muy buenos y también de conocer gente muy mala y de vivir momentos muy malos. El activismo me llevó a cometer errores, errores que me arrepiento de haber cometido, peleas que me arrepiento de haber peleado. En el hoy, estoy en un momento muy autocrítico, muy reflexivo, entonces ahí encuentro esto, peleas que no tuve por qué pelear, distanciamientos que podría haber evitado… pero bueno, la juventud y la punción militante también debe ser así en algún momento de tu vida. No quiero decir que cuando uno envejece se vuelve menos luchador, no digo eso, pero en mi caso ya a esta altura lo que me interesa es que ese activismo pueda permitirme enseñar o mostrar mi punto de vista a los nuevos activistas que, mucho de ellos, los jóvenes, han logrado todo en un momento histórico y todo es a favor, no se si están preparados, esa es la gran prueba para enfrentar lo que nosotros enfrentamos en los años 80 cuando empezamos a militar. Ojalá que nuestra experiencia les sirva de genealogía para la resistencia que tienen que llevar adelante.
Pensando desde la actualidad política y el contexto que atraviesa nuestro país. ¿Cuáles pensás que son los principales desafíos en este contexto para el colectivo LGBTT+?
Soy muy pesimista con Argentina, primero estamos gobernados por un gobierno de psicópatas, de aventureros, de rapiñas, de empresarios que lo único que quieren es beneficio para ellos pero venimos de varios años donde ya había un divorcio entre los gobiernos y el pueblo e indudablemente eso quedó demostrado. Milei ganó con el 55% de los votos, entonces alguna autocrítica hay que hacer.
Yo me posiciono en la izquierda, una de las cosas que más me duelen es que a veces hay demasiado macartismo contra la izquierda, hay una desvalorización ‘ah ustedes hablan desde el 3%’. La izquierda va a estar encabezando todas las luchas porque hay muchos desafíos por delante. Yo confío en que quienes votaron a este mamarracho, lo hayan votado por una cuestión económica; yo no le auguro que pueda cumplir con todo su programa económico, creo que va a tener que negociar y que en muchas cosas no va a poder avanzar y en otras podrá, siempre los intereses económicos van a estar más fáciles que derogar el aborto o la ley de matrimonio igualitario, como tampoco creo que va a poder con los derechos humanos, no creo que con eso pueda porque creo que hay 3 o 4 consensos democráticos en la Argentina.
Entonces para mí el gran desafío que tiene el colectivo es saber mantenerse con viento en contra, saber resistir de una manera inteligente sin exponerse a que alguien sea violentado, incluso asesinado. Y hacer una reflexión: a veces estar tan pegado a los gobiernos nos hace olvidar que algunos gobiernos son nuestros enemigos. Como activista siempre tenés que estar reclamando sea el gobierno que sea. Siempre hay que ser críticos con los políticos y con las políticas, una crítica constructiva. Es el momento de aparcar ciertas batallas. Como dice Ernesto Meccia “Cuando la marea baja se ven los pilotes”. Creo que hay que volver a los pilotes que aún están vivos y que podemos transferirles nuestra experiencia y, por supuesto, es muy importante la afectividad. Amigas, resistencia y abrazos es Stonewall en el ´69 y en algún momento tendrá que ser así.
Bio Gustavo Pecoraro (Mar del Plata, Argentina, 1965) es escritor, activista LGTBI+ y de la respuesta al VIH. Autor de “Deseo. Palabras en el viento” (2012), “Palabra y pluma. Textos políticos y otras mariconadas” (2014), “12 poemas crudos” (2015), “Acá estamos. Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina” -como compilador- (2016), “Amor marica” (2017), y “De querer así” (Egales, 2022), “Alguien tendrá que serlo. Reflexiones sobre vivir con VIH” (Egales, 2024, próximo lanzamiento”. Participa de las antologías “Yo no tengo la culpa de haber leído a Mendicutti” (Egales, 2023), “Tu boca en mi piel” (Egales, 2023), “La lira marica. Una antología de poesía homoerótica argentina” (Saraza, 2022).Coguionista del documental “El puto inolvidable. Vida de Carlos Jáuregui” (INCAA, Sombracine) dirigido por Lucas Santa Ana (premio del público a mejor documental y premio del jurado a mejor director en el 22ª Lesgaicinemad (Madrid, 2017).Guionista de “Luces azules”, (INCAA / Sombracine / Wildstar) de Lucas Santa Ana, World Premiere febrero 2024, y de “Marta, vení”, estrenada en Madrid en el marco de La Noche de los Libros en octubre de 2021.En la actualidad es asesor en la Fundación Huésped y del Honorable Congreso de la Nación Argentina. |
“Acá estamos. Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina” contiene textos inéditos de Jáuregui así como una selección de sus artículos periodísticos y fotos y material de archivo de diferentes medios de comunicación.La compilación quedó bajo la responsabilidad del escritor y periodista Gustavo Pecoraro. El libro cuenta con la participación de diferentes personalidades de la cultura, el periodismo, la sociología y los derechos humanos. A través de variados ensayos, pusieron su firma Martín de Grazia, Diana Maffia, Ernesto Meccia, Mario Pecheny, Mabel Bellucci, Cesar Cigliutti, Marcelo Ferreyra, Alejandra Sardá, Héctor Anabitarte, Osvaldo Bazán, Ilse Fuskova y Alejandro Modarelli, entre otros.Por el lado político, aportaron sus visiones el vicejefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Diego Santilli (PRO) y los legisladores porteños Andrea Conde (FpV), Roy Cortina (PS), Maximiliano Ferraro (CC-ARI), Pablo Ferreyra (FpV) y Patricio del Corro (PTS-FIT). |
El puto inolvidable 2016 ‧ Documental/Drama, (INCAA, Sombracine) “El puto inolvidable, Vida de Carlos Jáuregui”, dirección Lucas Santa Ana, coguionista Gustavo Pecoraro (premio del público a mejor documental y premio del jurado a mejor director en el 22ª Lesgaicinemad (Madrid, 2017). A lo largo del documental se percibe el amor que Carlos despertaba entre sus pares, el respeto de toda una generación que formó en la militancia por los derechos de la comunidad LGBTT+, la generosidad que transmitía su persona y el legado indiscutible que dejó. A partir de entrevistas con amigxs, fotografías de época, archivos televisivos y la voz de Gustavo como guía, el documental explora esos años intensos donde se gestó un movimiento que abrió camino, que marcó una época de liberación, lucha y reconocimiento. Documental fundamental para recorrer su biografía política y emocionarse con su trayectoria. Un necesario ejercicio de memoria en estos tiempos: por Carlos, por Lohana, por Diana y por tantos otrxs. |
Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Emecé, 2010 El libro “Orgullo. Carlos Jáuregui. Una biografía política” de Mabel Bellucci, en palabras de la autora, debe considerarse como una caja de herramientas que le valga al actual activismo lésbico, gay, travesti, transexual y bisexual para entender el pasado de los movimientos que hoy integran es un reconocimiento a su actividad política y social, y a los acontecimientos que bajo su accionar se gestaron, como también una buena excusa para indagar en la historia del movimiento que orgullosamente se denomina LGTB: “Uno de los legajos más importantes que Carlos dejó fue la visibilidad, lo tenía como una premisa fundante, tanto era así que fue uno de los primeros gays que se visibilizó como activista. Hubo otras personas pero él lo hacía como respuesta política, era `salir de clóset´. Otra era la demanda de derechos, ya que durante los años 80 los movimientos de orientación sexual no tenían agendas propias, estaban muy cruzadas por las agendas de los Derechos Humanos. Un gran legado fue su estilo de intervención pública como el organizarse colectivamente; no existía un monopolio, ni una figura carismática que decía “yo hablo en nombre tuyo” sino todo lo contrario él inmediatamente lograba que quienes se acercaran formasen sus propios colectivos. Él siempre generaba espacios para que haya referentes, para que la voz circule”. |
Quién fue Carlos Jáuregui
Revista Furias1
Su padre, Carlos José Jáuregui, era abogado y su madre, Elsa Guás, era maestra. Carlos creció en la Ciudad Gótica donde estudió en el Departamento de Historia de la Universidad Nacional de La Plata.
Su vida fue puro activismo: fue uno de los fundadores y el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en 1984 y de Gays por los Derechos Civiles (Gays D.C) en 1991.
Carlos impulsó la primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires donde logró visibilizar demandas de varios sectores relegados históricamente. Exigía a la sociedad los mismos derechos para todos por igual. Eran tiempos de democracia, el aire de libertad se respiraba en el ambiente y era hora de salir a las calles.
Para una persona como Jáuregui, los movimientos, por entonces encerrados en sí mismos, si se unían, representarían una fuerza difícil de ignorar; en este sentido, la actividad política de Carlos es indispensable para entender la articulación del movimiento LGBTT+ en nuestro país.
Un gran aporte de Carlos a la política de estas agrupaciones fue que su agenda no solo incluyó a los movimientos homosexuales sino también a los sociales, de derechos humanos, agrupaciones de estudiantes universitarios y víctimas de la represión policial y usó la visibilidad en los medios masivos de comunicación como herramienta de lucha, como forma de activismo a favor de la reivindicación de los derechos de las minorías, ejemplo de ellos fue la tapa de Siete Días, ya mítica del año 1984, donde por primera vez una pareja de homosexuales abrazados salía en tapa.
Desde el año 2017, una estación de subte lleva su nombre. El gran mural ubicado en la entrada de la estación, del artista venezolano Daniel Arzola, rinde homenaje a Carlos. Es la primera estación en el mundo en llevar el nombre de un activista LGBTTI+. |
En palabras de Mabel Bellucci “Carlos ampliaba las fronteras de su propia comunidad. Por el departamento de Paraná circularon activistas de diferentes orientaciones y nacionalidades”2. María Belén Correa, activista trans, lo recuerda en esos años: “A veces decidía ir más a Paraná que a Tasmania porque en Paraná fue mi inicio y se lo tomaba como un lugar muy gay porque era donde vivía Carlos Jáuregui, César y Marcelo. Yo con Carlos hablaba más en Paraná porque era donde estaba viviendo y sobre todo en sus últimos tiempos para ir a verlo. Estuve en la lista de lxs que hicimos el cuidado de Carlos, los últimos días, yo ´corté la mortaja´, no se usó mortaja sino se usó la tela de Gays por los Derechos Civiles”.
Jáuregui tuvo la lucidez de articular acciones dentro de los movimientos gay, lésbico y travesti. Tuvo el orgullo de hacerse visible en un momento donde ser gay era sinónimo de la peste rosa. Tuvo las energías, hasta sus últimos días, de coordinar acciones en pos de ganar derechos humanos para su comunidad.
En 1994 trabajó en la redacción del proyecto de Unión Civil, junto al Dr. José Luís Pizzi, que fue presentado por el socialista Héctor Polino. Carlos era consciente que los gays eran despojados de todo derecho una vez fallecido el compañero de vida, reclamos que trataban a diario los abogados de Gays DC -con la problemática latente de la pandemia del sida-. Además, promovió incluir en un proyecto de ley de la convención constituyente del 96 la orientación sexual y la identidad de género como causal antidiscriminatoria. Entre una infinidad de hechos políticos que llevarían su impronta.
Falleció a los 38 años. El sida se cobraba una vida más. Su legado sería eterno.
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