Por Revista Furias
Nos crían con historias de princesas y finales color de rosas: Señorita con algún tipo de problema es rescatada por el príncipe (Azul), se casan y comen perdices para siempre. Nos convencen que nuestro objetivo debe ser el encontrar a ese salvador macho alfa que hará que nuestra vida llena de penurias e incertidumbres de pronto se vuelva un cuento de hadas.
Pero la realidad supera la ficción. Toda la fantasía instalada desde pequeñas en nuestras mentes se desmorona. Los niños, en cambio, crecen con otro bagaje de información: ellos deben ser los fuertes, autoritarios, los que no pueden llorar.
Pasan los años, y nadie nos enseña a defendernos ante una agresión, ya sea con una respuesta física o gritando con todas nuestras ganas cuando nos apoyan en algún lugar público o a huir cuando nos damos cuenta que la persona que amamos es violenta. Nos crían débiles. Seres que necesitan la protección de una pareja, de un varón.
Alguien nos susurra en el oído una asquerosidad que nos debería hacer “sentir linda”. Nos tocan el culo en el bondi, en el tren. Un familiar nos apoya. Alguien se hace la paja en la esquina y te lo muestra. Si queremos tener unx hijx, tenemos que parir con dolor.
El aborto sigue prohibido. “Tenelo que después lo vas a querer”, “es una bendición”. “Estamos hechas para parir”. Aborto clandestino es lo que nos dan. Si “abriste las piernas”, te bancás lo que viene aunque no quieras ni puedas. La culpa siempre es nuestra.
Nuestra pareja nos controla, nos llama mil veces y a eso le decimos amor. Se enoja, te empuja, te agarra del brazo. Un cachetazo, una piña, sangre. Femicidio. Los medios preguntan: ¿qué habrá hecho? ¿qué tenía puesto? ¿con cuántos se acostó?
Nos quitan deliberadamente herramientas para nuestra emancipación. La educación es machista, basada en un modelo patriarcal que responde a la lógica heterocapitalista. Nuestras cabezas están infectadas de machismo, de capitalismo y de sumisión.
Violencia física, psicológica, sexual, económica, simbólica o mediática es la que sufrimos a lo largo de nuestras vidas. Las pibas siguen siendo asesinadas. Nos matan nuestras parejas, ex parejas o un Estado que no regula las leyes que él mismo sancionó. Finalmente los medios que entrenan el ojo del femicida adhieren a la campaña #NiUnaMenos. La Iglesia Católica, enemiga de nuestras libertades, y el Estado, que se caga en nuestros derechos, también. La escalada hipócrita se debe en parte a que ya no se puede disimular la muerte. Y por otra parte, porque la adhesión es tendencia mediática de masas y es conveniente. Pero las mujeres, las trans y las travestis siguen siendo asesinadas, nuestros cuerpos feminizados son blanco de la violencia de nuestra sociedad.
Muchas decimos basta. Nuestra presencia molesta, bastardean nuestra ideología y no entienden qué es el feminismo aunque lo critican. Pero estamos en la lucha desde hace tiempo y cada día somos más en un mismo camino.
El 3 de junio fue un día histórico que marcó un antes y un después. Las palabras femicidio, patriarcado y el concepto de violencia de género se instalaron por unas horas en la agenda de los grandes medios, la de los políticos y de la sociedad en su conjunto. ¿Habrán cambiado algunas percepciones frente a la numerosa convocatoria?
Nosotras dijimos y diremos #NiUnaMenos y esto va más allá de un hashtag.
Ilustración: Luciano Vecchio
Set de imágenes: https://www.facebook.com/luciano.vecchio.50/media_set?set=a.10153372101463188.1073741846.815178187&type=1
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