Por Gustavo Pecoraro
Lucas Santa Ana nació en 1977, es el tercer hijo de una contadora y un Ingeniero Mecánico del barrio de Almagro. Ríe pensando que es “hijo de la menopausia”, de padres grandes a los que interrogo más de una vez sobre sus orígenes “fuiste no esperado pero muy querido”, respondieron sus progenitores que aún hoy viven juntos después de 50 años de casados.
El viernes 10 re-estrena la obra teatral Saudade en una segunda temporada nuevamente en el Estepario Teatro.
Saudade parece querer recordarnos –para que no nos olvidemos- que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, aun cuando los silencios (a veces provenientes del miedo, a veces elegidos para sobrevivir, a veces por no tener otras opciones) se resquebrajan cuando el deseo -¡tremendo sentimiento imposible de manejar!- se abre paso liberador y esperanzado.
La obra está situada en dos épocas tumultuosas de la Argentina (las décadas del 60 y del 90) atravesadas por prohibiciones, sueños, apertura y oscuros nubarrones de botas y golpes, o neoliberalimos.
También épocas donde en la subjetividad social se instalaba la necesidad de organización, resistencia y libertad en diferentes sectores sociales, y especialmente en la disidencia sexual.
Hay un pasado que casi muestra el amor, y hay un presente que lo canta.
Cuatro hombres que se aman con una misma pasión en distintos momentos donde ésta se personifica con diferentes máscaras que recorren la obra de punta a punta y no es lo único que nos une cómplices con los personajes.
Queremos que ese amor triunfe, antes y también ahora. Porque aunque oculto –o como diría Wilde “aunque no ose ser nombrado”- emerge radiante en forma de una carta o una canción, y finalmente triunfa, aunque lleve a exilios y distancias que siempre deja herido a alguien.
Con un elenco coral donde los personajes femeninos cobran protagonismo durante el transcurrir dramático, Saudade es una melancólica y alentadora obra que salpica la cartelera porteña de mucho amor.
Que de eso se trata, casi siempre.
A continuación unas preguntas a su director a horas del estreno.
¿Cuándo decidiste tu profesión?
En mi casa siempre hubo un piano, pero que yo no conocí. Nunca lo vi y siempre me contaron de él. Así que lo primero que hice cuando tuve deseos de estudiar, fue aprender a tocar piano. Quería ser pianista. Ahorraba plata de mis viajes a la escuela, para comprarme mi primer órgano. Cuando empecé el secundario hice dos años de conservatorio privado y municipal y cuando estaba en tercer año unos amigos de mis padres -que hacían teatro- necesitaron a alguien que manejara las luces. Entonces fui a manejar las luces y una de las mujeres que integraba ese grupo de teatro, que daba clases a niños, me invito a participar en un grupo donde eran todas chicas y adolescentes para hacer el único personaje masculino -y además protagónico- con mis dulces 16 años.
No me supuso ningún tipo de conflicto ya que cuando empecé la secundaria ya me sentía gay y estaba medio enamorado de un compañero de colegio del cual lo estuve muchos años y recién casi a finales de carrera me le declaré. ¡Y reboté como el mejor!
Pero me llevó a tomar la decisión de salir del closet primeros con mis amigos y luego con mi familia.
En este grupo hicimos Los árboles mueren de pié de Alejandro Casona. Los demás personajes masculinos lo hacían chicas, y yo era el único varón.
Luego empecé a estudiar teatro en el grupo de teatro del Colegio Nacional Buenos Aires que era donde iba a la escuela. Simultáneamente comencé a hacerlo con Norman Brisky.
Recuerdo que el grupo del Colegio decidió hacer La casa de Bernarda Alba y como no había personajes masculinos, me “hicieron” asistente de dirección cosa que me puso de mal humor. Simbólicamente “me metieron” detrás del escenario.
En lo de Brisky mis compañeros me pedían que los dirigiera, y por eso Brisky empezó a darme clases de dirección.
Así fue como empecé a trabajar en la parte de atrás del escenario, y así fueron mis primeros pasos en la dirección.
Lo primero que dirigí fue Un tranvía llamado Deseo. Otra obra de mujeres fuertes y protagonistas.
Tiempo después vine el cine.
Veo que tenés una fuerte relación teatral con las mujeres
Yo tengo fascinación por las mujeres.
Primero por mi madre que fue siempre una relación de mucho cariño pero sin palabras. En mi familia la frase “te quiero” era muy rara de escuchar.
Estudiando con Brisky tuve que hacer mucha lectura.
La primera obra que me voló la cabeza y de la que creo algún día haré una adaptación, es Medea. Es mi favorita.
Otra vez mujeres fuertes y un personaje que me fascina al igual que Blanche DuBois de Un tranvía llamado Deseo.
Personajes que me parecen profundos y complejos. Sobre todo Medea que es una obra donde la protagonista despechada por amor, mata a sus hijos para vengarse de su marido. Y no muere.
Vos fíjate: obras que protagonizaron Jessica Tandy, Vivian Leig, Jessica Lange, Anna Magnani y tantas grandes actrices.
¿Desde cuándo sentís que escribís para público LGTBI?
A ver, vamos a definir algunas cosas.
Primero, yo soy gay.
Estando inmerso dentro de una comunidad LGTBI que de alguna manera nos integra, escribo sobre lo que sé o de lo que conozco y gran parte de lo que escribo es sobre mi biografía.
Cuando selecciono alguna obra me pasa lo mismo. Aunque aún no sé qué me identifica con Medea, hay algo ahí que me llama la atención. Tal vez sea la traición o el estar despechado.
Blanche DuBois es la necesidad constante de la mirada hacia el pasado y tratar de traer eso y sostenerlo a ultranza.
Lo primero que hice que tenía algo que ver con el colectivo LGTBI fue en cine: Las llaves, un corto del año 2011. Si bien no es autobiográfico rememora algo que me pasó en la vida que fue que me separé de uno de mis grandes novios y no podía devolverle sus llaves. Las tenía colgadas en casa y las veía todos los días, y me dije “tengo que hacer algo con esto, no pueden seguir estas llaves ahí”. Y tuve que hacer una película.
Entonces cuando vos me preguntas si siento que escribo para público LGTBI pienso que Las llaves es una película sobre el amor donde lo LGTBI es un contexto dentro de la historia. Los personajes son homosexuales, pero a un pibe o una piba le puede pasar lo mismo, o a dos lesbianas, o a las personas trans, o cualquiera que se quede aferrado al pasado y no avance hacia el futuro…como Blanche DuBois.
Aunque la historia sea universal, necesité que lo que contara fuera entre dos homosexuales. Podría haber sido entre lesbianas, pero como dije antes, trabajo mucho más sobre lo que conozco.
Hay algo que refleja mi relación con las mujeres. La obra fue escrita para dos homosexuales, pero cuando decidimos con Fran Ortiz adaptarla para teatro necesitamos incluir un personaje femenino muy fuerte. De mucha presencia. Como mi madre para mí.
¿Te reflejás en esos personajes?
No. Pero -repito- los vinculo a mi madre o a mis amigas.
Cuando escribo para mujeres pienso en ellas.
Me cuesta meterme en sus pies y transitar esos zapatos.
Esos personajes que escriben siempre tienen más carnadura, porque son la imagen de alguien que quiero y conozco.
Siempre son mujeres reales, que existen. Después se puede adaptar, pero al pensar, pienso en la realidad.
Me siento una persona particularmente desinformada. No miro Tv de aire y leo poco los diarios. La información la conozco por la gente, y luego investigo. No entro por los medios directamente.
En mis obras, los personajes femeninos están acompañando a los protagonistas y los mueven.
¿Cómo es en Saudade?
Es una obra de silencios y de amores inevitables donde los personajes femeninos parecerían secundarios. De hecho están siempre hacia atrás en relación a los personas masculinos centrales.
Sin embargo, finalmente las cosas se invierten, y los hombres pasan atrás (como a un segundo plano) y ellas (sobre todo la madre del personaje que crea María Lía Bagnoli) copa la escena. La obra es la madre.
Cada uno tiene su saudade en la obra. Todos miran al pasado. Pero cuando la dirigí quedó claro que la obra estaba escrita para la madre.
Quería que las mujeres se fueran empoderando.
Las madres de Saudade son mujeres que vienen de la década del 60 donde las mujeres empiezan a luchar desde el feminismo.
Una mujer que es abandona debe tomar las riendas de su casa y su hijo. La otra madre viene de la lucha revolucionaria en Brasil y abandonada también por su marido, debe hacerse cargo también de su familia.
La obra habla de historias que se mezclan desde la década del ’60 y el ‘90.
Germán regresa a la casa de su infancia que estuvo cerrada por treinta años. El reencuentro con Sergio, un vecino a quien conoció de chico, despierta los recuerdos de lo sucedido treinta años atrás cuando se mudó por primera vez.
El amor, la libertad y el rencor.
En medio de todo presten atención a las mujeres, que parecen secundarios, pero no lo son de ninguna manera.
Saudade retoma su segunda temporada, nuevamente en El Estepario Teatro (Medrano 484).
Los viernes a las 20:30hs.
Es bajo dramaturgia de Lucas Santa Ana y Francisco Ortiz.
Dirección de Lucas Santa Ana, y protagonizada por Pilar Abentín, Agustin Aguirre, María Lía Bagnoli, Gabriel Gavilá, Facundo Martin, Patricio Witis.
Con música original de Coiffeur.
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