“Nos merecemos la oportunidad de contar nuestra propia historia”

Fiorella Díaz
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Transiciones y migraciones, un recorrido por la vida de Fiorella. 

Por Sofía Espul

Génesis Fiorella Díaz, mujer trans, migrante de Paraguay. Nació en el Chaco paraguayo hasta que se instaló junto a su familia en Asunción. Llegó a Buenos Aires hace casi 10 años y se convirtió en la primera migrante en obtener el DNI de extranjera bajo la ley de Identidad de Género en Argentina. Infancia, migración, militancia y un recorrido hasta llegar hoy en día a ocupar un puesto en el Ministerio de Trabajo de la Nación.

Infancia trans | La clave de la transformación

¿Cómo fue tu paso por la escuela? 

Empecé el jardín de infantes en Emboscada, una localidad rural de Paraguay en la que vivía con mis abuelxs maternxs. Me acuerdo que no había mucho para hacer más que recorridas; atrás de la escuelita había tipo un pantanal con agua y pasto, íbamos mucho ahí, le dábamos de comer a los patos, era más natural. Después, cuando mi mamá decidió llevarme a Asunción, tuve que hacer de nuevo el jardín. Me encontré con cosas que nunca en la vida había visto, con juguetes que me deslumbraban. La maestra abrió un baúl, gigante, antiguo, con un montón de juguetes, todo lo que podías imaginarte en tu infancia había en ese baúl. Lo primero que me llamó la atención fue una peluca rosa, la agarré y me la puse, fue como la clave de la transformación, sentí como si mi cuerpo empezara a despedir algo, como si me salieran alas y me transformé, me convertí, muy mágico. 

Tenía 7 años y de ese momento nunca me olvido. Era una peluca lacia, tenía muchos brillitos, brillaba mucho. Desde ese momento, maquillarme a la mañana, vestirme, elegir qué me voy a poner, es una producción mágica.

Ahí empezaron los conflictos porque jugaba mucho con cosas “de nenas”, que no me integraba al grupo de los varoncitos, y para qué… La primaria ya fue un mundo de problemas.

¿Y cómo fue a medida que fuiste creciendo?

Me costó, yo vivía con mi familia -que siempre me apoyó-, aunque tenía algunos encontronazos con mi mamá pero nunca me prohibió ser quien yo quería ser. Las peleas eran más porque le usaba sus cosas y todo eso ella lo mezquinaba. Mi papá viajaba mucho, era topógrafo de una empresa constructora, a veces se quedaba quince días, uno o dos meses y después volvía a viajar por muchos meses.

Crecí con una infancia muy de nenita pero fue un desafío muy grande enfrentarme a una sociedad muy machista. Iba a un colegio religioso junto a mis hermanxs pero no encajaba en ningún lado, siempre había algo en mí que estaba mal, toda mi vida educativa la pasé más en la dirección que en el aula, porque iba con las uñas largas, iba con el pelo pintado o porque contestaba, era muy respondona o me peleaba con alguien. Siempre era la culpable pero estaba defendiendo lo que estaba construyendo. 

La charla de los 15 con papá

Me educaron para que me vaya descubriendo y vamos viendo qué pasa. Para mí era raro que mi papá nunca me haya dicho nada. Cuando cumplí 15 años fue la primera vez que hablamos, de ese día no me olvido más. Yo cumplo el 12 de marzo, estaba re emocionada por cumplir los 15 porque me imaginaba los quince que yo quería, con vestido y todo, aunque no fue del todo así, yo me imaginaba eso. 

Mi papá estaba de viaje. Ese día de mi cumpleaños él llegó a la madrugada y me despertó para ir a desayunar. Me regaló una piedra que todavía la tengo, un corazón rosa. Ese día me habló, me dijo que ahora que ya era grande estaba muy orgulloso de mí, que pensara todo lo que quería hacer, que no me limitara, que él siempre iba a estar conmigo, que no le dé importancia a la gente porque uno no vive de la gente. Me quedé mirándole porque no sabía de qué me estaba hablando, cuando él me da un abrazo y me da un beso en la frente, me dijo que todo lo que yo decida para mi vida iba a estar bien, que lo único que él me pedía era que me cuidara y que sea alguien en la vida, me puse a llorar, lo abracé con toda mi fuerza, me le trepé encima y él lloró. Ese fue el momento más lindo que tuve con mi papá, esa conexión muy fuerte que todavía siento como me vibra el corazón al tener ese recuerdo.

Último año de escuela

Al último año de secundaria llegué con el pelo largo, bien rubia. Me acuerdo que era el 24 de febrero del 2008. Faltaban 10 minutos para que cerraran el portón, llego y estaba el Director del colegio, la vicedirectora, la secretaria y una profesora en la puerta, cuando me ven… ay no sabés… yo no sé si el director se descompuso. Entré con un rubio dorado que parecía el sol saliente de esa mañana. 

Ese último año empecé a soltarme más, a hacerme respetar, no me importaba quienes eran, yo me defendía, les daba un bofetazo, porque sino me pasaban por encima y era siempre el chiste. Me dije que no tiene porqué ser así, sentirme distinta, diferente, no podía permitir que otras personas me tomen de punto. 

Me hice respetar y así me fueron conociendo, me tuve que enfrentar a la comisión de padres de ese momento, porque yo hacía actividades “de mujeres”, no “de varones”, en educación física jugaba handball, voley, nunca a la pelota. Era el putito del colegio, al cual todo el mundo tenía derecho a tratar mal, los padres de otros alumnos, o gente que venía y me decían cosas. A mis profesores ya al último momento no los dejaba que me traten mal o me bajen puntos por ser quien quería ser, me descalificaban en las materias y se agarraban por ese lado.

Fueron muchos años de no querer levantarme para ir al colegio, siempre era la misma situación todos los días, ya estaba cansada. Mi papá me alentaba un montón. Terminé en diciembre de 2008, contenta, no fui a recibir el diploma porque se hace en la iglesia, con el cura, con una misa, ni tampoco a mi fiesta de graduación por respeto a mis compañerxs para no generar conflicto con la comisión de padres.

Ese mismo año, en enero después de las fiestas, tuvimos una charla con mi papá para ver si seguía estudiando, le dije que sí, que quería ser abogada y me inscribí en la universidad católica María Auxiliadora. Fue más difícil, me encontré con otra clase de gente, otras autoridades, no me sentía bien, hice el primer cuatrimestre y lo tuve que dejar. Hablé con mi papá y me dijo “cuando vos te sientas cómoda (ahí él ya me trataba en femenino) lo vas a hacer”, y nunca más retomé.

Llegada a Buenos Aires

La familia de mi papá era de Argentina, de San Fernando, pero se mudaron a Brasil cuando él y sus hermanas eran adolescentes. Cuando entré en crisis luego de la separación de mi primer pareja, él me dio la opción de venir a vivir acá.

Vine en el 2011 o 2012 a la casa de una amiga de mi papá a la que le decíamos tía. Me fui a su casa, ella vivía en una villa y me encontré con una realidad distinta de la que yo venía, vi la realidad de otra gente con pocos recursos, para mí era todo muy nuevo y angustiante. En un momento me peleé con esta señora, por una pavada, y por bocona decidí irme de la casa. 

En ese período había conocido a una paisana mía que vivía cerca. Cuando se arma todo este conflicto, agarré mis cosas y me fui. Me acuerdo que hacía frío, me quedé debajo del toldo de un supermercado chino toda la noche. No sabía dónde ir, qué hacer, parada con mi maleta. Como a eso de las 6:30 de la mañana veo que viene una señora caminando, era mi paisana, y me dice “ay nena qué haces ahí, ¿estás esperando a tu tía?” y me puse a llorar. Le conté la situación y me llevó a su casa. 

A todo esto desesperada llamándole a mi papá porque me quería volver. La casa de esta señora quedaba en Villa Hidalgo, José León Suárez. Ella era una divina, pero era una casa muy chiquitita y ya eran un montón los que vivían ahí y me daba mucha vergüenza, porque encima vivíamos en un pasillo que teníamos que tener cuidado para salir porque había gente dando vueltas y andaba la Gendarmería que si no sabían de qué casa eras o no te reconocían te llevaban detenida. 

Yo no salía porque era indocumentada, estaba con mi documento de allá, era turista. Pasaba el tiempo y no podía comunicarme con mi papá, me quedé todo ese año ahí con ella. Necesitaba generar plata, la ayudaba en la casa, cuidándole a sus hijxs, les llevaba a la escuela. Ella limpiaba casas, de ahí una de las dueñas de una casa que ella limpiaba, tenía una peluquería en San Isidro. Ella habló por mí. Yo lo único que sabía hacer era lavar, maquillar, uñas y nada más, no cortaba el pelo. Fui, me tomó, trabajé, con mi primera platita me fui a alquilar en el mismo barrio, detrás de la casa de ella que era una casa de una señora peruana que en el fondo tenía cuartitos. Iba descubriendo distintas cosas y me gustó y dije yo no vuelvo más, por algo la vida me dejó acá y voy a pelearla. 

Pasó ese año y al tiempo me entero, cuando entré de nuevo a las redes sociales, que mi papá había fallecido. Mi familia no sabía nada que yo estaba acá, él solo sabía. Yo me quería ir, entré en una depresión terrible, estuve mal, angustiada. En un momento me agarró la locura, me agarré todo, había juntado unos pesitos y me iba a volver. Esta misma señora que me había recogido me dice “¿y a qué te vas a ir? tu papá ya se murió y desde donde estés lo vas a poder recordar siempre” y no me fui, no me volví. 

El sueño del DNI

¿Cómo fue que lograste conseguir tu DNI?

Apenas había llegado me presenté en Migraciones, ahí empezó todo el tramiterío, me dieron la precaria, el documento bla bla bla. Al tiempo que me dieron el documento me entero que me podía hacer el DNI bajo la ley de identidad de género, yo me pensaba que era solo para personas nacidas acá. Me asesoré con las compañeras de ATTTA, me dijeron que tenía que pedir un permiso al consulado de mi país, se tenía que relevar un montón de cosas, antecedentes de acá, de allá. 

Cambiar todo el historial en migraciones de masculino a femenino llevó dos años. Fui diez mil veces, me mandaban de un lado a otro. Al final estuvo todo bien, me tomaron las huellas de vuelta, me hicieron todo de nuevo, me sacaron las fotitos, me cortaron el otro DNI y me dijeron que en quince días me iba a llegar un mensaje para avisarme que estaba en camino. Cuando me llegó ese mensaje no sabés… era un viernes y el cartero iba a venir el lunes, no dormí en todo el fin de semana. Te juro que el lunes a las 6 de la mañana me preparé un termo de mate y me senté en la puerta de mi casa a esperar. No me moví ni para ir a hacer pis. Veo que viene de allá, cuando se acerca me dice “Génesis esto es para vos”, cuando me lo da, rompo el sobre, hago saltar el plástico y no puedo creer que en ese plástico está plasmado un sueño que nunca pensé iba a poder realizar, lo que para mí y para muchas de nosotras era un sueño nada más, no me puede estar pasando a mí, hasta hoy día no puedo creerlo. Así me convertí en una de las primeras extranjeras en haber podido acceder a la ley de identidad de género acá, costó pero llegué.

Fiorella Díaz. Ph: Teresa Perez

La influencia de la militancia

Mi activismo lo comencé en el 2013, ya habían pasado 2 años que estaba acá. Primero me derivaron con ATTTA por el tema de mi documento, conocí a Marcela Romero y a un montón de compañeras que me dieron una mano para poder tramitar el DNI. De ahi conoci al Movimiento Evita, fue mi primera militancia. Empecé a participar de talleres conversatorios, a conocer otras provincias a las que fui con las chicas de ATTTA. Me emocioné, volvi a caer en una depresión grande por reflejarme en compañeras con realidades que no sabía que existían, que la estaban pasando peor  y que tuvieron una infancia y una adolescencia peor que yo. Ahí me comprometí a poder hacer algo, porque a mi la Argentina me dio mucho, me dio un sueño que jamás iba a poder realizar en mi país, acá tuve la oportunidad de poder crecer como persona, reconocieron mis derechos. No sabía a qué me estaba exponiendo porque toda la cuestión de la política, de ser visible en un lugar que ni tenía idea de que se trataba, me costó. Hasta que lo entendí y empecé a darle molde a toda la información, lo que fui, lo que voy siendo. Me dio herramientas para poder defenderme en la vida, porque soy sola, no cuento con familiares acá, más que con amigxs y buena gente que he conocido que me han contenido y me dieron una mano. Para ese abrazo familiar, de sentirme protegida están esos compañerxs.

Actualidad, trabajo y cupo laboral trans

¿Y ahora en qué estás trabajando?

Ahora estoy en el Ministerio de Trabajo, en su momento estaba a cargo de un programa que hoy no existe que eran seguros de capacitación y empleo para personas vulneradas, donde se trabaja mucho con la población trans o víctimas de violencias, con personas privadas de su libertad y otras cuestiones. 

Hoy me siento bien conmigo misma, porque logre un montón de cosas, más allá de todas las dificultades y obstáculos que tuve que cruzarme en el camino. Desde lo colectivo falta un monton todavia, seguimos siendo sujeto de discriminación, de violencia, de burlas. El estado tendría que reconocer la lucha real de muchas compañeras, la Argentina y Latinoamérica creció un montón en materia de diversidad y de las disidencias. El mundo va cambiando, va evolucionando pero hay sectores que no, que se siguen conservando en un molde que no se puede romper porque no lo quieren, porque se niegan. La lucha sigue, se va a seguir insistiendo para construir una sociedad más igualitaria.

¿Hace unos días comenzó a tratarse el proyecto de la ley de cupo laboral trans, crees que pueda salir?

Creo que si, ya en Provincia está aprobada, acá en San Martín ya está aprobada como ordenanza municipal. Hay compañeras que empezaron a trabajar en el ámbito público y privado. Creo que también los políticos tienen que correrse un poco y dejarnos esos espacios donde poder expresarnos. 

No es lo mismo que yo hable por las compañeras cis, ni que ellas hablen por nosotras, porque más allá de que sean las mismas luchas, son distintas las experiencias. Acá hay mucha historia, la cual no se reconoce. Muchxs se apropian para llevarlo como suyo, eso no tiene que ser así. Nos merecemos la oportunidad de contar nuestra propia historia, nadie puede venir a hablar por nosotras. Yo estoy mas del lado de las compañeras que venimos de ese sector más vulnerado por el sistema, más rechazado por la sociedad, la viví en mi país y también acá. Hay que darle la oportunidad a través de este proyecto de ley a que el cupo laboral no sea selectivo, que sea para compañeras que tengan otro nivel de formación. El 99% de la población trans no tiene formación académica, hay que hablar de las comodidades de estas nuevas generaciones, ahora es como un privilegio vivir pero fue gracias a la lucha de muchas compañeras que hoy ya no están. Como Pía Claudia Baudracco que impulsó la ley de identidad de género, Diana Sacayan con el tema del cupo laboral trans, Lohana Berkins, y así muchas que ya no están que nos dejaron un camino recorrido del cual nosotras tomamos hoy esas banderas. Que eso se pueda contemplar en este proyecto de ley, educar a estas compañeras que no terminaron el secundario, que no pudieron ingresar a universidades, son las que más necesitamos en este momento. Hoy si no tenés título no te contratan ni para barrer el jardín de tu casa, así lo que hacen es discriminarnos y sacarnos del sistema.

¿A vos el hecho de ser extranjera te hizo sentirte discriminada? 

Sí, también. Yo fui discriminada por ser trans y migrante, desde afuera y también dentro de mi población. Muchas compañeras ante el primer conflicto con lo primero que me salen es con que soy de otro país, volvé a tu país, qué haces acá, la verdad que te duele, yo no le estoy robando nada a nadie. Migrar es un derecho, ningún país de Latinoamérica es de raza única. Todos venimos de mezclas de distintas migraciones. 

Se tiene que poner en agenda política la situación de lxs migrantes, una no viene a robar cosas de un país a otro, una viene a buscar cosas que en su país le fueron negadas. Todo el tiempo la gente va migrando y va buscando su horizonte. Soy descendiente de alemanes por un lado y de pueblos originarios del otro y estoy orgullosa, no reniego de donde vengo, ni de mis antepasados, al contrario me siento privilegiada de venir de ese lugar.

Trabajo sexual

Cual es tu opinión sobre el trabajo sexual?

Es todo un tema, hay mucha confusión, cuando hablamos del sistema prostituyente lo que hablo con mis compañeras es de la tercera persona que condiciona el trabajo sexual, no de lo que nosotras decidimos. Porque pareciera que deciden por nosotras pero no nos preguntan qué es lo que nosotras queremos realmente, no nos dejan pensar tampoco a nosotras. Nos imponen una hipótesis o un análisis elaborado por otras personas que no vivieron eso, entendes? Yo quiero decidir, quiero saber que es lo que yo puedo hacer, si a mi me gusta el trabajo sexual, yo puedo trabajar como administrativa, o ser directora de una escuela y puedo seguir ejerciendo el trabajo sexual y eso no me tiene que afectar a mi como persona ni como ciudadana. Yo lo puedo hacer en mi casa, lo manejo yo…

Sí, que sea un trabajo reconocido..

Si, que las compañeras puedan decidir qué es lo que quieren hacer, no puedo hablar por las demás, no puedo hablar por nadie.

¿Para vos es necesario reglamentarlo?

Si, es que es lo mismo… vos ponés en una bandeja el aborto, si lo legalizás va a dejar de existir la clandestinidad de mujeres que van a lugares a hacerse abortos mal hechos, eso disminuiría la mortalidad de las compañeras. Lo mismo pasa con el trabajo sexual, si lo legalizas, al registrarlo como un trabajo reconocido, las compañeras van decidir que es lo que quieren, entendes? No va a haber un tercero que te pueda condicionar, porque es una decisión personal. Eso pasa también con un montón de cosas, no puedo hablar de las compañeras usuarias de drogas porque yo no consumo, nunca viví y nunca pasé por eso. Tampoco voy a hablar del aborto, más allá de que acompañe, porque no quiero que le pase a mi hermana, ni a mi sobrina quiero que si lo deciden en algún momento estén las condiciones dadas y lo puedan hacer con toda la libertad. Esto pasa por ahí, es una decisión de las compañeras porque entiendo que muchas pueden decir hacerlo. 

Estamos de acuerdo en que algunas cuestiones tienen que cambiar y compartimos algunos puntos de las compañeras que son abolicionistas, pero ahora no pueden venir a decir que el trabajo sexual no es trabajo porque para muchas sí lo es. No hay que desconocer, porque vos no lo viviste, lo vivimos las que estábamos paradas cagadas de frío todas amontonadas rozándonos para darnos calor, hasta que aparecía un cliente y una se iba o que la otra tenga suerte y sino nos íbamos todas a nuestras casas. Eso molesta, mi enojo es ese, una no puede hablar por las demás. Yo siempre cuento mi historia, lo que yo viví porque eso es lo que doy a conocer, no me puedo hacer cargo de la historia de las demás porque no la viví yo y no puedo contar una historia distinta. Tengo que hablar de mi y solo de mi, no de las otras, no las conozco. De última opinar y hasta ahí, no mucho tampoco.

Ph: Teresa Perez

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