El día después de la Casa de Tucumán

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Por Revista Furias


El día de ayer debió haber sido una protesta pacífica que reflejara la indignación de un fallo que dejó sin esperanza a aquellos que creyeron que podía haber una justicia justa, pero se convirtió en una tarde violenta donde los que fueron por la convicción de que esa resolución no se atenía a una realidad de un país en donde se secuestran y desaparecen personas -ahora dejadas para que actúen con más impunidad- se vieron en la obligación de retirarse del lugar ante la llegada (violenta) de la policía para reprimir a algunos manifestantes (también violentos) que atacaban la Casa de Tucumán.


La violencia que sufren los niños/niñas, adolescentes y mujeres víctimas de las redes de trata se materializó en el lugar que reclamaba poner un freno a esas aberraciones. Frente al accionar de algunos integrantes de partidos políticos que rompían baldosas y tiraban piedras al edificio gubernamental, la policía respondió ante estos hechos con más golpes, incrementando una situación ya de por sí caótica.


Mientras la peregrinación de los hinchas de Boca “festejando” por la 9 de Julio se juntaba con las corridas que salían de las calles aledañas a Suipacha 140, lamentablemente la marcha quedó opacadísima por la violencia de los que reclaman su porción salomónica de los DD.HH. Fue buenísimo para el prime time de las noticias. Las personas que no llevaron banderas gigantes para mostrarse, se volvieron tristes y asustadas a sus casas por no poder manifestarse pidiendo justicia por Marita Verón.


No podemos, frente a un hecho de semejante violencia, responder con más violencia. Es un círculo ya conocido por demás inútil y fuera de tiempo, venga del lado que venga. Quienes realmente luchan constantemente frente a las injusticias de cualquier índole entienden que la lucha pasa por otro lado, pasa por compartir, por difundir, por reclamar, por participar, por hacerse también cargo.


Sin embargo, no podemos hacer de este hecho un mensaje encerrado en esa misma violencia. Debemos comprender que ayer estábamos por algo, que ni Susana ni todas las Maritas que existen hoy día están solas, que la lucha no termina. Que todavía falta modificar la Ley de trata, el cierre de prostíbulos, terminar con la publicidad sexual en la vía pública, en sí, terminar con un sistema patriarcal.


El “todos absueltos” es un hecho. Que la realidad se puede cambiar, también.

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