Feminismos Desde el Abya Yala

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Por Camila Parodi

A lo largo del mes de septiembre nos fuimos encontrando en distintas luchas reivindicativas, como el día de la Mujer Indígena, el Primer Congreso Descolonizador y el Encuentro Regional de Mujeres, donde muchos espacios de mujeres nos dimos lugar a nuevas discusiones y movilizaciones de nuestras prácticas. En ese marco de permanentes cuestionamientos, apareció en nuestros días la presencia de Francesca Gargallo por algunos de los distintos espacios de diálogo y resistencia feminista, que siempre nos cruzan en Buenos Aires. Fue una visita quizás inesperada y desconocida para algunas, pero como siempre enriquecedora de nuestras construcciones colectivas.

Francesca, a quien describe la poeta hondureña Melissa Cardoza, como una narradora con voz propia que se echó a andar por Nuestramérica dialogando con las mujeres no blancas sobre ideas feministas, dio forma en este contexto a una profunda recopilación que, desde la escucha de las ideas que se producen en los sistemas políticos y teorías del conocimiento no occidentales por parte de las diversas feministas de América, permitieron reconocer la pluralidad del pensamiento-acción feminista, como una característica imprescindible para empezar a entrever.

En el libro “Feminismos desde el Abya Yala” que vino a presentar, se propone visibilizar, nombrar y dar a conocer las distintas formas de organizarse, comunicarse y relacionarse que tienen las mujeres campesinas e indígenas a lo largo del continente, poniendo en tela de juicio por otra parte, al academicismo feminista que se impone como una única visión del mundo, podríamos decir como un marco universal que funciona de homogeneizador de las diversas formas de vida que tenemos en Nuestramérica. Es la ciencia y su pretensión de “objetividad racional” la que imprime únicas verdades desde una concepción etnocentrista y occidentalizada. Por eso, sin caer en particularismos ni relativismos culturales, esta forma de conocer e interpelar al mundo también esconde sus opresiones y desigualdades bajo la alfombra, y es precisamente lo que Francesca se permite discutir del feminismo académico.

Si bien el feminismo no ocupa un lugar hegemónico en las universidades y por el contrario debe ser, como explica, defendido e impuesto por las pensadoras activistas contra la organización patriarcal del saber, sin embargo participa del pensamiento universalista atravesado por la óptica científica, la cual atenta contra todos los saberes que no responden al conocimiento “racional occidental” que  mediante la utilización de herramientas tales como la invisibilización y descalificación de los conocimientos ancestrales de nuestros pueblos, como así también de la construcción del otro/a como un objeto de estudio exótico a analizar, generan una relación vertical y por ende desigual entre las que “poseen el conocimiento y las que contienen la experiencia”, manteniendo la eterna división entre las que hacen y las que piensan. De de esta forma, el feminismo académico comulga con el colonialismo y con la pretensión del blanqueamiento de mentes a través del rechazo a las diversas religiones, cosmovisiones y relaciones comunitarias que rompen con la lógica hegemónica del pensar.

Es desde el feminismo popular y autónomo que las mujeres se organizan en la lucha por el territorio, contra el saqueo de los recursos, y por la dignidad y soberanía de los pueblos donde se produce el choque. Se preguntaba Francesca en el bar de La Tribu “¿Es igual de feminista luchar por el agua que por el orgasmo?” Los debates siempre se dan dentro de ciudades y universidades y desde ahí se definen las prioridades de la “lucha feminista” sin sumar ni contemplar a las mujeres de los ejércitos de liberación nacional y sus discusiones; ni a las mujeres que se organizan en los barrios contra violencias concretas que las atraviesan a ellas y sus hijas, y mucho menos a las mujeres indígenas doblemente negadas. Por eso entre chiste y seriedad propone: “Hay que crear anti academias republicanas de las lenguas y las deslenguadas donde se cuestione el modelo de hombre como ser humano universal y empezar así a disfrutar de la pluralidad”.

Por otra parte, es sabido y reconocido por las mismas mujeres indígenas que cuestionan esta invasión del conocimiento académico colonizador que después de los distintos levantamientos, genocidios y resistencias que surgieron en Nuestramérica se logró una reafirmación de sus identidades. Un inicio de la afirmación de las mujeres que debieron reconstruir su lugar en el tejido social, y esto sucedió en el encuentro con lesbianas y feministas ya que fueron las únicas en las que las mujeres indígenas confiaron, al sentirse acompañadas y no juzgadas.

Desde esa explicación la propuesta toma más color, es el feminismo la puerta hacia la construcción de identidades libres y autónomas. Necesitamos del diálogo entre los feminismos plurales de América Latina empezando a reconocer que toda acción social y política de mujeres organizadas es en sí, feminista. Existen múltiples reflexiones y acciones políticas de mujeres vulnerables al ocultamiento de sus hábitos, inteligencias, cosmovisiones, luchas, formas de comunicación y trabajos. Mujeres que están cansadas de seguir siendo menospreciadas y descalificadas por siglos de “instrucción sobre la superioridad de la racionalidad blanca en América”. Por eso es necesario seguir problematizando y cuestionando nuestras propias formas de relacionarnos, a veces colaboradoras con el pensamiento hegemónico que intentamos combatir; para empezar así a construir feminismos genuinos, que se enreden y encuentren tanto en las críticas a las opresiones patriarcales como en el intercambio de saberes descolonizados.

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