El Diego del pueblo

diego maradona
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Por Revista Furias

Ayer, 25 de noviembre de 2020, pasó a la inmortalidad Diego Armando Maradona.

Les invitamos a leer tres reflexiones viscerales que nos invitan a pensar qué significó el Diego para un pueblo que hoy lo despide masivamente en las calles.

Georgina Orellano – Secretaría General de Ammar 

Cuando abandonaremos esa mezquina costumbre de ponerse la gorra rápidamente,celebrar o anular el dolor popular,de subirse al patrullero para dar consejos desde un feminismo tan antipopular e inhumano.

Un pibe racializado que se animó a soñar,el que creció en una villa y desde un potrero de barrio anhelaba triunfar para comprarle una casa a su mamá.

Superó obstáculos porque por ser pobre y venir de Fiorito hizo que a esa persona siempre se le exigiera más, mucho más que al resto. Y llegó.

Tuvo la oportunidad de decidir quedarse en ese lugar de aceptación y disfrutar de todos los privilegios que consiguió pero no pudo olvidarse de dónde venía y los millones de lujos tampoco lo hicieron abandonar su conciencia de clase. Porque Maradona era y es eso: Pueblo.

Se puso la camiseta de las luchas sociales y se sumó a los procesos políticos contra el neoliberalismo de la derecha en Latinoamérica.

Esos mismos que se alegraron y gritaron con sus goles, esa burguesía que pagaba en la platea para verlo y sacarse una foto con su ídolo, no lo podía creer. El cabecita negra seguía con los pies en el barro.

A las que plantean un día como hoy: distancia, celebración o cancelación las prefiero lejos, me permito vivir en la puta contradicción sin individualizar en una persona un problema social que es estructural y cultural.

Hoy y siempre con los pies en el Barrio, porque fue uno de los pocos que supieron alegrarnos y porque supo llevar la negrada del conurbano con orgullo y la frente en alto.

Qué tanto de popular e interseccional nos falta a nuestros feminismos hermanas para comprender un poco lo que te genera un Maradona y poder acercarte un cachito nomás al dolor popular.

Joma Alejandro – Colectivo Identidad Marrón

Se murió el Diego, el mismo Diego que nació en la villa Fiorito, ese Diego que se gastó su primer sueldo en llevar a doña “Tota” a comer una grande de muzzarella, ese Diego que tuvo hijos y al final de su vida empezó a tomar contactos con los mismos, ese Diego que engañó a sus esposas, que consumía estupefacientes, ese Diego con problemas de consumo, ese Diego homofóbico y transodiante, ese Diego violento, ese que al paso de sus aciertos tuvo sus errores, errores que le cargaron peso a vidas a ajenas. Ese Diego que se politizó y acertó o erró en sus apoyos.

Ese mismo Diego al que hoy gran parte de la clase popular llora, porque entendiendo su existencia compleja, era la esperanza para ciertos pibes pobres, marginados sociales que veian la posibilidad de llegar, no era el sueño americano, era el sueño de gran parte de los y las argentinas de clase popular, el sueño de los que migran por un trabajo, el sueño de los pobres de comprarle la casita a su mama, le dio lo que pudo y con lo que pudo una oportunidad para algo, ese Diego que cometió errores, pero que el mote de negro de mierda nunca se lo sacaron de encima.

No vamos a caer en el simplismo de pensar que el machismo y el patriarcado es lo mismo en las clases medias que en las clases populares, tampoco vamos a obviar que a las personas racializadas, a los negros de mierda de esta sociedad se los castiga el doble, porque la moral pesa más en la otredad. Tampoco vamos a mirar a otro lado de la cofradía de la clase media buena, progre, con lenguaje amable pero con inacción a las realidades ajenas o peor aún con la carretera obligatoria de la bondad para los otros, con el juicio con los malos pobres que no saben como comportarse cuando se les dan derechos que se disfrazan de favores y ante eso el racismo en defensa propia, ante eso el privilegio de la blanquitud no perdona y el negro de mierda fluye de la boca.

Maradona fue para muchos la esperanza, la posibilidad de una vida mejor, fue la chance de pegarla, el respeto, porque a veces desde la clase popular no tenemos más que eso para seguir y ahí el Diego querramos o no, jugó un papel histórico.

Nadia Beherens – CoEditora de Revista Furias

Mi primer novio y amor se llamaba Diego Armando. Fue bautizado así por haber nacido el año que Diego entró a Boca. De familia tana que se instaló en el tercer cordón del conurbano sur, cuando llegaron a Argentina sus abuelos comían cardos hervidos que crecían al costado de la vía del tren, una historia que escuché también en otras familias. Mi barrio tiene calles que aún son de tierra. Fue fundado ad hoc por tanxs, polacxs, alemanes y migrantes del interior cagadxs de hambre. Más adelante también llegarán paraguayxs, bolivianxs y algunxs brasileñxs. Literalmente en mi cuadra vivía toda esta diversidad. Al lado de mi casa construyeron un templo umbanda que los fines de semana se llenaba de travestis con sus mejores vestidos y risas. Al otro lado de mi casa, un templo evangélico. En la escuela a donde iba en Llavallol (más clase media), la directora una vez me corrigió delante de mis compañeritxs y negaba el nombre no oficial de mi barrio: Loma Verde. “Se llama Malvinas Argentinas”, y yo por dentro pensaba “sé muy bien donde vivo, vieja soreta”. Siempre fue el barrio “del fondo”, a donde no hay que ir. A unas cuadras de mi casa vivió el negro Enrique, exjugador campeón mundial del 86 que jugó con Maradona.

El Diego me recuerda a todo esto. Mi infancia y adolescencia, la pobreza, la diversidad, la lucha, el barrio, los sueños. Tengo bien en claro quiénes eran y siempre fueron lxs que odiaron a Maradona y el por qué.

Vos y tu feminismo blanco para el afuera no lo van a entender, no lo van a aceptar. Así lo aprendiste por internet, y es una pena. Fui abusada y violentada en más de una oportunidad, también en muchos lugares que no fueron el barrio. No estarías ayudando en nada. A mí no me importa si te burlás de la muerte de Maradona. Más bien se corre el velo del clasismo de cada unx, y es un espectáculo patético.

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