Dossier Especial: Mujer y ciudad

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Por Valeria Tellechea

Acercándonos al Género

Sabemos, no sin razón, que la temática de género se ha formado su propio espacio en las dimensiones cotidianas. Una Ley de Matrimonio Igualitario y una Ley Contra la Violencia de Género no tienen su origen per se, sino que es el resultado de la interacción para el debate entre distintos sectores de la sociedad.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de género? Muchas cosas pensamos, creemos y hasta incluso damos por hecho cuando discutimos sobre estas cuestiones, y sin embargo existe esa sensación de no estar cien por ciento seguras y seguros al respecto. Tal vez un punteo en los términos más comunes nos ayuden a comprenderlo mejor.

Género: podemos definirlo como las especificidades de cada sexo, esas cosas que nos hacen ser hombres o mujeres, entendidas en el marco de una sociedad. Son esos significados que socialmente asignamos y las relaciones que entre ellos se establecen.

Cuestión de género: el poder y la exclusión son las claves para pensar este enfoque. No es establecer el problema en el hombre o en la mujer, sino en la capacidad de poder repensar las relaciones de desigualdad a las que estamos acostumbradas y acostumbrados, ver más allá de lo que creemos como natural. Cuestión de género en tanto discriminación de género.

Violencia de género: hay muchos matices al respecto. Podemos establecer varios tipos de violencia, sea esta verbal, psicológica, sexual, entre varias otras. Es el momento en donde una persona, y mayormente la mujer, se expone a situaciones violentas por el sólo hecho de ser mujer, dentro de una sociedad con relaciones fuertemente paternalistas.

Transversalidad de género: es el proceso por el cual, tanto hombres como mujeres, se apropian de igual manera del proceso, desarrollo e implementación de programas y políticas públicas, para que ambos se vean beneficiados. Es, sobre todo, la mirada de la mujer para establecer nuevas relaciones de igualdad, sin olvidar las particularidades de cada uno.

Equidad de género: es el objetivo de la transversalidad. Es lo más simple y lo más complejo. Equidad de oportunidades y acceso a los mismos derechos en mismas condiciones.

Hay muchas más definiciones y cuestiones para presentar y debatir, pero es sólo una aproximación a un tema complejo como necesario. Acercarnos para ver diferente, y mejor.

Mujer y la ciudad: Una reflexión pendiente

Vivimos nuestra ciudad a diario. La transitamos, la sentimos, la odiamos y la deseamos. Es la ciudad el lugar de encuentro de distintos grupos, de diversidades que establecen relaciones complejas, donde se articulan y se combinan distintos fenómenos sociales. Arena de luchas donde intentamos ser reconocidos.

Históricamente, estos espacios fueron pensados para los varones; ellos eran dueños de estos espacios públicos, y de esta idea partía la utopía urbana. Su planificación no fue participativa, sino autocrática y exclusiva, pensada también para evitar revueltas comunistas. Y donde la mujer quedaba por fuera de este esquema.

En nuestro contexto actual mucho se ha dejado atrás, nada de esto nos suena familiar, e incluso hasta puede sonar irrisorio. Hoy sentimos ser dueñas también de estos espacios, como si formáramos parte de ellos desde siempre, como una situación normal donde la ciudad nos fue naturalmente dada. Y no es erróneo pensarlo, porque hemos internalizado las relaciones que se dan lugar en ella.

“Derecho a una ciudad segura y equitativa para las mujeres” es un proyecto que se lleva a cabo a través de distintas organizaciones de cooperación descentralizada, con el fin de intercambiar experiencias y miradas en el ámbito de la discusión de género en Latinoamérica, para generar políticas públicas desde esta concepción, y lograr una ciudad más abierta y democrática. En este proyecto convergen ideas de la Municipalidad de Morón, la Alcaldía Mayor de Bogotá (Colombia), la Municipalidad de Escazú (Costa Rica), el Ayuntamiento de Sant Boi de Llobregat (España) y el Centro de Comunicación e Investigación Aplicada “Mujer y Sociedad” (Perú).

Este intercambio de experiencias locales viaja a través de capacitaciones, charlas, seminarios, para compartir y analizar en pos de organizar propuestas de políticas públicas que conlleven esta nueva mirada, a través de monitoreos que permitan sensibilizar a la población y ver un poco más allá de lo que comúnmente lo hacemos.

En el caso de Argentina, este intercambio se vio reflejado en el seminario que lleva el mismo nombre del proyecto, y que tuvo lugar el pasado mes de julio en la Municipalidad de Morón. Su coordinadora, la licenciada en Psicología Clara Attardo, dio una primera aproximación sobre este propósito para dar lugar a una charla dentro de un marco de experiencias latinoamericanas, en pos de una mirada que trascienda las fronteras. Ciudad segura no entendida como concepto de criminalización y represión, sino como libertad. Ciudad equitativa para el desarrollo de todos los sectores que en ella convergen, para disminuir diferencias y democratizar los espacios públicos.

Pero ¿cuáles son esas diferencias que tenemos que aprender a ver? Algunas son más obvias que otras, pero ninguna deja de sumar a la exclusión en la ciudad. Un hombre que se nos acerca demasiado en un colectivo, dejar de hacer cosas por ser de noche, limitar espacios verdes a canchas de fútbol y conformarnos con lo que sobra para la mujer. Simples situaciones que se viven cotidianamente nos llevan a sentir que, más allá de las diferencias superadas, todavía la mujer no consigue hacerse del lugar público como sí lo hace en lo privado. Una ciudad que expulsa hacia adentro a la mujer, como al hombre hacia fuera.

Y en este contexto, un primer paso que es fundamental: “estamos inmersas en un conjunto, no aisladas, y con nuestras propias especificidades. Y esas especificidades son las que debemos reflexionar. Nos debemos un profundo proceso de autorreflexión”, nos dice Ana Isabel Arenas, economista y consultora metodóloga del proyecto. Un punto de partida con una mirada particular, la mirada de la transversalidad de género, de una sociedad diversa donde tanto hombres como mujeres puedan beneficiarse dentro del marco del desarrollo de políticas públicas, para borrar las diferencias y lograr la equidad de sus destinatarios. Es, por esto, un proyecto íntegramente político, donde la responsabilidad social es fundamental para su puesta en marcha.

Y es en esta idea donde se centra el objetivo del proyecto: la institucionalización del monitoreo en la transversalidad de género para la planificación y ejecución de políticas públicas. Este monitoreo consiste en ver cómo estamos hoy, ver lo que tanto nos cuesta por estar acostumbradas a todos esos lugares comunes, por interiorizar ese hábito que está afuera, pero que por ello también está muy adentro nuestro; como construcciones colectivas de pequeñas experiencias que nos ayude a sensibilizar a toda la población, a tomar conciencia que estas cosas no son naturales, y desarrollar así políticas inclusivas para romper con los estereotipos institucionalizados.

Este es un tema sumamente conflictivo. Pensar que las mujeres y los otros grupos excluidos, ya sea por clase social, etnia o religión, van a apropiarse de las ciudades sin pasar por un proceso de conflictividad, entonces somos muy ingenuas e ingenuos”, explica Clara Attardo. Pero no por ello vamos a dejar de vivir la ciudad, de sentirla, de odiarla y de amarla. Sólo debemos aprender a ver de nuevo, desde adentro hacia fuera. Sensibilización interna para modificar lo externo. Porque la ciudad es y será arena de luchas, pero es necesario que esas luchas empiecen a tomar forma. Con nuevos ojos.

Entrevista a Clara Attardo, coordinadora general del proyecto

Si se entiende que el espacio público está construido por y para los varones ¿Cómo pensamos una ciudad equitativa, con una mirada puesta en la transversalidad de género?

La idea de poder pensar una ciudad inclusiva implica en todo momento el poder generar estrategias novedosas, creativas, tener voluntad política, obviamente, visibilizar que existen grupos excluidos de distintas maneras. Es necesario generar estrategias para poder transformar la ciudad, en la medida que las comunidades, las mujeres y los grupos excluidos estemos de alguna manera visibilizados, y como estamos por fuera debemos apropiarnos de nuestro poder para cambiar, luchar para que esto cambie.

Si hablamos en la práctica, se puede hacer muchísimo, desde cómo está construido un espacio público como un espacio para hacer deporte, que pueda apropiárselo todo el mundo, crear un multiespacio. Pero si seguimos pensando que ese espacio es para los varones y que las mujeres tenemos que jugar con las muñecas; si no modificamos estas cuestiones internamente, es casi imposible. Tenemos que trabajar con arquitectos, ingenieros, políticos, y fuertemente en la sensibilización de las comunidades para sentir que los espacios pueden y deben ser de todos.

¿Cómo se genera esta toma de conciencia?

Hay que hacer de esta situación una cuestión propia, sensibilizarnos internamente en un arduo trabajo de autorreflexión. Porque algunas cosas están muy naturalizadas, al punto de decir “pero si yo circulo”, “pero si yo voy y vengo”. Y después preguntas: ¿te tocaron en el tren? La respuesta es sí. ¿Eso hizo cambiar tu manera de vestir? La respuesta es otra vez si. Y por ello dejan de estudiar de noche, tal vez. Esto es una cuestión de recorte de libertades, esto es expulsión y exclusión, esto es discriminación.

¿Cómo se puede hacer extensible el proyecto?

Nosotros estamos trabajando con municipios de afuera. Tenemos mucho vínculo con Rosario porque es una ciudad que ha avanzado en temas de género. Es necesario seguir para adelante con otros municipios pero en lo local todo esto está para ser construido. Ciudad segura llega como instancia superior ya que anteriormente trabajamos mucho la problemática de la violencia y otros temas relacionados. Hay lugares que aún no han empezado, así que es un largo camino por recorrer.

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