Violencia simbólica
Por Daniela Dicipio
Vivimos bajo un sistema que promueve guerras, desigualdad, opresión y el poder de unos sobre otros, enmarcado por políticas encubiertas bajo el dominio de la unión de órdenes económicos de países centrales que imponen el destino de la humanidad.
Conceptualizar a la violencia simbólica permite comprender la existencia de la opresión y subordinación de género, como de clase o raza, este concepto que sostiene y garantiza que todas las formas de violencia sean efectivas.
El patriarcado oculta y en muchos casos visibiliza, un uso constante de la violencia simbólica, que remite al entramado de palabras, gestos, imágenes, valores, ideas y creencias que le sirven de fundamento al dominio para constituir una población cuyas creencias y afectos estén adaptados, interiorizando normas y valores donde quede en claro el rol de la mujer.
Para Bourdieu, la violencia simbólica es una “violencia amortiguada, insensible e invisible para su propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” y que se apoya en relaciones de dominación de los varones sobre las mujeres, a lo que el autor llama “la dominación masculina”.
Esta dominación prescinde de justificaciones, se impone como neutra y no precisa de discursos que la legitimen. Es un orden social que funciona como “una inmensa máquina simbólica” apoyada en la división sexual del trabajo, la estructura del espacio y la estructura del tiempo, cada una con ámbitos femeninos y masculinos delimitados: “El mundo social construye el cuerpo como realidad sexuada y como depositario de principios de visión y de división sexuantes (…). La diferencia biológica entre los sexos, es decir entre los cuerpos masculino y femenino y, muy especialmente, la diferencia anatómica entre los órganos sexuales, puede aparecer de ese modo como la justificación natural de la diferencia socialmente establecida entre los sexos y, en especial, de la división sexual del trabajo”.
Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlos como legítimos disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza”. Este poder inculca la cosmovisión arbitraria y su violencia se reproduce en dirección de los contenidos sociales que excluyen a otros, estigmatizándolos como contrarios al orden.
El monopolio informativo, instituciones y medios masivos de comunicación, establecen patrones culturales y formas de pensar sistematizadas y ordenadas promoviendo la naturalización y mecanización de pensamientos-acciones. El llamado “lugar común o sentido común”, pero ¿común a qué? A una determinada estructura psíquica de pensar, sentir y actuar de una ideología dominante.
Las estructuras de dominación patriarcal son el producto histórico de un trabajo continuado de reproducción al que contribuyen “unos agentes singulares (entre los que están los hombres, con unas armas como la violencia física y la violencia simbólica) y unas instituciones: familia, Iglesia, Escuela, Estado” (Pierre Bourdieu ; 1998)
El predominio del hombre sobre la mujer a lo largo del tiempo fue adoptando estructuras revestidas de violencia simbólica, a mayor sutilidad más efectivas se impregnan. En este espectro, el 52 por ciento de la población mundial es categorizado bajo el género de mujer dentro de un sistema de explotación, exclusión y opresión.
No hay que entender la violencia simbólica como otro tipo de violencia (física, económica, institucional, psicológica, sexual) sin comprender el papel normalizador y socializador que posee.
La mujer estuvo enmarcada en la pasividad, la resignación, la obediencia, al servicio y cuidado del otro, sostén del hogar, en los quehaceres y crianza, la buena esposa, sujeta de cosificación, reprimida, paciente, en definitiva a lo moralmente establecido a una identidad femenina. Hoy en el siglo XXI seguimos siendo criadas de esa manera, naturalizando acciones y posturas, exposiciones y juzgamientos por el simple hecho de ser mujer.
Pensar en violencia simbólica es pensar en: Piropos o acoso callejero, estereotipos, textos, imágenes que denigran a las mujeres, bromas sexistas, desvalorización de opinión, invisibilización, relaciones tiránicas, la maternidad forzada, la familia patriarcal, la educación androcéntrica, la heterosexualidad obligatoria, las religiones misóginas, la historia robada, el trabajo sexuado, el derecho monosexista entre miles y miles de hechos que se reproducen infinitamente.
A esta violencia se pone poca resistencia y se invisibiliza porque se naturaliza en el ejercicio de la desigualdad social. Para Bourdieu, la ruptura de la relación de complicidad entre víctimas y dominadores sólo puede producirse a través de una transformación radical de las condiciones sociales.
Mirar, escuchar y accionar con una perspectiva de género crítica no es cosa sencilla pero Mujer, ni sumisa ni devota, te quiero Libre, Linda Y Loca.
Imagen: Joan Alfaro
Ale, vos empezaste, y bien, por lo de loca. Ahora avancemos por lo de linda, no? O no, mejor dejémoslo ahí…