MARCHA DEL ORGULLO TRANS – 50 AÑOS DE LA REVUELTA DE STONEWALL

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En Buenos Aires, el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+ fue el día del orgullo trans/travesti. Por 4ta vez, se realizó una marcha contra los transfemicidios y travesticidios. En lo que va del 2019, se estiman entre 30 y 40 muertes, sin haber datos oficiales.
También fue un día de orgullo trans, porque se rememoraron los 50 años de la revuelta histórica de #Stonewall, rememorando a quienes iniciaron los disturbios contra la policía, las normas y el gobierno: mujeres trans racializadas y trabajadoras sexuales. El origen del orgullo LGBTIQ+ tiene sus nombres: Marsha P. Johnson y Sylvia Riviera.
Una ley de cupo laboral trans nacional y una ley de reparación histórica, fueron los reclamos centrales de esta marcha que desde este año pasó a denominarse plurincional.

Este es el documento que leyeron las travestis y trans convocadas por el Movimiento Nadia Echazú y el Hotel Gondolín:

50 Años. Medio Siglo. Una Revuelta que cambió la historia, una bisagra, una revolución, un grito de liberación colectiva, eso fue Stonewall, eso ocurrió el 28 de junio de 1969. Es historia, y es presente. Travestis, transexuales, mujeres y hombres trans, drag queens, putas, lesbianas, gays, marikas, bisexuales, trabajadoras sexuales,  migrantes, indigentes, afro descendientes, latines, y otras personas racializadas, se enfrentaron a las fuerzas policiales, a los garantes del orden moral, a los guardianes de la hetero-normatividad obligatoria, para defender su derecho a la propia vida, a su libertad sexual, a reunirse y a vestirse como les dé la gana, a divertirse, a bailar, cantar, y reír. La vergüenza dio paso al Orgullo, al orgullo de ser Libres.

Recordamos que Sylvia Rivera  y Marsha Johnson (dos personas trans, latina una, y negra la otra), fueron grandes protagonistas de esas jornadas históricas, y que tras el constante hostigamiento policial avalado por una sociedad moralista, decidieron organizarse a partir del levantamiento de Stonewall, hace ya 50 años. Ellas abrieron la casa STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries) para alojar y ayudar a las chicas en situación de calle, presas, o vulneradas, sabiendo que nuestro colectivo nunca supo esperar, porque no tiene los mismos tiempos de los que gozan las personas blancas y cis-sexuales.

Hoy en día las cosas cambiaron un poco, y fue gracias a la incansable lucha, que (como Marsha y Sylvia), sostuvieron Mariela Muñoz, Nadia Echazú, María Pía Baudracco, Diana Sacayán, Lohana Berkins, Mocha Celis, y tantas otras valientes luchadoras. Pero la pelea por nuestras vidas no termina, porque la sociedad moralista de hace 50 años sigue poniéndonos en peligro y negándonos los derechos más elementales. Desde tiempos inmemoriales el colectivo travesti-trans ha sido objeto de todo tipo de violencias, ha sido víctima de un verdadero Genocidio. Se ha intentado por todos los medios su eliminación, su exterminio. Con la complicidad de sectores religiosos, que llegaron a asociarnos, incluso, con lo más abominable; con todo el poder de los Estados, con el poder policial, con leyes represivas, con el apoyo del aparato médico-legal, con el respaldo domesticante de la psiquiatría más nefasta, se ha tratado de borrarnos del mapa social, de invisibilizarnos, de “reformarnos”, y adaptarnos a un modelo cis-hetero-normativo y trans-excluyente. Se nos echó de nuestras casas, de las escuelas, del sistema educativo, del sistema de salud, del mundo del trabajo formal, e incluso, de los trabajos más precarizados, para condenarnos a la clandestinidad y forzar nuestra extinción social. Esos discursos trans-odiantes fomentaron las violencias hacia nuestro colectivo, nos demonizaron, nos convirtieron en lo indigno, en el mal ejemplo social que debía ser extirpado por el bien de la “normalidad” dominante. El machismo más violento encontró en quienes descargar su ira y todas sus frustraciones. Los travesticidios y los transfemicidios son la consecuencia natural de esos discursos de odio. El travesticidio de Diana Sacayán, y el transfemicidio de Marcela Chocobar, son claros ejemplos de las terribles consecuencias que producen esos discursos que muchas veces se ocultan en nombre del amor, y que se reproducen impunemente desde los púlpitos de muchas iglesias, y por todos los medios de comunicación. Basta de necro políticas neoliberales. Es hora de terminar con tanta impunidad, es hora de que el Estado repare tanto daño causado, tanto silencio cómplice, y tanta maldad disfrazada de buenas intenciones. Ya basta de Genocidio trans-travesti.

En el contexto actual, de cada vez más ajuste, de despidos masivos y precarización, de incremento de la xenofobia y del racismo, de persecución policial y represión contra nuestras compañeras, y de violencias constantes contra las personas trans, entendemos que para conquistar todos los derechos por los que peleamos y para implementar efectivamente los que ganamos, se necesita presupuesto orientado a garantizar nuestras identidades.  Es imposible formar profesionales con perspectiva de género para que se nos contemple, así como una ESI (Educación Sexual Integral) que realmente nos incluya, sin presupuesto para salud y educación. Es imposible que realmente se respeten la Ley de identidad de género y la ESI, sancionadas hace 7 y 13 años respectivamente, sin un presupuesto orientado específicamente a garantizar nuestros derechos. El Estado y los gobernantes son responsables,  y la sociedad, cuando es indiferente, es cómplice.

Bien sabemos que, muchas de nuestras compañeras sufren maltratos físicos y psicológicos en las calles, tanto de parte de personas transfóbicas, como de funcionarios, y principalmente, de la misma policía que debería protegernos. Al querer acceder a un centro de salud terminamos siendo, muchas veces, maltratadas y discriminadas, donde además de recibir una mala atención, nos dejan de lado viendo la gravedad de la situación, y en algunas circunstancias, hemos  llegado a perder muchas vidas de compañeras a raíz de dicho maltrato. Por todo eso exigimos al Estado proyectos de capacitación para sensibilizar al personal de salud, la implementación de consultorios amigables que respeten nuestras identidades de género, con profesionales formados sobre nuestras necesidades específicas como personas trans, travestis y no binaries, que garanticen una mejor atención a nuestro colectivo. La ley 26437 estipula que toda persona tiene derecho a una salud integral y un trato digno para una mejor calidad de vida. Es importante la integración de personas trans, travestis, y no-binaries, en el sistema de salud,  especialmente en los espacios de atención al público, en el área de enfermería, y entre les profesionales médicos.

La ciudad no debería ser un privilegio para personas cis-heterosexuales blancas, el acceso a la vivienda, tampoco. Demandamos políticas públicas que nos permitan acceder a viviendas dignas. El uso del espacio público debe estar libre de transfobia, de xenofobia, de racismo, y de todo tipo de discriminaciones clasistas y patriarcales. Nuestras compañeras negras, afro descendientes, de pueblos originarios, migrantes, racializadas, de identidades diversas, no deben ser víctimas de prácticas abusivas, ni de extorsiones policiales. 

Nuestro colectivo ha sido excluido también en las aulas, por eso exigimos una educación que nos incluya y que no nos discrimine, para esto es necesaria una educación sexual integral con perspectiva transfeminista, implementada por profesionales con formación en perspectiva de género en todos los niveles educativos. No puede haber ninguna persona trans y no binarie fuera de las aulas. Hacen falta gabinetes psicopedagógicos para contenerlas y protegerlas de manera integral en todos los niveles educativos, también protocolos para la prevención y eliminación de los casos de violencia física, psicológica y simbólica que viven diariamente las personas de nuestro colectivo. 

Necesitamos inclusión en los deportes y en el mundo de la recreación y el tiempo libre, que el espacio público no sea un lugar cis-heterosexual. Para esto, la educación tiene que garantizarnos la integración en la sociedad, ya que el deporte, la cultura y la recreación son derechos fundamentales para nuestra vida.

Queremos infancias trans libres de violencia machista, que cada niño, niña, o niñe, viva libremente, con una educación que enseñe a respetar en la diversidad, que las infancias trans sean incorporadas en las políticas públicas, que cada familia cuente con las herramientas para contenerlas y que el estado garantice su seguridad para que las infancias trans sean plenas y felices.

Las juventudes trans hemos sido históricamente negadas en cuanto a nuestra identidad y nuestro goce, invisibilizadas por un sistema cis-hetero-patriarcal pero también adulto-centrista. Nos han negado el derecho a autopercibirnos libremente, nos han negado la educación y los espacios de contención, nos patologizaron bajo las “crisis de la adolescencia” y otras supuestas enfermedades, nos hicieron creer confundidas, confundidos, confundides y nos negaron hasta la expresión de nuestras identidades de género. Muchas tuvimos que escapar de nuestros “hogares” o autonegarnos la identidad para protegernos. Los obstáculos burocráticos para acceder a nuestros derechos siendo menores de edad deben ser eliminados, la necesidad de que nos escuchen y nos tomen en cuenta como sujetas políticas es urgente y exigimos espacios de participación para les jóvenes trans y no binaries, trabajo digno y educación.

La etapa de la vejez trans-travesti es la más vulnerada, con un promedio de vida de 35 años, el Estado nos invisibiliza y niega de la manera más cruda. Sumado a la exclusión que vivimos constantemente,  nosotras, quienes somos sobrevivientes, le exigimos al estado que nos garantice los derechos básicos de una vejez digna, a través de una jubilación y un sistema de salud que nos proteja. Nuestro bajo promedio de vida no nos permite obtener una jubilación que nos permita vivir superando los 60 años a causa de la estigmatización y las violencias sufridas sobre nuestras identidades y nuestros cuerpos. La silicona líquida, la mala praxis, el consumo problemático, la salud precaria, en síntesis: la exclusión.  Por todo esto, exigimos una ley de reparación histórica para todas nuestras compañeras travestis-trans adultas mayores.

Entendemos que la ley de cupo laboral trans-travesti, y transgénero, es de suma importancia para nuestro colectivo ya que somos expulsadas del mercado laboral formal. Esta situación nos lleva a muchas a tener el trabajo sexual como única forma de sustento de nuestras vidas. La falta de alternativas laborales, la falta de acceso al trabajo registrado,  impacta en forma directa en nuestro promedio de vida (que llega sólo a los 35 años). Exigimos que la ley de cupo laboral se implemente en todo el país, en todas las provincias, en todos los municipios, y en todas las reparticiones estatales, para que podamos acceder a un trabajo formal y con derechos laborales. Demandamos la urgente reglamentación, y la efectiva implementación, de la Ley de Cupo Laboral trans-travesti sancionada en la Provincia de Buenos Aires, y la puesta en vigencia del cupo laboral en todas aquellas provincias y municipios que lo hayan aprobado. Tenemos derecho al trabajo, y a una vida digna.  

El genocidio trans-travesti, las violencias y los abusos provocados por los edictos policiales y por los códigos contravencionales, que criminalizan nuestras formas de supervivencia, demandan una Ley de Reparación Histórica Integral para nuestras adultas mayores. Las sobrevivientes al Genocidio trans-travesti merecen una ley que reconozca los daños ocasionados por las políticas represivas sobre nuestras identidades. La derogación de los códigos contravencionales, y las alternativas laborales concretas, son demandas impostergables para nuestro colectivo. 

MARCHA DEL ORGULLO TRANS-TRAVESTI

Buenos Aires, 28 de Junio de 2019.-

Basta de Genocidio trans-travesti. A la clandestinidad, al calabozo, y al silencio, no volvemos nunca más. ¡Será Justicia!

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