VIOLENCIAS EN PANDEMIA ¿A qué normalidad querés volver?

¿Qué vidas importan?
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Por Sandra Hoyos (Identidad Marrón)

Sandra Hoyos, integrante de Identidad Marrón, en el marco de la Asamblea de Trabajadoras en Tiempos de Pandemia, invitada por Claudia Bacci escribió para el Boletín N° 3 de la Asociación Argentina para la Investigación en Historia de las Mujeres y Estudios de Género.

“Las vidas que hoy no importan deben ser una responsabilidad, un compromiso social y estatal. La ausencia de estas prácticas son fundamentalmente las que reproducen este racismo estructural que persiste y se consolida.”

Los tiempos pandémicos sacaron a relucir y sin posibilidad de objetar que el COVID-19 además de afectar el sistema respiratorio, impacta de una forma terrible e injusta en determinados cuerpos y en determinadas vidas.

En mayo el asesinato de George Floyd en EEUU generó un gran reclamo contra el racismo en el pais del norte; rápidamente se replicó a nuestros sures. Las redes sociales se llenaron de perfiles y portadas con la frase Black Lives Matter. ¿Acaso nos estábamos solidarizando con una causa foránea?

Desde Identidad Marrón, no nos preguntamos el porqué, ya lo sabemos. Somos un colectivo antirracista de personas marrones; los rostros campesinos e indígenas que también forjan la identidad argentina y de toda Abya Yala – Latinoamérica. Nuestra presencia ancestral y actual es negada, al no nombrarse y subestimarse. Nos preocupa que nuestros lugares en la sociedad esten cargados de discriminación y estigma. Ser marrón es ser pobre, salvaje, delincuente e ignorante. Entendemos que esa construcción sobre nuestros cuerpos e identidades vulnera nuestros derechos y hace que otres lo vulneren. Ser una corporalidad no blanca, refuerza estas prácticas y obstaculiza el acceso a derechos básicos. 

Es decir que, en definitiva, violentan nuestra vidas. Este ordenamiento social de carácter racista sólo es posible por la existencia de prácticas que llegan al punto de ser consideradas inconscientes o no hechas adrede, sin embargo, las personas que padecemos por no ser una identidad deseable o aceptable lo vivimos a diario de forma directa y consciente sobre nuestras vidas materiales y subjetivas.  

En Argentina de ese tema no se quiere hablar, no nos asumimos una sociedad racista, ni tampoco contamos con un Estado que se asuma como tal.

La falta de agua en barrios, pensiones, asentamientos, villas y comunidades indígenas; el hacinamiento en cárceles, comisarías y penales; la informalidad de las trabajadoras de casas particulares, de obreros de la construcción, campesines y trabajadores migrantes de la venta ambulante; el hostigamiento y la persecusión policial a jóvenes ¿Quiénes son estas personas? ¿De qué color son sus rostros?

La pandemia impacta en cuerpos racializados que no son blancos, no es que el virus ataca exclusivamente a cuerpos marrones, negros, indígenas, migrantes. En esos cuerpos se refleja la indiferencia social, la injusticia y la violencia estatal.

Frente a los extremos cuidados que se deben tener  en tiempos de pandemia, existen personas que no pueden hacerlo, porque deben vivir a diario y no pueden esperar a contagiarse de COVID-19 en sus casas -siempre y cuando tengan una casa-.

Una pandemia que entró por los aeropuertos de vuelos provenientes de Europa, con pasajeres aislados en hoteles de lujo, con ocupaciones empresariales o de vuelta de unas vacaciones paradisíacas.

Ese panorama ya quedó en la historia, lo que abundan son contagios y muertes en las regiones más pobladas de nuestro país y con mayores niveles de pobreza, abunda la falta de camas en hospitales, de hisopados, de alimentos, de conexión a internet.

Frente a este indiscutible panorama: las personas que no son blancas en Argentina, son las que habitan espacios donde se ven las mayores desigualdades. La pandemia asumió la tarea de profundizarlas.

Entendemos que esto es violencia contra cuerpos que no importan, personas que no son consideradas sujetos de derechos y posibles de vulnerar en su integridad y en su dignidad.

El Estado es el principal responsable de esta estructura que discrimina, persigue y criminaliza a quienes menos recursos materiales tienen.

Cuando hablamos de cuerpos que no importan hacemos referencia a las vidas y condiciones de las personas que no tienen acceso a la justicia, que tienen la indiferencia del Estado. Personas a las cuales se puede perseguir y asesinar impunemente por considerarlas con menos valor, con menos derechos.

Son muchas las historias, son muchas las vidas que se olvidan por no ser parte de quienes se privilegian de este ordenamiento clasista y racista. Son vidas olvidables, se olvidan sus rostros adrede y eso configura complicidades que potencian la exclusión y perpetúan prácticas que una parte de la sociedad cree ya extinguida.

La desaparición forzada de Facundo Castro y la posterior aparición de su cuerpo nos habló de este gran entramado donde se conjuga impunidad, violencia, clasismo y racismo.

Un joven de rostro marrón, como los miles de jóvenes a quienes las fuerzas de (in)seguridad pone en foco por considerarles vidas no dignas y por lo tanto descartables. Un pibe de visera parado contra un patrullero de la policía de la provincia de Buenos Aires es la última imagen que tuvimos de él. Un pibe que tenía como único objeto contundente una vaquita de San Antonio.

¿Qué vidas importan? Ese fue uno de los títulos de la campaña que se realizó en el marco de la Asamblea de Trabajadoras en tiempos de pandemia, allí se señaló que la pandemia puso en evidencia el racismo estructural en Argentina, ese del que no se habla. Un racismo que se conjuga de forma directa con las grandes desigualdades sociales y económicas. La falta de agua en villas o comunidades indígenas, la escasa conexión a internet, la ausencia de continuidad pedagógica, la persecución a trabajadores migrantes, la precarización laboral y la violencia policial en los barrios dirigida a les pibes con visera tienen algo en común.

¿Te preguntaste por qué? La mayoría de estas personas pertenecen a identidades migrantes, afro, indígenas y marronas. La pertenencia étnica hace que se acceda de forma diferencial e inequitativa a derechos adquiridos.

¿Te preguntaste qué hacer? El racismo estructural es una construcción social e histórica que se profundiza con la indiferencia y omisión del Estado, pero también se profundiza al no reconocernos en nuestras propias prácticas racistas.

La campaña también se pregunta ¿A qué normalidad querés volver? Podremos ser capaces de que estas injusticias y violencias nos interpelen verdaderamente. Hoy se exponen con una inusitada contundencia, no es posible la indiferencia. Las vidas que hoy no importan deben ser una responsabilidad, compromiso social y estatal, la ausencia de estas prácticas son fundamentalmente  las que reproducen este racismo estructural que persiste y se consolida.

Campaña de la Asamblea de trabajadoras en Tiempos de Pandemia de la Mesa de Trabajo 3 en el eje Violencias y Racismos.

Descargá el Boletín de la AAIHMEG

#VidasQueImportan

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