Del acoso virtual al activismo digital

Acoso virtual.
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Entrevista a Marina Paula Benítez Demtschenko, víctima de acoso virtual por parte de su ex pareja

 

Por Analía Daniela López

Marina mantuvo un noviazgo de 5 años con Sebastián Horacio Masi y, durante ese período, intercambiaron imágenes sexuales consentidas dentro de una relación de pareja. Terminada la relación en 2012, Masi se contactó y distribuyó imágenes íntimas sin el consentimiento de su ex pareja a más de 400 hombres de la Ciudad de La Plata. Marina hasta el día de hoy pelea para que la justicia reconozca las graves consecuencias que tuvo el acoso virtual en su vida íntima y social.

En medio del calvario que significó la difusión de su intimidad, la coacción de su libertad, el acoso de los hombres a quienes su ex la expuso, la violencia que Masi nunca dejó de ejercer -sumado al derrotero judicial que devino luego de su denuncia-, Marina logró recibirse de abogada con orientación en nuevas tecnologías y derecho informático y presentó proyectos de ley para incorporar el acoso virtual como delito. Actualmente preside la Fundación Activismo Feminista Digital que ayuda a difundir y concientizar sobre la difusión no consentida de imágenes íntimas.

En una época donde las nuevas tecnologías nos incentivan a descubrir sus múltiples usos en pos de una sexualidad menos coercitiva y más libre, la mirada de Marina sirve para repensarnos dentro de ellas, pero nunca para reprimirnos en nuestras acciones.

¿Cómo comenzó este calvario?

Cuando me separé mi ex me perseguía a todos lados, me llamaba, iba a la casa de mis padres, se aparecía haciendo escenas de ataques de pánico. Cuando entró a mi casa sin forzar la cerradura fue el detonante para darme cuenta que estaba viviendo una situación de violencia. Mi cabeza oscilaba entre la lástima y el odio. No podía analizar sus actos más allá de mi situación de desamparo/desesperación y el sentir que estaba lastimándolo por haber terminado la relación. Me juró amor eterno y me dijo una frase que pude recordar tiempo después: “Te voy a demostrar que soy el único que puede amarte de verdad. Me quiero casar con vos, no voy a parar hasta lograrlo. Los demás solo te quieren coger. Nadie te puede amar como yo, ya lo vas ver”.

Un familiar me alertó sobre una foto que él tenía de perfil en su cuenta de chat de Hotmail. Lo llamé y argumentó un error. Al final, aceptó que estaba tan orgulloso de mí, que quería que todos me vieran. Me quebré. Sebastián tenía miles de fotografías. Habían sido parte de un maravilloso intercambio en el marco de la confianza que nos teníamos.

Se hizo pasar por mí durante un año y medio mediante un perfil en Facebook llamado María de Los Ángeles Rivera, ahí sostenía chats con multiplicidad de hombres intentando arreglar encuentros sexuales. Para mantener el interés -que en algunos casos llegaba a ser obsesión por parte del interlocutor-, a lo largo de meses, intercambiaba fotos sexuales. Los contactados proveían fotografías de sus miembros erectos y de sus eyaculaciones. Él, proveía fotografías mías teniendo sexo, saliendo de la ducha, en eventos sociales; él tenía una enorme galería de imágenes de quien se había convertido en su objeto de explotación perversa. Se regocijaba al compartirlas con hombres que incluso afirmaban que no aguantaban a verme para violarme, como “yo misma” les había dicho que era mi fantasía. Sebastián se encargaba de hacerme parecer a mí como la autora de todo eso. Algo que sin duda, garantizaría su impunidad. Este infierno comenzó quién sabe cuándo y yo me entero en Agosto de 2012.

¿Cómo afectó el acoso virtual a tu vida?

Durante casi 5 meses me abordaron casi 50 hombres. Todos me encontraban y me venían a buscar, quizás me estaban siguiendo o sabían mis horarios. Se me hacía imposible transitar por las calles de La Plata. Me han abordado con líbido, agarrado del pelo de atrás, arrinconado en esquinas. No podía comprender cómo sabían todo de mí. En ese momento no era común escuchar de acoso virtual. Sólo salía para ir a trabajar y me manejaba en remises. Fue un año en el que solo recuerdo vivir con terror, encerrada, llorando.

En Diciembre de 2013 me cruzó un hombre, no había nadie en la calle y sentí que me iba a hacer algo si no reaccionaba. “Qué hermoso te queda el azul, bebé”, me dijo y me petrifiqué pero lo único que pude esbozar fueron preguntas: “Decime de dónde me conoces. Sos vos y muchos más…”. El tipo -desconcertado- me dijo que “veníamos” chateando hacía 9 meses. Le dije que no era yo y conseguí el nombre del perfil. “Si no sos vos te la están haciendo muy fea, pasaron fotos tuyas en bolas y cogiendo” (sic). Le pedí que me acompañe a hacer la denuncia a lo que respondió que era casado.

Desde diciembre de 2013 hasta abril de 2014 fue el peor momento de mi vida. Bajé 11 kilos, no dormía, vivía alerta. Creía que se iban a meter en mi departamento. No salía a ningún lado sola.

Mis amigas me venían a ver y a la mitad de mis amigxs los dejé de ver porque nunca entendieron lo que me pasaba. Tenía vergüenza de decir que yo me había sacado fotos desnuda y teniendo relaciones sexuales. Las pocas veces que lo había deslizado para poder hablarlo, siempre tenía la respuesta general de la mina que es una puta, que se joda. Estaba demasiado débil para defenderme. Dejé de existir para la mayoría de lxs demás. Ni siquiera tenía mi carrera, que había sido asimismo el target de quien me hostigaba, porque no podía caminar por tribunales sin que muchos hombres me abordaran diciendo que concretemos lo que habíamos arreglado.

En Abril de 2014, a Francisco -vecino de la casa de mis padres- le llamó la atención que una cuenta se identificara como yo y que sin vueltas quisiera concretar un encuentro sexual, invitándolo previamente a intercambiar fotografías íntimas. Siguió el juego, logrando que asumiera que era mi ex. Le pide el celular, todo en pos de efectivamente concretar el encuentro sexual y grabó toda la conversación. Esta fue la prueba cabal para ir a hacer la denuncia final a la comisaría de la mujer. Sabía que la difusión no consentida de imágenes íntimas no era un delito. La confesión del agresor fue un alivio que en nada facilitó el camino posterior: debí colocarme en una nueva etapa de victimización al acudir a la justicia y acreditar el daño que esto me había causado.

"Fue un año en el que solo recuerdo vivir con terror, encerrada, llorando."

¿Cuál es el estado de la causa?

Desde abril de 2014 sigo un derrotero judicial irresuelto, en cada instancia estoy a punto de perder todo; la justicia machista vuelve una y otra vez a poner en duda si esto es realmente tan grave como yo lo argumento; tuve que pedir dos informes psicológicos que acrediten que realmente me arruinó la cabeza, mis vínculos, mi profesión, mi proyecto de vida.
En tanto, la defensa de él se dedica solamente a apelar cada resolución para perder tiempo y desgastarme, y a pedir la absolución ya que el imputado sólo llevó adelante durante un tiempo “un juego íntimo que ambos acostumbraban a hacer como parte de sus extrañas preferencias sexuales”, omitiendo el detalle no menor de que mi consentimiento fue para las fotos en el marco de una relación y no para desperdigarlas a más de 400 hombres en mi ciudad; también omitiendo que todo esto lo hizo luego de terminar el noviazgo y en el medio de una situación de violencia psicológica que ante los ojos del sistema, parece ser irrelevante.  

Sebastián Horacio Masi trabaja en el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, a pesar de haberle iniciado un sumario por violencia doméstica y de género. Además, tiene 4 desodebiencias a la perimetral que le ordena mantenerse alejado de mí y de mi domicilio. También posee una causa penal iniciada por daños materiales por destrozarme el auto a palazos. Tengo un botón antipánico, que no puedo usar confiada porque la policía que debe responder, es la que lo ampara a él.

No solo es un peligro para mí, sino para cada nueva víctima que encuentra. Porque como todo violento, deshace y rehace su vida constantemente. Yo fui la única que se animó a denunciarlo. Y peleó por ellas para que ellas tengan la justicia que no pudieron reclamar.

"La justicia machista vuelve una y otra vez a poner en duda si esto es realmente tan grave como yo lo argumento."

¿Cómo actuar y dónde acudir cuando se es víctima de acoso virtual?

Dado que estas conductas dañosas son manifestaciones de violencia de género y en la gran mayoría de los casos tienen un trasfondo de violencia doméstica, dentro del vacío legislativo que existe, el cauce correcto para denunciarlas es la Comisaría de la Mujer. Pero no están capacitadxs como dependencia pública para receptarlas conforme las exigencias procesales que luego deben afrontarse en el proceso penal, por ende yo sugiero que se haga una primer denuncia en la Comisaría de la Mujer y luego una denuncia en Fiscalía.

En muchos casos se desconoce el autor del hecho: para este supuesto, sugiero directamente la denuncia en Fiscalía. Es importante acudir con evidencia para dar respaldo a nuestros dichos. Pero las capturas e impresiones de pantalla no son suficientes. Tenemos que propiciar la URL de los perfiles que acosan, la mayor información que podamos dar para la individualización de las cuentas agresoras y testigxs. Recomiendo fervientemente la articulación con un perito informático para el resguardo de la evidencia digital, que se hace mediante un procedimiento técnico llamado “hasheo”; esto logra sacarle una fotografía exacta a la actividad de los perfiles agresores asegurando que incluso si el contenido posteriormente fuese eliminado, no se pierda la prueba. Esto hace que el proceso judicial sea, además de doloroso, caro. Contratar un perito informático así como unx abogadx es fundamental. Es la única forma de pararse frente al sistema. Y esto último es importantísimo: es una forma de empezar a empoderarse. También es fundamental el acompañamiento psicológico. Son ejes necesarios en este camino altamente revictimizador. Por eso es imperioso contar con profesionales con conocimientos de derecho penal pero fundamentalmente de derecho informático y de violencia de género.

Entendiendo que las fotos, videos, chats eróticos entran dentro de la cotidianidad de las relaciones, ¿qué consejo tenes al respecto?

Me considero una feminista rauda feliz, plena y sin excepciones. Lo que padecí no desvía ni flexibiliza mi opinión sobre la libertad de expresión y la libre sexualidad. Hoy a través de la Fundación Activismo Feminista Digital proponemos estos postulados a la par de la lucha contra la violencia de género online. La mujer debe tener libertad para vivir su intimidad y sexualidad como más le de placer hacerlo. Como abogada, reconozco como único límite a la ley, después de ello no hay límites. Por eso no puedo más que afirmar que las nuevas tecnologías son grandes herramientas para esta etapa histórica de las mujeres. El uso de ellas como parte de la exploración de nuestra intimidad y su disfrute.

Me encuentro todo el tiempo con preguntas como “y vos, ¿volverías a tomarte fotos desnuda?”. Mi contrapregunta es “¿me define en algo lo que pienso hacer con mi intimidad al respecto a partir de lo que me pasó? En definitiva, mi intimidad es mía y la comparto con quién elijo. No debería haber importado qué hacía en el marco de mi privacidad antes y tampoco debe importar ahora”.

El sexting -o intercambio de material íntimo entre dos adultxs o más, como forma de vincularse íntimamente, mediante el uso de la tecnología-, forma parte también de la libre expresión y del goce de nuestro cuerpo y psiquis. Lo reprochable es el uso de ese material para destruir a quien depositó la confianza de mantenerlo en ese marco. El agresor debe ser el foco de la condena social y penal, nunca la víctima. Hasta que ello se cristalice en la conciencia colectiva, podemos vivir nuestra sexualidad digital con las mismas pautas que lo hacemos en la vida física y esto es tomando recaudos para el uso seguro: por ejemplo, ocultando detalles particulares que nos caractericen o evitando tomas del rostro. Son límites que a mí misma me genera molestia sugerir, pero que representan ni más ni menos, el cauce que encuentro hoy para no inhibirnos a experimentar(nos). No implica reprimirnos sino encontrar hábilmente la modalidad para seguir haciéndolo igual. Ya no nos acomodamos más a las premisas patriarcales. Y la sexualidad es definitivamente la lucha más ardua, porque es de la que menos se habla.

"La mujer debe tener libertad para vivir su intimidad y sexualidad como más le de placer hacerlo. Como abogada, reconozco como único límite a la ley, después de ello no hay límites."

¿Fueron bien tratados en los medios los acosos virtuales que sufrieron varias famosas?

Los medios se encuentran en su gran mayoría reproduciendo los discursos patriarcales clásicos en torno a la libertad de la mujer, su rol en la sociedad y la familia, los estereotipos de género y la explotación de la imagen femenina en pos del rédito comercial. La prensa de espectáculos es la que suele instar el “debate” en los casos que salen a la luz imágenes íntimas no consentidas de mujeres de perfil público.

El otro grupo mediático que aborda el tema es la prensa amarillista. La explicación del interés de ambos y de la capitalización de esta información por ellos en mayor medida que el resto, radica en que la explotación de la imagen de la mujer genera un morbo que vende. Se la toma como un producto para reírse, especular, culpar, banalizar y humillar. Se polemiza el hecho que la mujer que se haya tomado fotografías, antes que a la difusión no consentida por ella.

No quiero dejar de citar el caso de la actriz Florencia Peña, con quien trabajo desde el activismo contra la violencia de género virtual y que fue víctima de la difusión de su material íntimo en el año 2012. Ella desconoció al autor del hecho, éste vendió a la prensa dicho material y prontamente resultó ser noticia en casi todos los medios. Los demandados en su causa son medios de comunicación y buscadores de Internet; ninguno se hace responsable por la continua publicación de su material íntimo, a pesar de haber obtenido con él, réditos económicos inusitados. El de Peña será un leading case si la Justicia tiene agallas para enfrentar a los grupos económicos poderosos que han hecho de su imagen un negocio.

¿Cuáles son los alcances del proyecto de ley?

Cuando tomé conciencia de la gravedad del vacío legislativo, me puse a estudiar legislación comparada y a especializarme en violencia de género online. Al ser abogada, sabía muy bien que la conculcación de mis derechos no recibiría acogida judicial acorde porque el Código Penal no prevé estas conductas como delitos. El proyecto de ley lo redacté en 2012 pero fue adecuándose al avance legislativo mundial a lo largo de los años. Por eso no tengo dudas que es la única propuesta normativa que puede resultar realmente de valor para actualizar el Código Penal en este aspecto. Hay otros proyectos de ley sobre difusión no consentida de imágenes íntimas. Al ver la carencia de la perspectiva de género y la liviandad de los planteos, me horroricé. Hace 4 años que vengo hablando con legisladorxs. Haciendo conferencias, explicando a cada unx de qué viene, las consecuencias, el flagelo actual y la sistematización con que se lleva adelante. Casi ningunx puede ver la magnitud del daño.

Estoy en contra de propuestas de tipificación de esta conducta que suponen en su gran mayoría una condena de multa. Destrozar la vida de una mujer con esta metodología, para la órbita pública puede arreglarse si pagás la multa. La violencia institucional se refleja claramente en estos lineamientos de acción. Hay proyectos que proponen la prisión pero encuadran el delito como de acción privada. Me esfuerzo en explicar esto: la acción privada es una forma de tramitar el proceso judicial, donde la víctima debe impulsar la investigación a la par de lxs fiscalxs. Yo propongo en mi proyecto que sea articulado como de acción pública, o sea que todo el proceso penal sea llevado por el sistema judicial y sus operadorxs; donde haya un fiscal activx por sí mismx que se encargue del esclarecimiento del hecho. Que todo el aparato represivo funcione conforme la gravedad denunciada. La acción privada obliga a la víctima a desarrollar una fortaleza emocional e intelectual imposible de lograr en el medio de la ruta crítica de la violencia.

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