Defenderse. Una interrogación feminista entre la violencia y la seguridad

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*Por Noe Gall

Hace un tiempo tomé clases de defensa personal porque sentí que las necesitaba, inscripta en un tiempo donde la narrativa del duelo público por los femicidios estaba en el aire, defender la propia vida se había vuelto presente. Estuve varios años aprendiendo un arte marcial que me enseñó muchas cosas más que defenderme. Se me enseñó a reconocer la violencia antes de que esta se manifieste en un golpe, se me enseñó a predisponer el cuerpo para estar en guardia, a sacar la violencia que hay en mi, a gritar para pedir ayuda y sobre todo se me enseñó lo que más atesoro, performatear el No, porque nadie nace sabiendo como decir No, y mucho menos quienes fuimos socializadas como mujeres.

Elsa Dorlin pone en escena un debate sobre la violencia y las reacciones ante la misma a través de la pregunta por el sujeto de la defensa. Se podría decir que Dorlin al realizar una fenomenología de la violencia, es decir al dar cuenta de cómo aparece la misma, realiza una genealogía de la defensa. Analiza apariciones situadas de la violencia, no una abstracción de ella, sino realidades que han atravesado históricamente estados, pueblos, comunidades, clases sociales y las diversas formas de defensa que han utilizado para sopesar la violencia. Aborda fenómenos como la esclavitud, el colonialismo, la lucha por los derechos de las mujeres, la portación de armas, la conformación de “justicieros”. Una podría afirmar que donde hay necesidad de defensa es porque hay una violencia latente, aunque no necesariamente siempre es así. Hay pueblos, comunidades, Estados, que han tomado como premisa uno de los principios del Arte de la Guerra de Sun Tzu que afirma que la mejor defensa es un buen ataque, ¿quiénes pueden atacar para defenderse?

¿Quiénes son los sujetos que pueden defenderse? ¿Cuáles son las corporalidades que pueden acceder a los conocimientos? ¿Quién decide qué es defensa y qué es ataque, acaso el Estado? Son algunas de las preguntas que se desprenden de la lectura de Dorlin. Se podría decir que existe una distribución diferencial de esa posibilidad. En la introducción del libro la autora nos plantea de entrada la posibilidad de defendernos como un privilegio de raza y de clase al analizar un caso histórico de Estados Unidos, donde Rodney King, un joven taxista afroamericano es detenido y golpeado brutalmente por la policía sin motivo alguno. El intento de la víctima de cubrirse de los golpes fue leído por la justicia como un ataque hacia los policías.

La defensa no es un concepto universal, es una categoría política que siempre tiene que ser situada para su análisis. Para algunas comunidades la defensa es una estrategia de lucha y para otras es mera supervivencia, no podemos homologar ambas instancias sin tener en cuenta los cuerpos que la ejercen. La reflexión sobre la defensa que propone Dorlin me llevó a preguntarme: ¿Qué mujeres pudieron utilizar los métodos de autodefensa como estrategia?, ¿Cuáles como supervivencia? ¿Qué mujeres podemos pensar en la necesidad de tomar clases de defensa personal? ¿Sólo aquellas que observamos la violencia lateralmente? ¿Cómo les resonará la palabra defensa a las miles de mujeres y niñas que viven en territorios en guerra, en barrios sitiados por la policía, en ciudades enteras tomadas por el narcotráfico y la trata de personas? La construcción del sujeto mujer que se ha realizado en nombre del cuidado y la seguridad, salvaguarda a una mujer blanca, heterosexual, cis y de clase media. ¿Cómo descentramos al sujeto mujer que se ha construido en esta operación?

No lo sé, me formulo preguntas porque justamente el libro de Dorlin invita a la reflexión, abre paréntesis en los sucesos ya conocidos, señala problemáticas donde había consensos en las narraciones históricas.

¿Qué se ha construido en nombre de la defensa?

Dorlin nos narra cómo la posibilidad de defenderse ha constituido no solo ciudadanía sino también subjetividades. Ciudadano era sólo aquel hombre que podía portar armas, o podía ir a la guerra a proteger sus fronteras. ¿Qué subjetividades constituyeron estas formas de la ciudadanía? Ella sostiene que la defensa del derecho de la propiedad privada ya sea del propio cuerpo como de los bienes que se poseen, tiene como consecuencia la instalación de la retórica de la defensa de “sus mujeres”, para protegerlas de “los extranjeros”, de “los otros”. Estos principios contribuyeron a crear subjetividades modernas, podríamos decir que la subjetividad moderna se erigió en base al derecho a defenderse, colocando a la vez a la mujer como un ser inerme que necesita protección, lo que sigue hoy vigente constituyendo ciudadanías y políticas de Estado migratorias.

Leer este libro en este tiempo en Argentina nos brinda herramientas para analizar lo que se llamó “la doctrina Chocobar”, es decir, la implementación del gatillo fácil como política de Estado, primero disparar y luego preguntar. La lista de personas asesinadas por la policía sigue creciendo, como así también la lista de las personas asesinadas por civiles, buenos vecinos, en pos de defender su propiedad. Lo que genera cada vez más violencia social que se traduce también en la lista de personas asesinadas en intentos de robos de esos bienes. ¿Entonces, qué es lo tan preciado que tenemos para defender? Y ¿a qué precio?

¿Toda defensa es legítima? La Justicia no reconoce a toda defensa como legítima, poco tiene que ver el uso excesivo o no de la violencia, lo premeditado del acto, o si había una persona armada y la otra no. Lo que determina que una defensa sea legítima es el sujeto que la ejerce. Pocas veces esa figura puede ser utilizada por mujeres que se defienden de una violencia, sea la que sea, defensa que en muchos casos lleva a terminar con la vida de su agresor o agresores, muchas de ellas hoy están presas o esperando para ser procesadas. La misma suerte corren varones trans, lesbianas y mujeres trans, no son sujetos que tengan derecho a defender la propia vida, ya que sus meras existencias no son consideradas como una vida digna de ser vivida, tampoco de ser defendida. Entonces, si las defensas de las mujeres, lesbianas, y personas trans son leídas como un ataque o como un uso desmedido de la violencia, ¿cómo luchamos contra la violencia ejercida hacia nuestros cuerpos? ¿Tendremos que reinventar las formas de la defensa o disputar los términos de la misma?

La disputa por la defensa legítima de las mujeres no es nueva. A lo largo del libro la autora nos presenta diferentes discusiones históricas de mujeres exigiendo su derecho a portar armas, su derecho a defenderse, su derecho a la ciudadanía. A la vez, expone la violencia ejercida por otros, en nombre de la defensa de las mujeres. ¿Cuáles son nuestras armas hoy? ¿Serán las movilizaciones, las redes colectivas? ¿La hipervisibilización en las redes y los medios de nuestros conflictos, de la violencia que vivimos a diario, en fin, de nuestra vida? ¿El “escrache” es un arma? ¿Qué tipo de “escrache”, el colectivo o el individual?

¿Qué justicia estamos construyendo las feministas en nombre de la defensa de las mujeres?

Uno de los grandes aportes del trabajo de Dorlin es ver cómo sitúa la defensa en el contexto histórico y socio económico de la época que analiza. Es nuestra responsabilidad como feministas hacer un ejercicio crítico de las estrategias que nos damos en la época en la que vivimos, donde nos gobierna la violencia de la extrema derecha, el fascismo social se ha impregnado en cada una de nosotras, y el liberalismo ha construido subjetividades meritócratas. El desafío pareciera ser estar siempre atentas a no reproducir los mismos mecanismos de violencia que se han ejercido históricamente sobre nosotr*s, ni a permitir que se haga en nuestro nombre.

Editorial HEKHT presenta a Elsa Dorlin en Buenos Aires.

El 27/06, a las 19.30hs, en el Centro Cultural Matienzo, Elsa Dorlin, Luli Sánchez (abogada, lesbiana y activista) y Florencia Mazzadi (directora del Festival de Cine Migrante), integrarán el panel en torno al libro “Defenderse / Una filosofia de la violencia”.

*Feminista pro sexo y lesbiana.  

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