Por Analía Daniela López
El barrio “2 de abril” en Almirante Brown festejó el año pasado su aniversario número 30 desde que las tierras fueron tomadas durante el gobierno militar. El día es lluvioso, las calles que en un pasado reciente fueron un bosque de eucaliptus hoy siguen siendo de tierra, pero eso no es un obstáculo para que los chicxs asistan a la sede; muchos de ellxs pintan el mural que fue producto del taller de género que vienen llevando adelante un grupo de jóvenes como parte del Programa Envión y que decorará las paredes blancas del establecimiento. Clarisa y Gonzalo son tallerista; Lolo, Fernanda y Cecilia son integrantes del equipo técnico y juntos trabajan día a día para crear un espacio de contención y afecto para pibes y pibas de entre 12 y 21 años en situación de vulnerabilidad social. El programa, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, tiene como objetivo integrar a los chicxs al sistema educativo y enseñarles un oficio, así como brindarles herramientas que faciliten la inserción al mercado laboral y a la vida social. Fernanda muestra las instalaciones: dos aulas, una sala grande, cocina. No hace frío porque el horno está prendido, se están amasando unas pizzas para el almuerzo. En el centro se trabaja con 300 chicos en los diferentes talleres de comunicación, dibujo, artes visuales, teatro, educación física, murga; en cuanto a la asistencia Fernanda explica: “hay algunxs que vienen a rajatabla, otros te cumplen con el taller y se van, y algunxs que no participan en ningún taller y se quedan tomando mates”. El programa estipula que hay que asistir a los talleres pero se contemplan las situaciones particulares: “la idea es que sea un lugar de referencia para lxs jóvenes del barrio”.
Pity (con gran futuro para el stand-up) abandonó el colegio, ¿por qué no vas? “Veo cosas que no me gustan y no me llevan a ir…”, pero está en la sede para concurrir a uno de los talleres y sentado en la cabecera de la mesa se burla de sus profes (y de todxs) con un tinte de ironía que sólo enmascara verdadero aprecio. A su lado, una de las madres se ríe de sus ocurrencias, mientras cuenta que el consumo de drogas es lo que más afecta al barrio y que por eso esa misma tarde se van a reunir con Madres del Paco de Lomas de Zamora para saber cómo combatirlo. “Tenemos chicxs muy complicados, y otros que consumen y no necesariamente son adictos”, señala Fernanda. En el equipo los problemas de adicciones se trabajan con dos psicólogas, con el CPA (Centro de Prevención de Adicciones), con iglesias evangélicas, el grupo de madres del paco; lo que sea necesario para batallarlo.
El mural va adquiriendo más color. Colaboran todos, profesorxs y alumnxs, unxs se van, otrxs llegan; hay pibes y pibas de diferentes edades, todxs trabajando en un clima relajado, tranquilo y a la vez desordenado, esa cosa linda que tiene el caos en el orden. Se siente en el aire que los profesorxs trabajan con placer y que lxs pibes se sienten a gusto, hay muchas sonrisas en las caras como para no evidenciarlo; van y vienen, toman y dejan, y en ese ir y venir el mate continúa su ronda inacabable. Lolo comenta sobre los constantes embarazos adolescentes en el barrio, sobre las expectativas que esas chicas tienen al momento de quedar embarazadas, del deseo de ese hijo. A su vez, ese embarazo trae como consecuencia el no trabajar, y son las que menos asisten a los talleres porque no ven la necesidad de capacitarse. En otra ronda de mates, Cecilia, cuenta la impresión de las chicas en los primeros encuentros que tuvieron con la ginecóloga: `susto´. Para que eso no siga pasando realizan charlas a nivel personal y con las madres para que se instale la idea de que las mujeres deben ir al ginecólogo para controles, no solo cuando están embarazadas. Cuando están en ese estado, al tratarse de chicas entre 12 y 15 años, lo más frecuente es que dejen de venir a los talleres “ya no vienen a pintar, tienen otros quilombos”. La idea del programa es mostrarles a estas madres adolescentes que tienen otro futuro, por eso el interés en talleres que tengan a su vez una salida laboral, como el taller de porcelana fría que dio sus frutos en concurrencia.
Las dos habitaciones linderas a la sala están ocupadas, de una salen ruidos de tambores, es el taller de murga, en la otra hay apoyo escolar, en la sala se continúa pintando el mural, hay música de fondo (se terminó el rock que dejó paso a la cumbia), el mate sigue su ronda. Gonzalo y Clarisa fueron quienes en un inicio llevaron adelante el taller de género, que se convirtió en la primera de las actividades formales en donde se propusieron trabajar la temática. “Si bien todo el tiempo mantenemos el discurso e intentamos meter ficha en estos rubros, esa fue la primera, y la del mural fue la segunda”, aclara Gonzalo. Sobre la experiencia del mural, Clarisa cree que tuvo una mayor llegada, “lxs pibes logran expresarse mucho más a través de medios artísticos, esto lo vemos en cada encuentro de taller, y aunque tal vez no lo unan de una manera muy directa, el primer acercamiento de la actividad con el mural, después creo que algo llega, algo los toca y genera preguntas”; el mural quedó plasmado con varias imágenes que los chicos mismos hicieron, realizadas en un espacio que comparten todos los días, “esto suma, y mucho, en el laburo diario, que de una manera no tan formal, abordamos todos los días”, concluye Clarisa.
Todos los talleres suman a mejorar una realidad difícil, a acompañar una adolescencia que ya de por sí es una etapa dura, de replanteos, de desencuentros, de definir identidades, eso hacen todos los días en el Programa Envión, aportar el famoso “granito de arena” en pos de que el día a día que los define sea mejor y deje huellas a futuro.
Me encantó esta nota! es muy importante darle visibilidad a estos grupos que hacen tan bien!!!