Trabajo sexual: de objeto de estudio a sujeto político

Trabajo sexual: de objeto de estudio a sujeto político
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Por Romina Behrens*

Es incómodo volver a los errores del pasado cuando son propios, de esos actos que hoy nos causarían contradicción, pero hoy voy a hablar de eso.

En el pasado fui abolicionista! Sí! Creía que la prostitución era una violación mediada por dinero, porque se lo había leído a una académica. En fin. Me toca discutir sobre trabajo sexual en Santa Cruz, una provincia que tiene una historia muy específica con la prostitución, pero que desde el 2009 a la fecha adoptó una moral sexual que censuró cualquier pensamiento que apenas reflexione sobre el lugar de las que voluntariamente ejercen el trabajo sexual.

Vivo en un territorio de mayoría abolicionista. Y hay muchas compañeras que no apoyan de ninguna manera la lucha por el reconocimiento de derechos a lxs trabajadorxs sexuales con argumentos que van desde que no se puede regular el proxenetismo hasta que la prostitución no es trabajo, es violencia, nadie puede elegir este trabajo, no le dirías a tu hija que trabaje de eso, etc.

Por eso quiero compartir algo muy mío, de lo que me apeno pero también justifico por la etapa de mi vida en la que estaba, por mis pensamientos radicales, por los grandes ideales que aún sostengo pero que creía se cumplirían con la revolución a todo o nada. 

Hace ya más de… puf… creo que ¡18 años! estaba en la fila por entrar a la Feria del Libro en Caba, y una activista de Greenpeace se acercó a pedir firmas -mi firma- para un proyecto que pedía cobertura de salud, aporte jubilatorio, elementos de higiene y seguridad para los cartoneros. ¿Se acuerdan? Crisis del 2001, saqueos, desocupación, gente pidiendo en la calle, comedores por todos lados, roperitos… Mi antigua yo, una “pequeña bolchevique” como me llamaba una querida compañera, dijo que no. ¡Obvio! ¿Cómo voy a firmar una petición que condenaba a esxs pobres al cirujeo profesionalizado? El Estado tenía que hacerse cargo de que esa gente no esté revolviendo la basura de los que más tienen. Si queremos combatir el capitalismo, si queremos suprimir las desigualdades de clase, no podemos apoyar eso. Y yo que estaba por entrar a la Feria a comprar más libros que me hablaran de la Revolución, pasé de largo y no firmé. 

Con los años reflexioné mucho sobre eso. No por defender a Greenpeace sino por la elaboración de las ideas que fui teniendo. Pueden buscar montones de publicaciones que hablan de la historia de los cartoneros, de sus organizaciones, de sus cooperativas de trabajo, de los derechos que fueron conquistando, e incluso de los espacios políticos que los apoyan y los acompañan en sus luchas. 

Casualmente, muchos de esos apoyos que tienen en el debate sobre prostitución son abolicionistas. Y tras la discusión sobre otorgar derechos a quienes ejercen el trabajo sexual, estos espacios deciden llamarse al silencio o se ponen en contra de esta lucha por considerar que quienes ejercen esta actividad vienen de historias que las empujaron a la prostitución y que no han podido elegir libremente.

Volviendo a los cartoneros, siempre me encanta contar mi paso por Villa Itatí. Durante mis estudios universitarios, participé de proyectos comunitarios, de derechos humanos, de comunicación, educación popular; con personas muy hermosas con las que nos volvemos a encontrar en las luchas después de muchos años. En Itatí conocí niñes y jóvenes que ahora ya son adultes, y conocí la Cooperativa de Cartoneros, nos contaban cómo trabajaban, cómo se organizaban, y la enorme articulación que tenían con el barrio, desde proyectos de alfabetización, prevención y acompañamiento de adicciones, prevención de violencias, etc. Me lo contaron pero también lo vi con mis propios ojos. Recuerdo los bolsones apilados y ordenados por la separación de la basura, y recuerdo también los rostros de orgullo cuando hablaban de su trabajo y de su organización. Para nada voy a romantizar el trabajo de cartonero porque bien ellos saben el esfuerzo de cada noche y la precariedad contra la que luchan. 

Y yo no quise firmar esa petición porque creía que la revolución era a todo o nada. Menos mal que en Itatí me hicieron ver otra cosa. Que la revolución es el objetivo pero no ocurre de la noche a la mañana. Después de varios años, encaré una investigación doctoral siendo abolicionista y después de la largas reflexiones sobre cómo producimos conocimiento, los preconceptos de quien investiga y la relación con esos “objetos de estudio” pude encontrar algo que no esperaba: las protagonistas no discuten si el trabajo sexual es un trabajo, si son abolicionistas o no lo son, ellas viven de eso, crían a sus hijxs con eso, son estigmatizadas por la sociedad y excluidas de todos los derechos. Y mientras esto pasa, un sector del feminismo discute sobre prostitución, (¿se compra libros en una Feria?) y piensan en la revolución: el patriarcado se va a caer. 

Por si no fui suficientemente clara con el planteo, no podemos dejar a las personas esperando mientras planificamos la revolución, si no llegamos con eso al menos lleguemos con algo. ¿No ven que cualquier negatividad sólo las empuja a profundizar las desigualdades desde las que parten? 

De ciruja a cartonero, de cartonero a reciclador, ¿no es una historia en la que también se puede ver cómo las personas son empujadas a determinados lugares por su condición de clase? ¿Por qué los grupos abolicionistas sí apoyarían este tipo de trabajo?

Las preguntas que seguirían son repetitivas para mí. Las hicimos muchas en muchos lados: qué se considera trabajo, quién puede elegirlo realmente, qué se considera dignidad, etc. Así que ahora voy por otro camino de reflexiones, en homenaje a la entrañable “pequeña bolchevique” que alguna vez fui. ¿Cambió algo que yo no firme esa petición para los cartoneros, que no apoye la ampliación de derechos para ellos? ¿Transformó las relaciones económicas desiguales? ¿Se cayó el capitalismo? ¿Ganaron algo?

Mientras un sector del feminismo discute sobre la prostitución y pretende erradicarla, el colectivo de trabajadoras sexuales se organiza para paliar las consecuencias que genera el contexto de pandemia. “¿Qué se siente que tu objeto de estudio pase a ser sujeto político?” pregunta provocadora que propone Georgina, la secretaria general del sindicado de trabajadoras sexuales, cuando discute con aquellas que hablan de las otras, sin las otras. Pregunta que, además, cuestiona la única mirada posible sobre el tema: la víctima y la opresión total del patriarcado sobre ellas.

Ahora te propongo trasladar las preguntas sobre los cartoneros al tema que nos convoca. ¿Cambió algo que vos no firmes la carta de AMMAR, que no apoyes la ampliación de derechos para ellas? ¿Transformó las relaciones sexogenéricas desiguales? ¿Se cayó el patriarcado? ¿Qué ganaste?

* Docente investigadora de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Integrante de Araucarias-Feminismo en Santa Cruz. 

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1 Comentario

  1. Su

    Pensar q las trabajadoras sexuales tienen derecho a derechos laborales y derechos humanos es reduccionista? Como se puede defender desde un punto de vista Feminista q cualquier mujer está mejor sin derechos q con derechos? Reduccionista y Moralista es vuestra mirada y vuestro hacer. La lucha es contra la pobreza y el Capitalismo no contra las putas.

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