Entrevista a Leonor Silvestri, cinturón negro de kick boxing/full contacto Wacko, escritora y traductora especializada en poesía clásica, profesora autodidacta de filosofía, y discapacitada legal.
Por Ernestina Inveninato
¿En qué consisten las clases de autodefensa? ¿Qué técnicas enseñás?
Lo que hacemos en las clases es una simplificación de disciplinas que he aprendido a lo largo de un tiempo prudencial, y que todavía práctico en la actualidad. Simplificarlas para sacarle toda la lógica de torneo (que buena parte de los deportes de combate como de las artes marciales tienen) y llevarlas a aplicaciones prácticas. Me gusta trabajar con dos niveles, empezamos paradas, que se parece más a la situación de lo que podríamos decir calle, situaciones externas a la vivienda, y después acostadas. Para las situaciones calle uso más que nada kick boxing y muay thai, no exclusivamente, algunas cosas también de kravmagá, y para la situación acostada, básicamente jiu-jitsu. Y muchos trucos sucios que no entran en la lógica deportiva. La situación acostada tiene que ver con por ejemplo te llevaste alguien a coger o tu pareja te están violando. Cosas que, sobre todo las de acostada, evitarían la violación. Las de parada tienen que ver con la protección de la integridad física, no de los objetos. Yo no enseño a salvar cosas, sino a poder defenderte de situaciones concretas. Simplificar lugares a los que tal vez llegarías, practicando, pero mostrándotelo, poniéndotelo más frente a los ojos.
*
Igualmente, tenés una mirada más amplia de la autodefensa que no incluye solamente lo físico, por ejemplo, la concentración…
Podríamos llegar ahí mediante las artes marciales, sin duda. No llegamos ahí porque no practicamos artes marciales ni deportes de combate. La concentración es algo que se ejercita si competís o si hacés alto rendimiento. El que andemos despistando en la nube o haciendo cosas, a mi modo de ver, un tanto absurdas, que nos ponen en peligro, tiene que ver con una falta de concentración y con una infantilización que no es exclusiva de nosotras, sino que es propia de la sociedad: cesión del poder, mediación por parte de intermediarios, reafirmaciones de lógicas estatales. Por algo la gente, acríticamente, pide más leyes, más policía, más controles. Agitan miedo mediáticamente para justificar el aparato represivo en una sociedad pasiva y pacificada hasta lo indecible incapaz de tomar el poder o responder a cualquier afrenta. Forma parte de reducir daños el poder prestar más atención, estar más concentrada y salir de ese lugar dócil, victimista, que me parece que es un poco la bajada de línea del feminismo hegemónico, en este momento, donde se habla, por ejemplo, de “no quiero ser valiente quiero ser libre”, cuando la libertad no es algo que te otorga alguien, es algo que se conquista físicamente: eso lo sabe cualquier pueblo oprimido. La única manera de poder hacer frente a la ocupación tiene que ver con exponerse, darse por muerta y luchar como si no hubiera mañana. La respuesta de la oprimida no es la violencia del agresor, por eso se llama autodefensa. El grave problema al que nos enfrentamos con estas técnicas es que las legítimas defensas requieren flagrancia, es decir, un ataque previo para una respuesta proporcional a ese ataque. Y eso va contra todas las leyes físicas que ordenan y regulan todas las artes marciales y los deportes de combate, que tienen categorías que, cuando son muy burdas, como en el caso del kickboxing, del boxeo o del muay thai, son por peso. Nadie se sube con una diferencia de 20 o 30 kilos. Las categorías van de 3 kilos en 3 kilos, o sea, 3 kilos de diferencia es un montón, en un deporte de combate. Entonces imagínate si yo necesito, para responderle a un atacante, que me agreda primero cuando el tipo me lleva veinte centímetros, treinta kilos y diez años menos… Para cuando yo puedo responder, me mató. Entonces, las legítimas defensas no contemplan que la flagrancia va en desmedro de la agredida porque parten del presupuesto de la igualdad y la universalidad de la ley que nos perjudica. Entonces, en vez de pedir más leyes, habría que pedir otras, como por ejemplo, una ley de legítima defensa generizada preventiva, porque lo que ocurre con la legítima defensa es que cuando no hay flagrancia, que es en general los casos de legítimas defensas de mujeres, no es legítima defensa, es homicidio simple, o incluso con premeditación, suponte.
*
Como el caso de Higui.
Ese caso igual es particular, yo no estoy muy al tanto, no me he querido meter, y ese caso es, a mi modo de ver, uno de los errores del feminismo. Hubo un hecho: apareció un muerto. Y hubo otro hecho: hubo un intento de violación. Entre el intento de violación y el muerto, no debería haber correspondencia; a mi modo de ver, se mataron entre ellos. Que venga la defensa y me pruebe lo contrario. Que haga el esfuerzo. Yo no voy a declarar en mi propia contra. No sé quién asesoró esa declaración o cómo se llegó hasta esa confesión. En principio, creo que les va mejor a los agresores porque no les tiemblan los labios cuando tienen que decir que la esposa se les abalanzó sobre la cuchilla que justo, oh casualidad, tenían en la mano. Lo que también nos falta, y eso forma parte de la autodefensa, son abogadas astutas. Las cámaras nos van a estar tomando, y para que haya flagrancia, las cámaras tienen que tomarte diciendo “no me hagas nada”, aunque vos ya sepas que le vas a arrancar la nariz de un codazo. Pero la cámara tiene que mostrar que vos no empezaste. Tiene que mostrar que vos intentaste frenar el ataque.
*
Vos tenés una frase muy linda en tu blog, que dice que hay que amigarse con el dolor, porque quien no recibe, no puede dar.
Buena parte de nosotras no está acostumbrada, nunca se agarró a trompadas, nunca estuvo socializada en la agresividad más que como receptora pasiva de micro o macro violencias. Se suele ver la violencia como opuesta a lo que nosotras deberíamos conocer y saber. Esto, que es un resabio de la negativa a la militarización por parte del feminismo, con lo cual en principio estaría de acuerdo, redunda en que te meten un cachetazo, o una trompada, y te acuestan. Si nosotras estuviéramos escolarizadas en el arte de repeler castigo, de poder sostenerlo físicamente, si el monopolio de la legítima defensa y la violencia no estuviera en manos de los varones cuando defienden la propiedad privada y del estado cuando reprime, el primer golpe que te pegan no te dormiría ni te convertiría en una víctima incapaz de defenderse. Podríamos operar una cierta resistencia. Lo que ocurre muchas veces es que las chicas, producto de esta socialización, no quieren que les duela. Pero lo cierto es que si no aprendemos, no preparamos el cuerpo para recibir, lo que técnicamente en boxeo se llama castigo, nunca lo vamos a poder repeler. Recibir castigo quiere decir, en la jerga técnica, entender con el cuerpo que una trompada no te acuesta. Que vos seguís ahí, paradita, peleando. Que con la nariz rota, el pómulo abierto, una pierna menos se pelea igual. Insisto: lo podrías aprender si te dedicaras a un deporte de combate o un arte marcial, en algún momento pasas por ahí, al igual que generar temor con la mirada, no bajar la vista, controlar el pánico, y aprender a respirar nadando en adrenalina. Se vive tan mal preparar el cuerpo para estas cosas, tiene tanta mala prensa, que la violencia queda del lado de los opresores y nunca del lado de las personas que están luchando por su libertad. De ahí surgió esa frase, que me la dijo una amiga peleadora profesional Irina Medeiro, que también fue mi entrenadora, cuando me puse a competir. Me dijo que me iba a tener que amigar con el dolor porque no hay nadie, por bien que esquive los golpes, que no reciba por lo menos un par. Nos hemos vuelto pacíficas, cívicas y pasivas, y allí radica nuestra gran desventaja técnica, mucho más que el tamaño y la fuerza física per se.
*
En relación a esto, ¿cuáles son los miedos de las chicas que van a tu clase, cuáles son sus fortalezas y las expectativas que manejan?
No lo sé porque no hablo, trato de no hablar porque en las artes marciales y en los deportes de combate si hablas es porque no hicimos bien algo, porque se supone que te tenés que quedar sin aire y que hay que llevar el cuerpo hasta un lugar de atontamiento. La única manera de reponer una situación de estrés, de estrés traumático de “me está lloviendo una catarata de piñas”, es mediante la preparación física, estresar el cuerpo. Entonces yo no les pregunto qué esperan, doy la clase. Sinceramente soy medio cavernícola en ese sentido, reproduzco en un punto lo que a mí me sirvió del tatami. El tatami me volvió una persona dura. Áspera. Punto. Áspera, agresiva, y para adelante. Me pegan, te pego. Palo por palo. Sin sentimientos. Tenés miedo: lo controlas y ya está.
Buena parte de las chicas que yo conozco que entrenan deportes de combate, y que no han sido socializadas, que no ha habido un trabajo previo a favor de lo que podría ser la violencia, que no gustan de esto, y que lo viven como algo que lo tienen que hacer obligadamente, primero lo viven mal. El daño es previo a la agresión física y es perpetrado por las instituciones -desde familia pasando por escuela- en fin, el daño fue quitarnos las potencias corporales para poder repeler un ataque, tanto física como psicológicamente. Si la escuela quisiera hacer algo por nosotras en estos términos nos enseñaría desde pequeñas judo y karate. Nos falta todo, no solo fuerza física: coordinación, concentración, disciplina, estamos infantilizadas, nos falta atención, nos falta voluntad, todo el tiempo queremos dejar, todo el tiempo queremos abandonar, todo el tiempo queremos decir no puedo más, todo el tiempo la queja, la auto indulgencia, nos han quitado el autoamor propio de la gloria no de ser la mejor contra otra, sino de ser lo mejor que una puede ser con respecto a una misma; nos convirtieron como en el verso de Pizarnik en rehenes en perpetua posesión de nuestro infantilismo mendicante. Queremos que papá Estado venga y resuelva este problemón cuando es el estado el responsable directo de esta catástrofe que no es inocente (no adhiero a la tesis de ausencia de estado, está ya demasiado presente y esta es su manera de presentarse). Esto está hecho a propósito, no es natural ni de casualidad. Es un daño que se ha hecho previo y que nadie observa como un daño. A su vez, creo que es completamente subsanable. Comprendo que los deportes de contacto, las artes marciales y los deportes de combate son más o menos duros, en algún momento te van a patear, en algún momento te van a pegar, y después de un rato de entrenar, el ácido láctico es tan abundante en el cuerpo que produce toda una serie de efectos: del vómito al desmayo, lo que quieras en el medio; a 24/48hs. después no podes andar (las primeras veces que entrenas, o cuando entrenas cosas que no habías entrenado y por ende moviste partes del cuerpo que nunca habías movido). Si realmente nos quisieran fuertes y empoderadas, como las panteras negras tenían a sus militantes, habría en todos los gimnasios, en todas las asambleas un grupo de entrenamiento deportivo defensivo de por lo menos 3 veces por semana con una persona altamente preparada Pero no es negocio mantenernos con vida. Si vos aprendes a defenderte no es negocio. O sea, hemos sido desempoderadas de todo.
*
En autodefensa ¿no enseñan que huir es la primera opción? Porque la pelea es a todo o nada, salís viva o no salís. Es una diferencia sustancial con los deportes de combate.
Claro, lo que pasa es que los deportes son deportes. ¿Cuál es la diferencia entre un deporte y la autodefensa? En un deporte tenés la toalla, podes desistir, podes quedar noqueado en el piso y no levantarte por más de que te hagan la cuenta; podes tapiar, o sea, se puede frenar, no deja de ser un deporte. Podes decir basta. Las personas que entrenan, -hay excepciones- en general, no quieren pelear. Porque quieren al día siguiente ir a entrenar. Y si vos peleas, te lastimas. Quieren ir a entrenar al día siguiente. ¿Es una regla general? No. Por supuesto, en estos ámbitos, hay mucha violencia de género, hay tipos hiperviolentos, es mejor no preguntarles de dónde son ni de dónde vienen, porque cuando te cuentan, te querés matar, y te querés ir a tu casa a llorar. Entonces absurdos, mierdas, soretes, violadores, hay en casi todos los ámbitos. Aunque es verdad que en ciertos lugares se agrupan. No podría afirmarlo, porque a diferencia de las expertas especialistas siempre consultadas en estos temas yo no tengo un título que me respalde para decir lo que me parezca, pero me da la sensación que golpean quienes pueden, que son los agresores pusilánimes cobardes que si una estuviera más o menos parada de manos no se atreverían. Obviamente hay un factor psicológico que no siempre se resuelve: ¿cómo defenderse de alguien a quien amo? Ahora bien: la realidad es que para salir corriendo, para huir, también tenés que tener reflejos, piernas, estado, aire. Que te los da el deporte. Lo bueno de los deportes de combate (y por eso no es un taller de autodefensa, sino un entrenamiento defensivo constante durante meses) es que entrenamos para llegar a ese lugar donde te podes defender cuando correr no alcanzó. Y eso significa mucho entrenamiento físico. Cosa que no suele pasar en los talleres de autodefensa, y sí suele pasar en los deportes de combate, que incluyen el entrenamiento y acondicionamiento físico. Entrenamos para salir corriendo. Porque realmente, lo más que adquirís entrenando es aire. Que es la posibilidad de correr hasta tu casa, y de controlar la hiperventilación producto de la adrenalina, producto del miedo. Porque cuando la descarga de adrenalina es muy grande, y nunca la tuviste, y nunca la supiste controlar, te podes hiperventilar, hasta el punto de la parálisis. Correr forma parte de defenderse. Seducir forma parte de defenderse, encantar, encandilar, tener carisma, y codos afilados, escapar forma parte de defenderse, tener la seguridad, y poder transmitirla, verse como alguien que representa un peligro, como cuando vemos un animal que es muy lindo pero no tocaríamos porque tiene cara de que no le gusta que se metan con él. Tener cara de que no sos la persona indicada con la que meterse. Yo creo que si todas pudiéramos mostrar esa actitud… Quizás estoy equivocada, pero pienso en la frase de Simone de Beauvoir: el opresor no sería tan fuerte sin la complicidad del oprimido.
*
Pienso en el entrenamiento como un empoderamiento individual. ¿Qué hay de lo colectivo en eso?
Es que para mí, desde el lugar desde donde yo puedo tener injerencia, forma parte. ¿Hasta qué punto una no se mete a asistir a otra en un conflicto porque tampoco puede? Porque no sabe cómo. ¿Hasta qué punto vos no intervenís de una situación de la que te hacen partícipe porque cruzaste por ahí y ves (y entonces ya sos cómplice o testigo presencial del hecho) y no te metes porque no tenés las herramientas? Ni las herramientas físicas, ni las psicológicas, ni ninguna. Los feminismos están a la orden del día para generar polémicas contra tal o cual postura pero qué hay de generar estrategias de intervención y supervivencia. Y si hubiera menos charlas sobre a favor o contra ciertos temas y más de cómo intervenir cuando veo que un tipo le pega a una mujer (trans, travesti, cis) en la calle. Cada tanto sobrevuela en las redes sociales una especie de tutorial-meme de qué decir si una quiere denunciar que la policía está haciendo un apremio ilegal. Pero es poco, para lo que tendríamos que saber, y cómo lo tendríamos que memorizar, y repetirlo y repetirlo y repetirlo, hasta que pudiéramos contestar. La capacitación es insuficiente. Si alguien pasa por la calle, y te provoca diciéndote una grosería (acoso verbal callejero) y vos contestás partiéndole la nariz de un botellazo, vos tenés que asegurarte por lo menos de dos cosas: que nadie te haya visto, o que alguien haya visto a la otra persona haciéndote algo previamente. Porque cuando le partas la cara de un botellazo, y venga la policía, excepto que a vos no te tiemble el pulso (cosa que con esta buena conciencia, nos tiembla el pulso hasta para llevarnos la cuchara de sopa a la boca) y puedas decirle a la policía las aberraciones tipo Micky Vainilla que ellos dicen de nosotras cuando los ratis vienen, estás en el horno con papas, esa es la realidad. Porque acabas de atacar a alguien con flagrancia, alevosía y dejándole un daño visible y probablemente permanente. ¿Cómo es que las abogadas feministas no están explicando este tipo de cuestiones de cómo zafar todo el tiempo?
*
En definitiva, que puedas acceder a cierta información, o que puedas defenderte, tiene que ver también con que puedas pagarte una clase…
Yo no cobro. Cobra el gimnasio. Tampoco pago el gimnasio. Yo me gano el pan de otra manera. Esto es una actividad de militancia, por convicción dice mi profe, Sebastián Calvo, cuando habla de mí. El gimnasio tiene un costo, y así se solventa el costo. Igual es un precio amigo y cuidado, sin matrícula; no es el precio que costaría entrenar en gimnasio tres veces por semana, porque se supone que es una manera también de aportar, por decirlo de alguna manera: y se le hace descuento a la que quiera además de tomar el entrenamiento hacer muay thai o Bjj. Ahora, el precio de un entrenamiento de tres veces por semana de una hora y media, cuyo horario podes elegir, cuesta aproximadamente dos pizzas y una cerveza: 500 pesos y mientras otros aranceles se modificaron por la inflación este se mantuvo.
Nadie de la clase media, que es el grupo más desempoderado de todas las mujeres, sale con menos de 500 pesos un sábado. Entrenar en un gimnasio caro, con una disciplina de esas más chetas, cuesta mil pesos mínimo. Entonces, no es muy caro entrenar. Y aunque fuera caro, para mi es dinero bien invertido, siempre. Como los libros. Como formarse. No es la plata la restricción. La restricción es el esfuerzo. Es muy esforzado, y cuando vas ahí, y te consideran un igual, te pegan, como se pegan ellos. Si no te pegaran, sería subestimarte. Esa es la realidad. Los que saben pelear y están entrenando con vos, se miden. Justamente: treinta kilos de peso más, diferencia de edad y conocimiento, etc. Pero te presionan, no te tratan como una pobrecita que no puede. Forma parte. La restricción no es el dinero: es que no se fomenta.
*
Ph: Florencia Di Tullio
*
Leer: Parte II
0 comentarios