Autonomía es Autonomía

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Por Ají de Pollo (Grupo Feminista)*

Lo niegue quien lo quiera negar, la autonomía que reclamamos sobre nuestros propios cuerpos no puede diseccionarse. Así como el cuerpo no puede separarse de la mente, mal que le pese a les cartesianes, la autonomía sobre nuestros propios cuerpos constituye una integridad.

¿Cómo es posible justificar el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y negarlo al mismo tiempo? ¿Es posible fundamentar derechos tales como aborto, orientación sexual, identidad de género y negar sin más qué hacer con mi derecho a trabajar y cómo ejercerlo?

Como feministas, impugnamos enérgicamente la reciente decisión del Gobierno Nacional, a través de su Ministerio de Desarrollo Social, de dar de baja la inscripción de las trabajadoras sexuales como trabajadoras de la economía informal. Constituye un acto autoritario que deja sin beneficios al gran número de personas que viven de la prostitución y que han quedado sin ingresos por la ASPO. 

¿Hubiera sido aceptada la inscripción como trabajadoras de la economía informal, no ya como trabajadoras sexuales sino como mujeres en situación de prostitución (autodenominación de quienes se enrolan en el abolicionismo)? Pero, entonces, ¿no estaríamos frente a un nuevo subterfugio invisibilizador al evitar incomodar con denominaciones pero aceptando de hecho que pertenecen al mundo del trabajo (de la economía informal)?  O, quizás, la denominación mujeres en situación de prostitución agrega un beneficio extra, precisamente en un país que, en tanto abolicionista, ordena al Estado al diseño de políticas públicas hacia ese colectivo. 

Parecería que el problema es otro. El problema es que la palabra trabajadora sexual entre en los salones del Estado, aún en un contexto de pandemia en el que el hambre azota a todes por igual. 

Que el ejercicio de la prostitución no es trabajo, dicen, así lo establece Argentina, país abolicionista. Que es la expresión suprema de la violencia de género, allí donde el patriarcado se mete con todos los dientes y lucra con el cuerpo de las mujeres. Aclaran en tono neutro y solemne que la prostitución no está prohibida, que quien desee ejercerla puede hacerlo, lanzando así la amenaza velada de castigo: será a tu propio riesgo y sin derechos. 

Levante la mano quien no tiene un trabajo sin condiciones sexualizadas. No, no, las maestras no; las cuidadoras de niñxs, enfermxs o ancianxs, tampoco; no, no, no tampoco hablo de las trabajadoras domésticas o de limpieza en general. No, todas estas actividades no están sexualizadas, no, claro que no… por eso reciben las peores pagas del sistema pero, eso sí, reciben los premios a la dignidad.

Pero no, el trabajo sexual es otra cosa, cualquiera lo sabe, o debería saberlo. El sexo, la actividad sexual está en el medio. No se debe cobrar por la actividad sexual; cuando esta existe mediando un intercambio dinerario es explotación no trabajo. Interesante punto para reflexionar en un sistema que requiere un Registro para el gran número de personas que se encuentran en la economía informal y que, ya por ese sólo hecho, se encuentran en la categoría de explotadxs: ¿qué explotación es más relevante (la capitalista, la patriarcal, la sumatoria)?, ¿quien lo decide y con qué argumentos?

El sexo no debe ser motivo de actividad lucrativa, tal como nos lo enseñaron instituciones como la iglesia, la familia, la escuela y ¡hasta lo intentaron algunas feministas!

Las mujeres que reinvindican esa actividad, suele escucharse, son proxenetas sostenidas por la cooperación internacional. Los juicios más “benévolos” hablan de ellas como mujeres colonizadas por el patriarcado que aceptan la explotación sexual porque “no les ha llegado la conciencia de género todavía”. Nunca seres libres, con agencia, son rufianas o víctimas. ¡Qué manera de arrogarse el derecho a nombrar! 

¿Cuál es la capacidad real de autonomía que como feministas estamos dispuestxs a reconocer?

No podemos aceptar que la libertad de decidir sobre nuestros propios cuerpos se vea limitada ni por el puritarismo sexual, ni por el error feminista que, con la intención de proteger, reduce la agencia a pura pasividad.

Grupo feminista Ají de Pollo, Buenos Aires, 8 de junio de 2020

#AjíDePolloNotDead

*El grupo feminista Ají de Pollo es un colectivo de activistas que tuvo por principal objetivo cuestionar las agendas conservadoras al interior del movimiemto sociosexual argentino y latinoamericano. Tuvo diferentes composiciones, y estuvo especialmente activo en las décadas de los noventas y dosmil. En 2003 organizó el Primer Foro Latinoamericano “Cuerpos ineludibles. Diálogo a partir de las sexualidades en América latina”, que luego quedó plasmado en un libro homónimo. Ají de Pollo tuvo una participción decisiva en el Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe del año 2005, ya que se le habia negado la participación a Lohana Berkins, quien integraba el colectivo, por el hecho de ser travesti. Lohana no pudo ir pero sus compañeras lograron consenso para que la plenaria votara a favor de la incorporación de las compañeras travestis en los próximos encuentros. Posteriormente publicaron una colección de libros en los que diferentes grupos activistas discutían en torno de temas claves de la agenda feminista de la región latinoamericana.

Cuerpos Ineludibles – Ediciones Ají de Pollo
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