Militantes del deseo/ activistas del derecho

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Marcelo M. Benítez o las políticas sexuales en la argentina reciente (1970-1990s)

Por Emmanuel Theumer

Estamos en Avellaneda, en las afueras de capital federal, y Marcelo M. Benítez nos recibe con entusiasmo. Atravesar el mural que esconde su modesto hogar es casi un ejercicio de transliteración histórica: estamos en uno de los espacios donde tuvieron lugar reuniones clandestinas del Frente de Liberación Homosexual de Argentina. Estamos en una topografía de la memoria, una historia de la sexualidad reciente, un pasado reciente vivido, un momento en que nuestras propias ficciones identitarias se desmontan mediante un portal de pasados y presentes discutibles.  

Marcelo M. Benítez, alias MBb -Natalia- Marcelo Acosta, fue muy posiblemente el único militante homosexual que permanece activo durante los años 70’ y 90’. Lo que me interesa no es tanto impulsar una historia de los héroes de bronce, cuya visibilidad y vigencia dependa de las exclusiones pasadas y presentes, sino, más bien, una biografía política, en los términos sugeridos por Mabel Bellucci(1), un modo de introducirnos, a través de su propio recorrido políticosexual, en la historia de los movimientos sexodisidentes de Argentina, sus múltiples y cambiantes rearticulaciones. Sus políticas sexuales, sus refiguraciones políticas. Al hacerlo, persigo algo diferente que las historias acumulativas de progreso, un triunfo lineal que arroga ocupar el lugar, fijar la memoria, totalizar el legado. Como veremos, tanto el conflicto como la discontinuidad son buenos compañeros de cama en esta práctica de escritura.

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Revista Nueva Presencia (1984), créditos de la imagen: Alicia Segal

El pubis en el que alguna vez viajamos

“…nos tienen miedo, miedo a nuestra sexualidad fuera de la ley, y a su propia sexualidad reprimida-negada-olvidada”

Grupo Eros, Somos  n° 5 (1974)

El Frente de Liberación Homosexual de Argentina (FLH) fue una organización sexodisidente descentralizada y clandestina que operó en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores entre 1971 y 1976. Si bien el FLH tiene por fundación la convergencia de intelectuales y un micro-grupo, Nuestro Mundo, en 1972 la entrada del grupo Grupo Eros, integrada por jóvenes estudiantes universitarios, poetas y con experiencia militante de izquierdas, darán un impulso radicalizante al mismo que signará el apartamiento de los primeros(2). Tanto las volanteadas como las intervenciones en conferencias públicas, tanto la edición de la revista Somos como la creación de un grupo de “concientización”, fueron algunas de las acciones ejecutadas por el FLH.

Sabemos por sus integrantes que Eros puso en cuestión las propias retóricas de emancipación articuladas en torno a la liberación homosexual. No se trataba de una salida del closet, al estilo coming out gay, ni tan solo de integrar la revolución sexual a una más amplia, la revolución socialista. El FLH no solo introdujo un nuevo sujeto revolucionario -el homosexual, aunque también la marica- que puso en cuestión la figura del obrero, la juventud, el pueblo sino que más bien quebró cada una de estas figuraciones a través de la diferencia homosexual(3). La alternativa no era un integracionismo, sino la función revolucionaria de la homosexualidad capaz de activar perversiones latentes contra-capitalistas. Hacia 1974 Benítez lo explica magistralmente: “el matrimonio burgués heterosexual (…) es la forma que adopta el sistema sexista para concretar la opresión (…) el otro camino es ver lo positivo que ofrece nuestra sexualidad y cuántos tipos de relación no opresiva se pueden dar entre las personas (…). Somos nosotros y sin que ello signifique que queda agotada la función revolucionaria de la homosexualidad, los que le devolvemos al ano del varón su carácter de zona erógena, capaz de dar placer” (“El homosexual es aquel que no puede…” [pp. 42-43] Somos n°5) Este espectro político-sexual, que posibilitó diálogos con feministas radicales -no así materialistas- es el que permitirá introducir un conjunto de abordajes temáticos de índole afectiva, a menudo no rastreables por versiones hetero-escépticas de la política, que van de un glosario de jerga-sexual a la distribución de volantes con forma de frutas y mariposas. Y en el medio teteras, muchas teteras.

Buena parte del estado de la cuestión ha insistido en describir los intentos de diálogos que el FLH realizó con la izquierda, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), la agrupación político-armada Montoneros, la Juventud Peronista (JP) así como la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF). Los primeros sin resultados significativos mientras que los segundos quizás más provechosos, algo rastreable en la creación del grupo de estudios Política Sexual (1972-1974) que realizará una de las primeras intervenciones ante la prohibición de la píldora por el peronismo y publicará un texto algo olvidado “La moral sexual en Argentina”(4).

Aprovecharon la primavera camporista para acercarse a Montoneros y abrir la posibilidad de una democracia capaz de disolver los edictos policiales anti-homosexuales, tal como les llamaban. “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros”, les respondieron. Machismo=Fascismo. Cuando la alternativa revolucionaria precipitó, marcaron su negatividad contra el Estado, cuestionaron la experiencia cubana denunciando las UMAP y la definición de la homosexualidad como “patología social” al tiempo que introdujeron una hendidura, el libre ejercicio de la sexualidad. Soltate. La Triple A lanzó su amenaza invitando al asesinato y al encierro de homosexuales. Desobediencia sexual. El FLH construyó “una verdad de sí frente a los discursos de la psiquiatría”(5): introdujeron la homosexualidad como un hecho natural de la mano de Daniel Guerin, bebieron de la antipsiquiatría de David Cooper para poner contenido a la despatologización de la homosexualidad en curso, interceptaron a la heterosexualidad compulsiva gracias a las feministas radicales -como Kate Millet- y no fue para sostener el binomio hetero-homo en beneficio de una autoafirmación identitaria sino más bien para incitar a la “homosexualidad latente” -Wilhelm Reich y Herbert Marcuse aquí son leche nutricia- entre otras perversiones reprimidas por el logo capitalista, una política de la transparencia. El Frente de Liberación Homosexual no fue ni un peronismo, ni un trostkismo. Ni un liberalismo ni un comunismo. El Frente de Liberación Homosexual puso más bien en cuestión todas estas vertientes políticas desmontando el subtexto heterosexual que anidaba en cada una de ellas y reproducido por la politicidad del momento. Dicha política sexual alcanzó un máximo de tensión cuando, desde Eros, llegaron a postular que “no se trataba de liberar al homosexual, sino de liberar la homosexualidad que cada uno llevaba dentro”(6) colocando al FLH en un horizonte radical compartido por el Frente de Acción Revolucionaria (FHAR) francés y el Frente Unitario Homosexual Revolucionario Italiano (FUORI!). La influencia de sus respectivos riñones intelectuales, Guy Hocquenghem y Mario Mieli, es significativa. Revolución Total. El FLH bebió del marxismo, la antipsiquiatría, los freudomarxistas, la sexología moderna, el feminismo radical pero no tuvo maridaje con ninguna. El FHL trajo consigo lo propio de las historias sexodisidentes: operaba desestabilizando metarelatos a través de su expresión paradójica, la de invocar la homosexualidad para negar la negación de la homosexualidad y, al mismo tiempo, poner en cuestión esa propia plataforma de enunciación intentando hacer de ella algo diferente. Abriendo el culo de Marx y Freud, pero también de Perón y el Che.

Para 1976 el FLH tenía muy en claro que su propia existencia era producto y posibilidad del “profundo grado de descomposición de la sociedad capitalista dependiente argentina” (Somos, n° 8, Enero de 1976). Durante aquellos años, con su amigo Perlongher privado de la libertad y el FLH ya disuelto, Benítez escribe el poema “Arde Paris” (1976) en un esfuerzo afectivo-político por registrar su experiencia militante:

Descarnadamente te conmueves de todo, como si el reflejo de aquellas desgracias

te robara el color de la boca o la consistencia del pubis en el que alguna vez viajamos.

Benítez junto a la primera activista transexual, Karina Urbina (TRANSDEVI), produciendo mascaras para la marcha del orgullo (1993).

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Abriendo la democracia

“El amor es un derecho, perseguirlo es una violación”

Grupo Federativo Gay (1984)

“El dolor de ya no ser y el recuerdo de haber SIDA”

Revista Humor (1985)

“Estamos en tren de organizarnos y partimos de una sola idea en la cual todos estamos de acuerdo: los derechos de los homosexuales son parte de los derechos humanos” respondía Marcelo Manuel Benítez en una entrevista concedida hacia mayo de 1984(7). La transición democrática constituyó un momento bisagra en la resemantización, reorganización y repolitización de la protesta sexual argentina, licuadas ahora en torno al uso estratégico de los derechos humanos y el liberalismo democrático heterosexista. Tal contexto no escapó a las experiencias organizadas sexo-disidentes y que mejor que Benítez para rastrear dicha reconversión política(8). Benítez tendrá participación tanto en el Grupo Federativo Gay (GFG) como en la  Comunidad Homosexuales de Argentina (CHA). Posteriormente, a principios de los años ´90, realizará contribuciones a Gays DC pero bajo un perfil menor al de años previos. La encuesta del GFG -espacio del que participará junto a Zelmar Acevedo (ex FLH) y Elena Napolitano, una de las primeras activistas lesbianas-, realizada a diferentes partidos políticos con el objetivo de conocer su postura sobre la homosexualidad es un claro ejemplo de este contexto transicional, en el que cobrará nuevamente terreno la lucha por la derogación de los edictos policiales, ahora compartida por homosexuales, punks y prostitutas.

Nuevas isotopías discursivas cobrarán terreno bajo la reorganización del duelo abierto por el “Nunca Más”. Una de las paradojas activadas por los homosexuales consistirá en volver discutible el cierre de un pasado reciente que deje por fuera tanto la marca homosexual del cuerpo detenido-desaparecido, así como la continuidad de un circuito de detención-represión que, increíblemente, parecía haberse acentuado en plena apertura democrática. Benítez comenzará a investigar una seguidilla de asesinatos a homosexuales que alcanzaron cobertura mediática. Publicada originalmente en la revista del GFG, Postdata ( 1, 1984) ensayará hipótesis argumentativas que vinculan a dos Comandos de Moralidad pero, también, sugerirá que precisamente el relajamiento del propio aparato de vigilancia de la dictadura es el que volvió disponible una infraestructura policial de seguridad urbano-sexual que harán de sus edictos -2°h, 2°f- no solo una “caja chica” sino un intento heterosexista por regular el espacio público democrático(9).

A lo largo de los 80´ uno de los conflictos desatados alrededor de la CHA estuvo dado por sus políticas de visibilidad -“dignidad” y luego “orgullo”- así como por el privilegio otorgado a la categoría gay, en proceso de estetización corporal y de distinción social. En 1987 así lo expresaba Benítez: “Si los homosexuales significaron un punto de fuga, de desterritorialización, para todos aquellos que huían de las formalidades de las relaciones heterosexuales (como el matrimonio o el noviazgo), buscando en la noche cierta indiferenciación deseante, ahora los gays oponen su “identidad”, tan ficticia como cualquier otra, a efectos de territorializar, o sea, sujetar en nuevos códigos a quienes vagabundean sin intención de orientarse hacia un destino sexual claro”(10). No es muy difícil notarlo: Benítez es uno de “Los últimos homosexuales”, en los términos sugeridos por Ernesto Meccia, que resiste y cuestiona políticamente el propio proceso de desdiferenciación socio-sexual en curso(11).

Esta reacitud -también rastreable en prácticas artísticas, literarias, cinematográficas- en torno a las políticas de darse a conocer y sus efectos asimilacionistas fue sentenciada por otros exmilitantes del FLH y activistas de los 80´: Néstor Perlongher le llamó “La desaparición de la homosexualidad” (1991) mientras que Manuel Puig, sin mayores preámbulos, lo caratuló como “El error gay” (1990). Desidentificación ya sugerente en los artículos de Jorge Gumier Maier (“Los usos de un gay”, “La mítica raza gay” de 1984), todos ellos publicados en El porteño, e inclusive en Ahora, los gays (Ediciones de la Pluma, 1984) de Alejandro Jockl. Unos años más tarde, Juan José Sebrelli hará lo propio en Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades (Sudamericana, 1997). La famosa portada de la Revista Siete Días (1984) en la que Carlos Jáuregui y Raúl Soria publicitarán el modelo de la pareja gay constituye un importante signo visual de la discontinuidad sexo-semiótica en curso. También un esfuerzo por dejar de compartir editoriales con avistajes de OVNIS, misticismos y sustancias psicotrópicas(12).

La crisis del SIDA, la “pandemia de la significación” parafraseando a Paula Treichler, constituirá un auténtico parteaguas político. La CHA entrará en un proceso de crisis que será compartido, en Rosario, por el Movimiento de Liberación Homosexual. Tanto las múltiples versiones de la pandemia como los mecanismos de prevención suscitarán debates irreconciliables, para el caso, en torno a la campaña “Stop Sida” de 1987. Benítez, del mismo modo que Perlongher en Brasil, impulsará objeciones al uso de preservativos por considerarlos un mecanismo de normalización sexual dirigido a controlar los deseos, un quiebre irreconciliable con la liberación homosexual de los años 70´. Tanto la CHA como el MLH introducirán variaciones en sus retóricas políticas introduciendo lenguajes biomédicos y farmacológicos que fueron leídos como des-homosexualizantes. Dicha controversia también se desató en torno a la posibilidad de inyecciones internacionales destinadas al financiamiento de las campañas dirigidas a la prevención. Este complejo y doloroso contexto marcará el alejamiento de varios de sus activistas, incluidos Marcelo M. Benítez y también de Carlos Jáuregui, quien luego dará fundación a la agrupación Gays DC. A partir de entonces Benítez, en parte por un desgaste acumulado, reducirá su perfil, aunque continuará colaborando en revistas, paneles, encuentros de discusión. Si, por un lado, será reconocido por su capacidad de hilvanar memorias en torno a la desobediencia sexual del FLH, dicho ejercicio, por otro, tendrá lugar en un contexto demandante de institucionalización y derechos, asunto que permite comprender los conflictos desatados en torno a los modelos de organización, la crisis del SIDA y las políticas de la visibilidad. Sus propios sedimentos político-carnales, su propia biografía política, es la que entra en fricción. Marcelo Manuel Benítez -tanto como Ruth Mary Kelly o María Elena Odonne- encarna las cualidades de un personaje de la transición, como tal, del conflicto para lograr una versión acabada de la democracia política.   

Que Benítez colabore, pero a la vez no asista, en las primeras marchas del Orgullo Gay-Lesbiano, hacia 1992-1993, es casi un mise in abyme histórico-político que signa las tensiones y reconversiones en curso. La segunda mitad de los años noventa, ya retirado del activismo, estarán enmarcadas por las resistencias al menemato -y su autocontracción estatal- pero también por otra rearticulación sexual en la que la visibilidad y la identidad signarán la ulterior acción colectiva contenciosa(13). En 1996 la XI Conferencia Internacional del SIDA, celebrada en Vancouver, anunciará un avance significativo que orbitará la sintaxis política de la muerte a la lucha por un cuerpo vivible. Nuevas invocaciones colectivas comenzarán a tomar forma a través de los encuentros nacionales “LGTT” y la “diversidad sexual” avanzará como un discurso de escenificación pública al calor de la uniformalización y estandarización de lenguajes internacionales impulsadas por algunos activistas con, para, desde y ante el Estado y sus mediaciones transnacionales. Son los años post-Conferencia de Beijing que tendrá como efecto la extensión de una categoría antes extraña a la lucha política argentina: el género. Aunque para 1984 Benítez comienza a sugerir que los derechos homosexuales son derechos humanos recién en 2011 el Consejo de Derechos Humanos de la ONU se expedirá en tal sentido, pero ahora bajo los términos de “orientación sexual” e “identidad de género”.

La historia de los movimientos de resistencia sexual es la historia de un sujeto tan inestable como antagónico. Es la historia de un sujeto que no pre-existe a sus agenciamientos sexo-políticos. Cuando la revolución estaba a la vuelta de la esquina, el FLH politizó la liberación de la homosexualidad a través de una política de la transparencia. Cuando la rearticulación del duelo público frente a la última dictadura cívico-militar hizo época, los grupos homosexuales -la CHA y otras- plantearon que los derechos de los homosexuales son derechos humanos. Entonces una política de la identidad floreció como nunca antes lo había hecho. La experimentación cederá terreno a la identidad, la desobediencia sexual a la integración civil, la clandestinidad a la visibilidad, el fuera de sí al dentro de sí, la revolución a la democracia liberal, las teteras al palacio legislativo, el deseo a la prevención, la liberación de la homosexualidad al orgullo gay. La militancia del deseo al activismo por los derechos. No necesitamos romantizar tales discontinuidades históricas. Ninguna de estas transformaciones sexo-semióticas constituyen panaceas u ontologías de la disidencia: fueron, más bien, articulaciones socio-históricas de una invocación paradójica cuyos efectos políticos llegan a nuestros días.  

Gracias a Juan Pablo Queiroz, Mabel Bellucci y Marcelo Manuel Benítez por haber posibilitado la escritura de este trabajo.
Foto de portada: Frente de Liberación Homosexual, encapuchados.

[1] Bellucci M., Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política (Planeta, 2010)

[2] Este punto ha sido sugerido por Néstor Perlongher en Acevedo Z., Homosexualidad. Hacia la destrucción de mitos (Del Ser, 1985) y Juan José Sebrelli Escritos sobre escritos… (Sudamericana,1997), El tiempo de una vida (Sudamericana, 2005) El FLH estuvo integrado por Nuestro Mundo, Bandera Negra, Emanuel, Safo, Homosexuales Católicos, Alborada, Triángulo Rosa, Profesionales y Eros. A efectos del privilegio otorgado en este escrito, cabe mencionar que el grupo Eros contó entre sus integrantes con Perlongher, Marcelo Manuel Benítez, Eduardo Todesca, éste último recordado por facilitar los vínculos con montoneros, Alejandro Jockl, Fernando García, Néstor Latronico, Jorge Giacosa, entre otros.

[3] Antes que el “homosexual masculino” Eros defendió a la marica por su capacidad de desestabilizar el circuito público de reconocimiento que tomaba al sujeto hetero-cis-masculino como referente. Este punto generó fricciones internas y es rastreable en el documento “Homosexualidad Masculina y Machismo. Análisis de un esquema ideológico-sexual machista” firmado por el Grupo Profesionales y publicado en el único número del periódico Homosexuales, en julio de 1973.

[4] La necesidad de alianzas minoritarias-subversivas estuvo presente en la temprana traducción que mítico llamamiento de Huey Newton para las Panteras Negras. Las tensiones del FLH -entre Eros, Nuevo Mundo y Profesionales- en cuanto a la revolución sexual son manifiestas en el reportaje “El desafío de los homosexuales”, Revista Así (1974) En cuanto a trayectorias políticas, Benitez iniciará su militancia en el PST pero se alejará de la misma por el fracaso electoral de 1973 y por la homofobia extendida entre sus compañeros. Si bien el PST contará con figuras excepcionales, como Nahuel Moreno y Nora Ciappone,  la apertura de la plataforma política a la cuestión de la mujer y de los homosexuales difícilmente llegará a las bases. Para una lectura alternativa véase Trebisacce C.-Mangiantini M., "Feminismo, diversidad sexual y relaciones sexoafectivas disidentes. Apuestas y tensiones en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) entre 1971 y 1975", Revista Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda, Año 4, Nº 7, 2015. Para un panorama de los vínculos entre feministas y el FLH véase Bellucci M. “Relaciones Carnales”, Suplemento Las12 (Página 12, 16/11/ 2012) e Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo, (Capital Intelectual, 2014) Un análisis íntegro del FLH en Vespucci G., “Explorando un intrincado triángulo conceptual: homosexualidad, familia y liberación en los discursos del Frente de Liberación Homosexual de Argentina”, Revista Historia Crítica, N° 43, 2011.

[5] Véase M. M. Benítez, “Néstor Perlongher. Un militante del deseo”, La tecla eñe.  Tomo prestada la propia alocución de Benítez, militancia del deseo, para releer políticamente a Eros y por extensión al FLH.

[6] Entrevista a Marcelo Benítez, junio de 2016. Este asunto será recordado a través de diferentes documentos por parte de la CHA y Gays DC. Véase las publicaciones de Benítez, “Reportaje a Perlongher”, Vamos a Andar (1988) ySemblanza política de Perlongher”, Revista Confidencial Argentina n° 2 (1992). Para fines de los noventa las recepciones de la teoría queer y la teoría política posmarxista serán utilizadas para resaltar la naturaleza esencialista sostenida por el FLH en su concepción de la liberación, en contraste con la posterior diversificación identitaria y alianzas emergentes entre gays, lesbianas, transexuales, travestis. La visibilidad aquí será rescatada desde su condición de exceso y como operación de ficcionalización capaz de situarse conflictivamente en la escena pública. La objeción es discutible, cabría recordar que el “perverso polimorfo” freudiano estaba presente en el corazón mismo de los fundamentos filosóficos-políticos de Eros-FLH. El Frente insistió en la homosexualidad pero todo su accionar político estuvo atravesado por el libre ejercicio de la sexualidad, el derecho a disponer libremente el cuerpo y la posibilidad de abrir otras zonas erógenas. Tal se desprende de su manifiesto teórico, Sexo y revolución (1973), apostó a la apertura de un cuerpo del deseo y a la posibilidad de una sublimación no-represiva, por hacer nuestra la jerga freudomarxista. Cfr. Olivera G., en Forastelli F.-Triquell X. (comp.) Las marcas del género, Universidad Nacional de Córdoba, 1999. Tanto Forastelli como Olivera otorgan precisión heurística al subrayar la “política de la transparencia” del FLH.

[7] “Durante el proceso secuestraron y mataron a muchos de nosotros”, entrevista a M. M. Benítez, Revista Nueva Presencia, Nº 360, 1984.

[8] Aunque buena parte de la academia por entonces reflexionaba en torno al estado burocrático-autoritario, el campo intelectual no fue ajeno a esta tensión entre la crisis de la formas insurreccionales setentistas y la evacuación de la protesta a través del lenguaje de derechos humanos. Tal debate fue decisivo en la presentificación pública de las víctimas de la última dictadura cívico-militar y central para la elaboración de un duelo público en torno a ésta. Dicho panorama es rastreable en Punto de Vista, véase el monográfico “La izquierda: crisis de una cultura política” (n° 20, 1984) e Isidoro Cheresky, “La emergencia de los derechos humanos y el retroceso político” (n° 43, 1992) Aunque algo distante de sus inmensas estructuras de análisis, estoy con Immanuel Wallerstein cuando sugiere que los derechos humanos son la contradicción insalvable del liberalismo y que por ello podrían operar de modo antisistémico o como meros auxiliares del Estado. Bajo sus términos, la democratización impulsada “desde abajo” incrementa el desorden del sistema. Cfr. Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos (Desde Abajo, 2008).

[9] Este argumento será posteriormente retomado historiográficamente, véase el trabajo de Insausti J. en D´ Antonio D. (comp.) Deseo y Represión (Imago Mundi, 2015). La investigación de Benítez será utilizada extensamente por Carlos Jáuregui en La homosexualidad en Argentina (Tarso, 1987) dónde otorgará una cifra icónica a los desaparecidos, la figura de “los 400” y durante años iniciará los informes anti-discriminación de la CHA.

[10] Prólogo inédito a El fantasma del Sida (Puntosur, 1988) de Néstor Perlongher. Archivo privado Marcelo M. Benítez. Una versión preliminar fue publicada en Revista Nueva Presencia, n° 446, n° 447 (1986) El libro de Perlongher también vincula la cuestión del Sida con la extensión imperialista del modelo gay. Cabe mencionar que el impacto de Michel Foucault -tanto su “sociedad disciplinaria” como el acribillamiento de los freudomarxistas mediante sus críticas a la “hipótesis de la represión”- así como de Gilles Deleuze y Félix Guattari, será significativo e impulsará, durante los años ´80, relecturas de la propia experiencia del FLH. Hoy resulta curioso que, antes que la teoría queer, esta temprana recepción telúrica de la filosofía postrestructuralista francesa introducirá fuertes críticas a las políticas identitarias, privilegiando el deseo deleuziano antes que el placer foucaultiano.

[11] Consúltese Meccia E., Los últimos homosexuales (Gran Aldea, 2011).

[12] Analizando la espacialización de la identidad gay, William Foster vio en la CHA la necesidad de contrarestar el “largo tiempo oscuro” de la categoría “homosexual” y la posibilidad de lograr una definición más teórica y política de lesbianas y gays. Cfr. Foster W., Buenos Aires. Perspectives on the city and the cultural production (The University Press Florida, 1998). Los dos números de la revista Sodoma (1984), del Grupo Acción Gay, también permiten rastrear las resistencias a la implantación de lo que podríamos denominar, con Paul Preciado, el gay farmacopornográfico. A excepción de la CHA, que optó decididamente por la institucionalización, la gran mayoría de estos micro-grupos fueron de carácter efímero y escaso anclaje territorial.

[13] Hacia 1993 Marcelo Ferreyra, integrante de Gays DC, sintetizará dicho contraste como el paso la marica revolucionaria a la integración civil del gay. Ferreyra M. “Etapas del Movimiento Gay, gays por los derechos civiles”, I Encuentro Latinoamericano de Minorías Sexuales, Santiago de Chile,1993. En el curso de los noventa el activismo por los derechos mediante vías legislativas caracterizará a la CHA y Gays DC. Esta vertiente legalista es rastreable en los intentos de lograr ordenanzas anti-discriminatorias, en la conocida disputa por la Personería Jurídica, también en los debates suscitados en torno a la privación del voto, la reforma de las contravenciones y los proyectos de unión civil. En cada uno de estos conflictos las fronteras sexuales -que afectan la ciudadanía, el espacio público, el Estado y la comunidad, en breve, el reconocimiento- fueron disputadas y renegociadas, volviendo asequible la figura del gay ciudadano.

Publicada originalmente el 02/12/2016 a las 16:25

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1 Comentario

  1. Web Hosting

    Se trata de derechos adquiridos, cuya defensa es necesaria para proteger la vida y la integridad de las mujeres. El 3 de junio logro que el tema de la violencia machista se instale en la agenda publica y obligue a los poderes del Estado a responder con politicas.

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