El feminismo mutante

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Por Elizabeth Chorubczyk

Suave introducción al feminismo queer

Hoy día una mujer puede usar vestidos o pantalones, trabajar ocho horas diarias, votar e incluso ser presidente, pero si un hombre decide renunciar a su empleo para abocarse a las tareas del hogar y el cuidado íntegro de sus hijos, rápidamente es juzgado de severo modo por sus amistades, familiares e incluso por su propia pareja.

Hace mucho tiempo existió un feminismo que ha buscado equiparar la desigualdad social de las mujeres igualando la mujer al hombre, no así en camino inverso. Este feminismo, muy atrevido en su época, ahora vive desactualizado, repitiendo una y otra vez luchas desde un lugar donde reafirma el machismo que supuestamente combate: un feminismo que sigue defendiendo a la mujer como la persona débil, violada y hostigada, por un hombre fuerte, malo e insensible. ¿Es acaso la mujer verdaderamente la única víctima del machismo y la única que puede ser feminista?

Para responder esta pregunta sería bueno observar un poco más de cerca un hecho concreto de nuestra realidad. Aún hoy día los vestuarios de natación siguen siendo iguales que en décadas anteriores: los niños aún no entran en la pubertad y ya se les educa desde lo edilicio a cómo sentirse respecto sus propios cuerpos. Los vestuarios se dividen según la genitalidad, y la única diferencia entre uno y otro es un simple elemento: la cortina. Así, con la presencia de dicho elemento se enseña a quien tiene vagina que debe avergonzarse de su cuerpo, que debe cuidarlo cual templo que puede ser conquistado o ultrajado, que debe ser pudorosa, que no debe dejarse ver ni desear ver porque esto la hace puta, rara, loca, enferma, indeseable, no-respetable. Mientras tanto, en el otro vestuario, con la ausencia de la cortina en las duchas, a quien tiene pene se le enseña a que debe estar orgulloso de su cuerpo, que debe mostrarlo confiado cual guerrero listo para la conquista, que no debe sentir vergüenza de ser visto porque si se baña contra la pared, con la mirada baja, incómodo por este evento íntimo vuelto social, esto hace pensar que tiene un pene chico, que es menos hombre, que es puto, raro, enfermo, indeseable, no-respetable. Este ejemplo básico demuestra a simple vista cómo los mandatos sociales son opresivos para ambos géneros y que la opresión no es de un hombre sobre una mujer, de hecho estamos hablando de niños cuyos cuerpos aún no han desarrollado ninguna diferencia más allá de haber nacido con genitales externos o internos.

La mujer que tiene todos los atributos para concebir vida y que decide no ser madre rápidamente es estigmatizada no sólo por el hombre sino también por las otras mujeres del mismo modo que se juzga a la que se baña con la cortina abierta. La opresión de un género no está a cargo de otro, ambos están oprimidos por la cultura en la cual nacieron, una cultura machista donde ella vino al mundo a traer hombres, y él vino al mundo a conquistarlo. El feminismo clásico ha luchado para librarla a ella de las cadenas, pero no de librarlo a él de sus obligaciones como hombre.

Estamos lejos del capítulo final

La heteronormatividad es un conjunto de certezas respecto los comportamientos esperados y se basan – en primera instancia – en la genitalidad. Según la misma se nace con falo o sin él, en consecuencia se es hombre o no se es, y se siente atracción por aquello que complementa, es decir: quien tiene falo es hombre y gusta de quien no tiene falo que es mujer, y viceversa.

La teoría queer es un conjunto de conocimientos que vienen a quebrar con esa construcción cerrada. Los hombres homosexuales son el exponente de que se puede tener falo y sentirse atraído por otra persona con falo sin dejar de reconocerse hombre, del mismo modo que las lesbianas demuestran que se puede no tener falo y sentirse atraída por otra mujer sin dejar de reconocerse mujer.

Las personas trans quiebran con la regla de que si se tiene falo se es hombre y si no se lo tiene se es mujer, mientras que las personas intersexuales demuestran que no siempre se nace con falo o sin falo tan tajantemente como lo plantea hegemonía cultural dominante bisexista.

Pero estos quiebres, más allá de ser en la mayoría de los casos remitidos con facilidad a homosexuales, lesbianas y personas trans, son quiebres que no garantizan escapar de la heteronormatividad aún llamándose de otro modo.

La lucha del feminismo queer se basa principalmente en que cada persona goce el derecho de decidir por sobre su propio cuerpo, sea cual sea esa decisión, incluso si la decisión es casarse con una persona del sexo opuesto y tener hijos, y esta lucha no deja a nadie afuera, porque toda persona que nació en esta cultura lo único que tiene de natural es ser machista.

Si tu mamá no te abortó aún tenés tiempo de hacer algo al respecto.

Y eso que hay para hacer no es una sola cosa, son muchas, y me incluyo en eso. Tenemos mucho por aprender, mucho por deconstruir, mucho por trabajar. Tal como lo decían las galletitas de la fortuna que repartía en la XX Marcha del Orgullo: “Ser open mind no es sólo tener la mente abierta, es también dejar que algunas cosas salgan y que otras entren”.

www.effymia.com

Commentarios de Facebook

1 Comentario

  1. maria

    es interesante la nota, pero muy inexacta en el significado de la palabra falo. Falo no es sinonimo de pene, solo en su raiz originaria y muy precoz tienen alguna similitud. Despues se desprenden, y alguien puede ser muy falico y no tener pene, o viceversa. La portacion o no del organo viril, no aporta la falicidad al sujeto.
    Era solo este aporte.
    Maria

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