Por Susana Salina
Jorge Gutierrez subió al convoy 4101. El tren había partido desde el andén 7 de Plaza Constitución a las 00:31 del 29 de agosto de 1994. Se sentó en el tercer asiento del segundo vagón del lado derecho junto a la ventanilla. A las 00:55 la formación partió del viaducto de Sarandí y el subcomisario estaba muerto. (fragmentos extraídos de Maten a Gutiérrez, página 24 y 25).
Daniel Otero es periodista y autor de “Maten a Gutiérrez”, obra editada por la Universidad Nacional de Quilmes en 2014. Además, se desempeñó en radio, televisión y gráfica. Entre sus investigaciones publicadas cabe mencionar: El entorno, la trama íntima del aparato duhaldista (1997) y Testigos en la mira, entre el ejército de Yabrán y la Bonaerense (2000).
¿Cómo te conectaste con el caso?
Si uno está atento, las cosas pasan. Hay situaciones que te llaman, por alguna razón, la atención. Horas antes del crimen yo estaba en la cancha de Independiente, que había salido campeón. Al día siguiente encendí el televisor para ver el festejo de los hinchas y me encontré con una imagen, muy fuerte, que mostraba Canal 13, se trataba de sangre que se desprendía debajo de la ventanilla de un vagón. Se hablaba de una bala perdida, del accionar de la barra brava. Más allá de eso, el hecho me resultó indiferente: se trataba de un policía.
Pasaron dos años. En ese momento la década estaba marcada por nuevas circunstancias relacionadas, como la desregulación económica, la erupción de los supermercados como Coto y el narcotráfico. Entonces, mientras estaba trabajando en la investigación de “El entorno: La trama íntima de aparato duhaldista y sus punteros” conozco a un funcionario de un municipio que habilitaba locales. Así, empecé a tomar dimensión de lo que era el narcotráfico, el puntero político y los negocios de Duhalde en la provincia de Buenos Aires, particularmente, en el conurbano. Se estaba construyendo la autopista Buenos Aires-La Plata, y a la altura de Berazategui/Ezpeleta existe un aeródromo. La gente de la zona empezó a notar vuelos de aeroplanos a la madrugada, según me contaban. Empecé a investigar cómo eran esas avionetas, cómo eran las condiciones de vuelo y descubro que aterrizaban sobre la Ruta Provincial 54, la que sale a Florencio Varela.
¿Ruta de día, pista de aterrizaje de noche?
Sí, a la “ruta-pista”, para facilitar el aterrizaje de noche se la iluminaba con las luces de camionetas. Por lo tanto, el aeródromo de Berazategui/Ezpeleta y la ruta 54 era donde circulaban esas avionetas que llamaban la atención de los lugareños. Resulta que en Aeroclub Río de la Plata, Pedro Klodczyk “El mejor jefe de la mejor policía del mundo”, según Eduardo Duhalde, tenía un hangar con un avión destinado al negocio de traslado de muertos. El jefe de policías decía que dentro de los ataúdes había cadáveres.
La cuestión era quién había habilitado el aeródromo, y para eso busqué a la persona responsable de otorgar las autorizaciones para el funcionamiento de los comercios o locales en Florencio Varela. Me encontré con un personaje extrañísimo, como salido del neorrealismo italiano, tenía puesto un traje muy llamativo, de película. Este hombre era un comisario retirado de la bonaerense, y a la vez abogado que había ocupado un cargo en la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR) con Alberto Lestelle (Fundador y Secretario del Organismo, en ese momento). En la Secretaría, el personaje mencionado, había hecho el primer relevamiento de las industrias químicas vinculadas y asociadas al narcotráfico. Para que la planta de coca se convierta en cocaína es necesario la utilización de precursores químicos. Por lo tanto, es partícipe del negocio tanto Colombia, Perú y Bolivia, zonas donde crece la planta de coca; como aquel país que provee la química necesaria para que esa hoja se convierta en cocaína y sus derivados. Los dos países que tienen una industria química con un desarrollo que permite abastecer esa demanda son: Brasil y Argentina.
Retornando al enigmático personaje, él fue el encargado de hacer un mapa y elaborar un informe detallado de toda esta situación, que quedó en la nada. Del SEDRONAR pasó a habilitar aeródromos al conurbano. Así fue como descubrí el negocio de los precursores, de los supermercados, el blanqueo de dinero, etc. Tenía una información maravillosa. Este hombre, además, fue el primer abogado que tuvo la familia del subcomisario Gutiérrez. En una conversación que mantuvimos, me comentó que esa semana empezaba el juicio, se refería a la muerte del subjefe de la Comisaría 2ª de Avellaneda, ahí asocie el caso con la imagen que había visto en la tele. “Es un juicio muy rápido, están todas las pruebas, se los condena pronto”, dijo. No le di mucha trascendencia a sus dichos, más que pensar que por ahí me servía de algo para agregar al caso que estaba investigando de Duhalde.
De acuerdo a lo que figura en la página 79 del libro Maten a Gutiérrez el nombre del abogado es Jorge López. Según un artículo publicado, el 17 de marzo de 2013, por el diario La Nación: Jorge López, apoderado de la municipalidad y del Consejo de Administración del hospital, es el letrado que representó al intendente de Florencio Varela, Julio César Pereyra, en una causa en la que fue denunciado por desviar fondos destinados al hospital local Néstor Kirchner.
¿Entonces, se puede decir que Duhalde te llevó a Gutiérrez?
En realidad, mientras sigo hablando con el personaje que mencioné, se crea la Comisión Investigadora de la Aduana de la Cámara de Diputados de la Nación, en 1997. Accedo a las versiones taquigráficas de los testimonios que tomaban los diputados, funcionarios y empleados. Esa información era muy útil para mi investigación relacionada con Duhalde, ya que ese asunto pasaba por la provincia de Buenos Aires. En la Comisión empiezan a declarar las personas vinculadas con el caso Gutiérrez, porque la familia rechazó la versión oficial de que la muerte se produjo por una bala perdida o una pelea entre barras, ellos sostenían que existía un vínculo entre el crimen del subcomisario y los temas aduaneros. El hermano de la víctima, Francisco “Barba” Gutiérrez, es un hombre con actividad política y gremial, por lo tanto conocía a diputados, hecho que facilitó que se tomará en cuenta el caso y citarán a declarar al juez que entendía en la causa, a los testigos y al jefe de policías Pedro Klodczyk. Ahí me doy cuenta que de una investigación se desprende otra, muy particular y con características propias. Entonces, decido hablar con la abogada de la familia Gutiérrez, le pido que me haga la conexión con ellos.
En el libro aparecen una serie de personajes, las piezas del ajedrez están completas: desde la Federal, la Bonaerense, políticos, empresarios y la justicia. Con los policías de la Federal, autores materiales del asesinato, apodados Chiquito y el Colorados, en libertad. ¿La vida de quién corre peligro?
Para mí, las vidas que corren peligro son las de Chiquito y el Colorado; si yo fuera ellos andaría con cuidado, porque eliminandolos se corta la cadena de complicidades, no hay como subir, se extingue la causa. El sistema es muy perverso. El crimen perfecto es aquel que se sabe quién mató, quién ordenó, y aún así, no pasa nada, concluye Daniel Otero.
El subcomisario fue asesinado el 29 de agosto de 1994. La autopsia practicada al cadáver determinó que la bala que entró por la nuca y salió por la frente, lo atravesó de lado a lado. A Jorge Omar Gutiérrez le había llamado la atención los “movimientos extraños” del depósito fiscal (Defisa) lindante con la Comisaría 2ª de Avellaneda. Julio Ernesto Gutiérrez Conte, presidente de Defisa, fue señalado por la familia Gutiérrez como el autor intelectual del homicidio. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en diciembre de 2013 condenó al Estado argentino “por impedir el acceso a la Justicia”.
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