“El trabajo sexual es el único tema que nos divide”

Trabajo sexual
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Entrevista a Georgina Orellano

 

Por Nadia Beherens

“Teniendo en cuenta que el mundo económico actual es lo que es, es decir, una guerra fría sin piedad, prohibir el ejercicio de la prostitución en un marco legal adecuado, es prohibir a la clase femenina enriquecerse y sacar ventaja de su propia estigmatización.”

Virginie Despentes, Teoría King Kong

 

Georgina Orellano, Secretaria General Nacional de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) nos habló sobre trabajo, capitalismo, la agenda feminista y el Encuentro Nacional de Mujeres: la importancia de luchar los espacios.

 

¿De qué hablamos cuando decimos que “el trabajo sexual no es igual a trata de personas”?

Planteamos que una cosa es la trata de personas y otra es el ejercicio del trabajo sexual autónomo. Durante los últimos años hubo muchas leyes que se implementaron en nuestro país, como la Ley de Trata que fue modificada en diciembre de 2012, que no diferencia lo que es trata y explotación dentro del mercado sexual del trabajo sexual autónomo. Se han implementado políticas antitrata que lejos de combatir la trata de personas, terminan criminalizando al ejercicio del trabajo sexual, allanando los lugares de nuestras compañeras, procesando a las trabajadoras sexuales que figuran en el contrato de alquiler o en algún servicio del lugar. La policía y muchos operadores judiciales disponen de la mala aplicación de esta ley. Es por eso que por un lado somos sujetas de persecución y por el otro somos sujetas de victimización. Nos persiguen y nos procesan y luego informan que rescataron a las víctimas de trata. Habría que pensar que pasa en otros trabajos o en otros mercados laborales donde también hay trata de personas. Qué pasa con los talleres clandestinos cuando se dice que “sin cliente no hay trata”. Se ponen los dispositivos y la lógica para luchar contra la trata de personas sólo cuando se mira al trabajo sexual. Eso nos hace pensar que no se está luchando verdaderamente contra la trata de personas, sino que se está luchando con la prostitución toda. No hay leyes que prohíban que las marcas de ropa donde hay trata de personas, donde se han encontrado familias enteras en situación de explotación se comercialicen en el país. No hay ninguna ley que diga que las revistas no pueden publicar más esas marcas de ropa, porque detrás de eso hay trata de personas. Pero sí hay un Decreto presidencial que nos prohíbe publicar nuestros servicios sexuales, como fue la eliminación del rubro 59 y toda la criminalización y la precarización laboral que eso trajo aparejada. Para luchar contra la trata de personas nos dicen que “ninguna mujer nace para ser puta”. Yo no nací para ser puta, como la empleada de casas particulares para ser empleada, como el albañil no nació para ser albañil, como la mujer que está juntando en este momento cartón en la calle tampoco nació para eso. Interpelar de esa forma es únicamente fijarse en la genitalidad de la mujer. Se traen testimonios de malas experiencias, compañeras que fueron víctimas de las redes de trata o que no eligieron para abolir el trabajo sexual o la prostitución toda. Las dos políticas pueden ir de la mano: recesión laboral concreta para las compañeras que no quieran ejercer el trabajo, pero derechos laborales para las que sí. Una política no invalida a la otra. Argumentar que sólo el 2% somos trabajadoras sexuales es decir que las minorías no tenemos que luchar. El rol del Estado es estar presente para que las minorías tengamos derechos y no seamos aplastadas por esas mayorías dominantes de nuestros cuerpos.

 

¿Cuál es tu opinión acerca del nombre que se le adjudicó al taller en el Encuentro Nacional de Mujeres para tratar el tema del trabajo sexual (“Mujeres en situación de prostitución”)?

Cuando nos dimos cuenta que el taller se denominaba así, claramente sentimos un poco de impotencia. Más allá de las posturas que podamos tener, no podemos desconocer, y sobre todo de parte de compañeras mujeres feministas, que a pesar de no estar de acuerdo con que la prostitución sea un trabajo, las trabajadoras sexuales estamos organizadas y estamos luchando por el acceso a los derechos laborales. Tenemos 20 años de organización, somos parte de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). No hay que reproducir violencia entre las mujeres; invisibilizar a un actor que está disputando políticamente insertarse en el mercado laboral y salir de la clandestinidad, también es violencia. Es violencia no respetar la autodeterminación. Esto es lo mismo que no reconocer a compañeras que trabajan como empleadas en casas particulares, nombrarlas como “mujeres en situación de servidumbre” y no nombrarlas por lo que ellas mismas se definieron. Es por eso que en las conclusiones del último taller propusimos que se llame “Mujeres, prostitución y/o trabajo sexual”. No venimos a buscar que todas las mujeres levanten la bandera por la legalización del trabajo sexual, pero aunque haya un desacuerdo hay que respetar y no hay que cometer el error de invisibilizar la lucha de las mujeres como hacen otros actores políticos con nosotras.

 

¿Cuáles fueron algunos de los puntos fundamentales que se dieron en ese taller?

Se discutió el tema de la libre elección y sobre si la prostitución puede ser considerada un trabajo o no. Se perdió un poco el eje en ver y ahondar en nuestras vidas privadas y en el por qué elegimos. Poner la palabra elección cuando somos parte de una clase trabajadora que está atravesada por un sistema capitalista que nos oprime y nos explota a todos los trabajadores y trabajadoras por igual es olvidarnos que nunca hay libre elección en ningún trabajo. Hemos podido poner en agenda la legalización del trabajo sexual y el acceso a los derechos laborales, pero no se logra problematizar ni poner en debate la criminalización que estamos sufriendo. Nosotras tuvimos que poner el tema de que nuestras compañeras siguen siendo detenidas. ¿Dónde quedó esa lucha? Somos feministas pro sexo, pero nos preguntamos si realmente Argentina es un país abolicionista, por qué están vigentes en 19 provincias artículos contravencionales que criminalizan el ejercicio del trabajo sexual en la vía pública, la prostitución callejera como escandalosa y peligrosa, y que penan con arresto en penales y comisarías a nuestras compañeras desde 10 a 30 días. Si Argentina es abolicionista en las leyes, en la práctica es otra cosa y eso demuestra el fracaso de la política abolicionista. En los últimos 4 años se ha virado a un modelo prohibicionista. En 9 provincias hay decretos provinciales que no sólo prohíben el funcionamiento de cabaret y whiskerías, si no que prohíben todo el ejercicio del trabajo sexual puertas para adentro. Es decir, las compañeras no pueden trabajar puertas adentro y si trabajan en la calle van presas. Estas son las cuestiones en las cuales hay que tener sororidad entre las mujeres. Discutir si es trabajo o no es un debate que nosotras ya resolvimos. No fuimos a buscar que estén a favor o en contra del proyecto de ley, fuimos a participar para disputar el lugar. Creemos que todo lugar donde se dispute sobre la prostitución las que tienen que estar presentes son las voces de las protagonistas, de las que vamos en cana, de las que padecemos los allanamientos compulsivos. Sería bueno encontrarnos en la calle luchando codo a codo para no pagarle más a la policía. Estamos defendiendo la autonomía de los cuerpos, disputando al capitalismo la emancipación de la mujer. Nuestro proyecto de ley va en contra de la explotación no solamente en el trabajo sexual sino en todos los mercados de trabajo. Si ponemos énfasis en que hay explotación en el trabajo sexual y que por eso hay que abolirlo, habría que abolir todos los trabajos, las fábricas y hasta las universidades donde las trabajadoras están siendo explotadas. Estamos disputando que si disponemos de nuestra propia sexualidad y no la vivimos como una carga culposa o un campo que solo domina la masculinidad y sacamos beneficio propio, tiene que ser un problema únicamente nuestro porque es nuestra intimidad, nuestra vagina, nuestros genitales y son nuestros cuerpos. Si queremos abolir el trabajo sexual porque pensamos que ahí está la violencia, el prostituyente, la dominación del hombre sobre el cuerpo de la mujer, habría que abolir la institución del matrimonio. Por eso el gran debate de fondo sobre el trabajo sexual tiene que ver con la sexualidad, y cómo cada una dispone de su sexualidad. Se reproducen estereotipos y argumentos que están muy arraigados culturalmente y los reproducen en el debate. Hay que preguntarse por qué interpelamos únicamente a esas mujeres, o por qué no nos interpelamos a nosotras mismas a ver si todas decidimos. ¿Qué trabajo es digno en Argentina? El trabajo no dignifica, no hace digno a nadie, la dignidad viene con una y no está en la vagina. Decir que hay dominación porque están en juego los genitales es desconocer a toda la clase trabajadora. Las trabajadoras sexuales tenemos problemas no por nuestro trabajo, sino por ser mujeres. No hay que ser funcional a la violencia institucional y a la desigualdad que nosotras vivimos. Hay que mirar a la otra compañera con un poco de amor.

 

¿Cuál es la cantidad de trabajadoras sexuales que asistieron al ENM?

Desde AMMAR fuimos cinco compañeras. Hace un tiempo decidimos en asamblea como organización no participar de los Encuentros porque eran desgastantes, las compañeras decían que se trabajaba mucho la culpa y se reproducía el estigma. Poniendo el tema en la agenda desde la perspectiva de los Derechos Humanos, desde que presentamos los proyectos de regulación de trabajo sexual poniendo las voces de las trabajadoras,  empezamos a ser escuchadas en otros ámbitos, no sólo el político sino también universitarios, y decidimos con las compañeras que los lugares están para disputarlos. Es el único tema que divide al movimiento feminista. Porque nosotras vamos a estar luchando en las calles por la despenalización del aborto, por el cupo laboral para las compañeras, en la marcha Ni Una Menos. Pero este tema nos divide y hasta nos pone en el lugar de enemigas. Nuestras enemigas no son las compañeras de Las Rojas, ni las de Pan y Rosas, ni del Plenario de Trabajadoras. El enemigo son los proxenetas que se quedan con el porcentaje de nuestras compañeras, la policía que actúa con complicidad del Estado. Si seguimos discutiendo si es trabajo o no, estamos dejando que el Estado haga con nosotras lo que viene haciendo. Cuando participamos en el ENM en Salta, asistimos al taller de “Mujer y trabajo” y encontramos nuestra misma problemática: la precarización laboral, el no tener jardines maternales, no tener jubilación, la explotación, el por qué las mujeres nos insertamos dentro de los mercados laborales de autocuidado. Ahí nos dimos cuenta que la mayoría de los problemas que tenemos las trabajadoras sexuales lo tenemos por ser mujeres y por nacer en un mundo con desigualdades sociales. Pero no vemos que a las compañeras de otras actividades se las persiga y se las criminalice, se las castigue, se las interpele y se les cuestione por qué se organizaron. Respetamos las opiniones que están en contra del sindicalismo, pero para nosotras es una herramienta de lucha que nos sirvió para empoderarnos, para mejorar condiciones laborales y para poder disputarle al capitalismo y al Estado que no hablen más por nosotras.

En lo que va del año 2016 se registraron dos femicidios de trabajadoras sexuales. Según un informe de AMMAR a partir de documentos públicos, artículos periodísticos e investigaciones difundidas en distintos medios, el 91% de estos casos queda en la impunidad. Aunque las autoras del informe reconocen que no logra revelar la totalidad de los crímenes que se han presentado, sí permite dar cuenta de que no son hechos aislados sino que obedecen a políticas y prácticas sociales que estigmatizan y penalizan el ejercicio del trabajo sexual. (Fuente: www.ammar.org.ar)

 

Foto: Florencia Di Tullio

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