Las científicas y la politización de la ciencia de los géneros y el feminismo
Por Bárbara Bilbao*
I.
Virginia Woolf decía: “las mujeres para poder escribir necesitan mucho dinero y un cuarto propio” y nos urge el deseo de analizar la relación entre mujeres y ciencia a través de la lectura de dos textos literarios feministas: “La mujer rota” de Simone de Beauvoir y “Un cuarto propio” de Virginia Woolf. Indagar en torno a los “silencios” o “prejuicios” en diversos posicionamientos políticos respecto del lugar que ocupan las mujeres científicas. Reflexionar cuáles son los desafíos de las cientistas sociales para lograr la igualdad en el campo. Interpretar si los cambios sobre el rol de la mujer en la ciencia a partir de mediados de siglo XX ha establecido modificaciones estructurales en la producción del conocimiento desde una perspectiva de género o sólo ha sido un cambio de tipo simbólico que mantiene la desigualdad entre mujeres y varones en los ámbitos de saber y poder.
II.
La producción científica se conforma, en el capitalismo, como un lugar de disputa, competencia y poder. La división entre géneros y sexualidades por parte del patriarcado marca una diferenciación entre varones y mujeres; asociándolo históricamente, a la división de “roles” dentro del sistema productivo. La separación del trabajo en términos de género: tareas privadas (mujeres) y tareas públicas (varones). El “valor” (económico y simbólico) en torno a la producción, creación y difusión académica sigue estando en disputa.
Dos escritoras fundamentales del feminismo del siglo XX: Simone de Beauvoir y Virginia Woolf, vienen a decirnos que la historia de los vencidos, implica una historia de las vencidas. La escritura de estas mujeres intenta develar lo oculto, lo secreto. Hay un escribir femenino que las lleva a configurar un estilo y también una estética. En un mundo de escritura masculina, ciencia masculina, política masculina, las mujeres aprendemos que el modo en que debemos disputar ese territorio de la producción escritural, debe ser masculino. Sin embargo, por nuestra propia historia, las mujeres hacemos y decimos diferente.
Simone de Beauvoir dice: “La mujer rota es la víctima estupefacta de la vida que ella misma eligió: una dependencia conyugal que la deja despojada de todo y de su ser mismo cuando el amor le es rehusado. Sería en vano buscar moralejas en estos relatos; proponer lecciones, no; mi intención ha sido totalmente diferente. No se vive más que una sola vida, pero, por la simpatía, a veces es posible salirse de la propia piel. Me siento solidaria de las mujeres que han asumido su vida y que luchan por lograr sus objetivos; pero eso no me impide al contrario, interesarme por aquellas que, de un modo u otro, han fracasado y, en general, por esa parte de fracaso que hay en toda existencia” (“La mujer rota”, 1968).
La primera ola del feminismo, mediados del siglo XX, comienza a problematizar el lugar de la mujer en la vida privada: los quehaceres del hogar, la atención de los niñes, el deber con el marido, la estética en los entornos sociales. La cotidianidad es una construcción del capitalismo y del patriarcado. De Beauvoir focaliza su escritura en ideas en torno al “colapso” de la cotidianeidad de la mujer. La mujer, en el texto, desea morir, porque fracasa en su intento de “ser perfecta” para sus hijes, amiges, marido. No puede empoderarse. Su potencia reside en la no declinación de la lucha por emanciparse. La mujer rota es puro acontecimiento y su cuerpo la experiencia del fracaso. Aparece la derrota, deconstruida y resignificada. La mujer rota sabe que es el resultado de una sociedad desigual pero no puede manifestarlo.
Las mujeres que escriben conocen sobre las imposibilidades. Decía Simone que no es lo mismo escribir para una mujer que para un varón y que una de las tareas del feminismo es lograr que cualquiera que quiera hacer de la escritura un trabajo tenga las mismas condiciones, derechos y accesibilidad al reconocimiento. Esta es una de las ideas centrales del feminismo.
El capitalismo y el patriarcado disponen sistemas de competición entre los géneros por el acceso al conocimiento y al capital (económico y simbólico). Este poder es trasversal y relacional. En este sentido, nuestro sistema de creencias en torno a la producción de conocimiento se codifica en torno a la individualidad y la soledad. El acto de pensar y producir es separado de otros y otras. Se pierde de vista que la escritura en la ciencia puede ser un acto colectivo (colectiva).
III.
“Sin embargo, cuando leemos acerca de alguna bruja que fue sumergida en el agua, de una mujer poseída por los demonios, de una mujer sabía que vende hierbas, o incluso acerca de un hombre muy notable que tuvo una madre pienso que estamos sobre la pista de una novelista perdida, una poeta silenciada, una Jane Austen enmudecida y sin gloria, una Emily Bronte que sofocó su inteligencia en los páramos o anduvo desquiciada por los caminos, enloquecida por la tortura a la que la sometía su talento. Por cierto me aventuraria a decir que Anon, que muchas veces escribió tantos poemas sin firmarlos, era muchas veces una mujer” (“Un cuarto propio”, página 65, 1929).
Así nos dice Virginia Woolf cuando escribe y critica en este extenso ensayo en 1929 la historia de las mujeres en la literatura y repone la práctica de muchas escritoras que fueron “invisibles”. Woolf explica porque solo las mujeres de clases altas podían (si es que se empoderaban) escribir y cómo la situación no era la misma para una obrera o una mujer en situación de pobreza.
Hoy las mujeres no atraviesan la misma situación. La población femenina en las universidades argentinas asciende el 60% y existe una comunidad investigativa de la que forman parte muchas mujeres, incluso en lugares de poder como decanatos o direcciones de consejos de investigación.
El movimiento feminista ha logrado avances enormes respecto del lugar de las mujeres en el mundo: el voto universal, el divorcio, las leyes contra las violencias, el acceso al trabajo y la universidad, las discusiones en torno al aborto legal y la maternidad por decisión, la visibilización de la explotación sexual y la trata de personas, apoyando las leyes vinculadas a la identidad de género, el matrimonio igualitario, entre muchas otras. En la década del 80, luego del proceso militar que censuró la actividad política teniendo consecuencias horrorosas como la tortura y la desaparición forzada de personas, se rearma el movimiento de mujeres. Es en los noventa cuando el feminismo se incorpora en la universidad y empieza a discutir su inscripción en la ciencia. Se avanza en el campo institucional, como consecuencia de la lucha política que dieron las mujeres.
Uno de los problemas fundamentales en los espacios de saber (poder) es la violencia institucional respecto del reconocimiento de la producción intelectual de las mujeres (entre otros problemas ligados a los salarios, etc). Por ejemplo, el nuevo director de CONICET, que asume con el gobierno de Mauricio Macri, el doctor en física Alejandro Ceccato, ante la pregunta de un periodista sobre la “ausencia de mujeres en cargos directivos”[1] (recordemos que hasta el año pasado la directora del área de ciencias sociales era la historiadora feminista Dra. Dora Barrancos) afirmó lo siguiente: “Creo que es una mera fluctuación estadística. En la gestión anterior había cuatro mujeres. Y cuando nos visitan de otros países se siguen sorprendiendo con la alta proporción femenina. La ciencia local tiene un balance casi ideal de géneros. De hecho hoy, en los estamentos iniciales, hay más mujeres que varones. Luego cambia, pero es un fenómeno social que pasa en otros ámbitos del Estado y en las empresas. Tampoco creo en un sistema de cupos porque en ciencia la mujer es tan competitiva que no tiene problemas para ganarse su lugar con su capacidad. Tal vez tenga sentido en otros ámbitos” (Ceccato, 2016).
Para Ceccato, que haya una incorporación mínima de mujeres en la ciencia es suficiente para asegurar la “igualdad de los géneros” o que los problemas de desigualdad en la ciencia fuera algo numérico y no político. Pareciera que para Ceccato no hay más de cuarenta años de estudios feministas y de géneros que vienen problematizando estas cuestiones.
Somos muchas las mujeres que formamos parte de las ciencias y no es menor reconocer que muchas han formado parte del movimiento de mujeres y el feminismo. Muchos debates de género, dentro de las instituciones, son llevados adelante por estas mujeres que embrionaron sus ideas en las calles. La “calle” es un espacio de conquista, de desafíos, luchas y contención. La “calle” es el lugar donde forjaron su conexión con los deseos de emancipación. A veces aparecen desconexiones entre el feminismo institucional y el de las bases. Es necesario, en estos momentos, la unión de ambas militancias por fuera de las pequeñas diferencias que puedan llegar a tener. Es sumamente importante la defensa del lugar de la mujer en la ciencia y la lucha por avanzar en derechos laborales y de género en este territorio.
Lo que plantea Woolf acerca de las mujeres, la escritura y su reconocimiento sigue siendo el desafío en los estratos de poder y en el feminismo. Pensar nuevas estrategias de comunión entre los desafíos de las académicas por sostener los espacios institucionales con una perspectiva feminista incorporando los debates que encarnan las militantes de base; y las militantes de base insistir en sus pancartas el verdadero reconocimiento de las mujeres en la comunidad científica y que se las considere trabajadoras e intelectuales al igual que los varones. Como dice Woolf, casi como un anhelo, que la escritura también pueda ser un trabajo para las mujeres, que aquellas que lo deseen puedan hacerlo como un trabajo “no privilegiado” ni de clase.
* Licenciada en Comunicación Social. Doctora en Ciencias Sociales, UNQ. Becaria CONICET. Docente en la UNQ y la UNLP.
Fotograma: Hayao Miyazaki
[1] “El CONICET hoy es inviable, necesita un cambio profundo” – Entrevista a Alejandro Ceccato, nuevo director de CONICET, Diario Perfil, 10 de Enero de 2016. Disponible online: http://www.perfil.com/ciencia/El-Conicet-hoy-es-inviable-necesita-un-cambio-profundo-20160110-0041.html
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