Nos volvimos activistas sin darnos cuenta

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Por Mabela Bellucci*

En la Argentina, María Belén Correa- junto a Nadia Echazú, Lohana Berkins y Marlene Wayar- fue una de las activistas trans más visibles en la resistencia de trincheras durante los ostentosos años noventa. A lo largo de su trayectoria, María Belén exploró las más diversas formas de denunciar la sombría situación de las travestis, inclusive desde su veta artística al componer espectáculos contestatarios. Luego se volvió en una andarina migrante. En la actualidad, reside en Estados Unidos, ante un pedido de asilo político tras su partida por la dura represión institucional contra su comunidad. Eso fue en noviembre de 2001, después de haber intervenido de la Marcha del Orgullo con su show en una fiesta organizada por el fanzine Homoxidal 500, referente local ineludible del queer punk/ homocore, que tuvo su circulación dentro del contexto de alzamientos contra el neoliberalismo.

En este reportaje hasta ahora inédito, llevado a cabo junto con Martín De Grazia en octubre de 2008, nos importó rastrear principalmente los inicios de su activismo trans, en 1993, a partir de los acercamientos y controversias con aquellas figuras prominentes del movimiento LGT de ese entonces.

Claudia Pia Baudracco y María Belen Correa en la última marcha
Claudia Pia Baudracco y María Belén Correa en su última marcha juntas

¿Cómo fue tu acercamiento a la militancia trans?

A los 17 años lo que veía de activismo era a los hermanos Jáuregui en televisión en los finales de los ochentas. Después de las transexuales que salían en Nuevediario, eran las chicas que trabajaban en Panamericana. Yo vivía en Luján, provincia de Buenos Aires. Alquilé un departamento en Capital Federal y conozco a dos transexuales y me dicen que “Yo era travesti” y yo les digo no. Tenía pelo largo, maquillaje pero yo les decía que no. En ese tiempo usaba el nombre de varón pero tenía aspecto de mujer. Cuando me decían “señorita” me ofendía porque yo consideraba que ser travesti era totalmente negativo: no me drogaba, mi familia no me rechazaba, no me prostituía entonces yo me decía a mí misma “yo no soy travesti”. Sabía que tampoco era gay. Lo que tenía como imagen de las travestis que no era lo que yo esperaba que fuese. Después conozco a Claudia Pía Baudracco una trans que había venido de Italia. Ella me contó cómo se vivía allá con respecto al tema de la libertad. Al poco tiempo le digo que se venga a vivir a mi casa.

¿Estamos hablando de los noventa, es así?

En el 93 se armó el grupo Asociación de Travestis Argentina (ATA) en mi cumpleaños. Cuando estábamos en un cumpleaños el tema de conversación era primero contar a las invitadas que estuvieran todas y que no haya caído alguna presa. Y después siempre la misma conversación: caer presa, ser golpeada, ser arrestadas. Entonces Claudia dijo “armen un grupo”. Era una reunión de 10 o 12 chicas. Nosotras no podíamos hacer festejos porque caía la policía. Tampoco nos podíamos reunir en un bar ni podíamos ir dos chicas al cine, lo hacíamos de a una porque dos llamaba la atención.

¿Había alguien antes de ATA?

Estaban las chicas del Tigre que denunciaban el edicto que prohibía salir a los hombres con el torso desnudo, no podían salir a la calle porque iban presas. Cuando se quita ese edicto, por allí por el ochenta y pico, cansadas todas de ir presas y que siempre las trataran de hombres entonces ellas se reunieron frente a la Catedral, en donde se originó la marcha años después, y se quedaron con las tetas al aire, diciendo que si éramos hombres podíamos estar caminando por la calle con el pecho desnudo. Las reprimieron y fueron todas presas, así de simple. Ese fue el primer grupo que hizo la primera manifestación. Luego, vino Kenny De Michelis con Travestis Unidas pero ya era la época de la televisión.

Y¿ cómo empezó tu activismo?

Mi activismo empezó cuando yo conocí a Claudia Pía. Me llenó la cabeza que teníamos derechos, que debíamos sacar nuestro documento, que podíamos salir a la calle libremente como en Italia, que no teníamos que ir presas. Fue de casualidad por haberse hecho la reunión en mi casa. La “Asociación de Travestis Argentina” era un nombre que nos puso la policía no lo pusimos nosotras. Mientras nosotras discutíamos nuestros derechos, ellos cuando nos detenían nos preguntaban “¿Quién te crees que sos de la Asociación de Travestis Argentinas?” Travesti, en 1993, era un término muy fuerte. En la primera nota que salió en Crónica decía ATA pero no lo desglozaba porque no podían poner travesti, era muy fuerte. Carlos decía que poner “Asociación de Travestis Argentinas” era como poner “Asociación de Putos Argentinos”. En ese momento era un insulto y nosotras lo dimos vuelta y del insulto pasó a ser el orgullo. Por eso, en pocos lugares se usa tanto la palabra travesti como sinónimo de activista como es en la Argentina, como en Sudamérica. Nosotras somos transgénero, eso es la palabra exacta. ¿Pero cómo vamos a cambiar si nosotras mismas nos denominamos travestis? En ese momento, no teníamos ni idea si estábamos encerradas en un departamento. No sabíamos nada de lo que pasaba en el mundo, no había internet en ese momento. Recuerdo que nos quedamos heladas cuando recibimos una invitación de Brasil a ATA. ¿Cómo se enteraron? Vivíamos enclaustradas en un departamentito.

¿Cómo llegan a conocer a Carlos Jáuregui?

Ya teníamos nuestra asociación en el 93 y sabíamos que se hacía la Marcha del Orgullo. Se reunían en “Contramano” pero nosotras no podíamos entrar, había un cartel en la puerta que decía “Prohibido la entrada de travestis”. Y allí era la reunión de organización de la Marcha, donde asistían las agrupaciones gays y lesbianas de aquella época. Caímos sin ser invitadas, de atrevidas nomás porque todavía nadie nos había invitado, tenías que ser invitado por alguna de las asociaciones que estaban en la organización. Aparecimos en la Marcha con una cartulina que decía “Asociación” y estaba mal escrito: en el lugar de la s pusieron la c y uno de los abogados de la CHA vino a decir “Esto está mal escrito” en vez de decirnos “Qué suerte que están acá”. Y fue el mismo abogado éste que se quejó porque nosotras pedíamos que nos nombren en los carteles de las Marchas. Nosotras fuimos a la primera Marcha con la cartulina, no fuimos a la reunión. Eran 50 personas y nosotras 5 estábamos al costado con esa cartulina mal escrita y mirando a los costados por miedo a que nos llevaran presas. Estaba Travestis Unidas que era Kenny solita con su amiga, nada más. Ellas estuvieron en la primera reunión pero no en la primera Marcha. Y nosotras después estuvimos en la tercera Marcha y no en la reunión de organización. Durante la primera, la segunda y la tercera era la Marcha del Orgullo Gay- Lésbico. Por eso primero tuvimos que hacer nuestra lucha interna dentro de la comunidad gay-lésbica.

¿Quiénes son los primeros que se acercan a ustedes de la comunidad gay?

César Cigliutti y Marcelo Ferreyra en la misma Marcha. Nos vinieron a preguntar quiénes éramos y nos dieron los teléfonos. A los dos meses nos allanaron en mi casa porque las reuniones se hacían allí, las demás vivían en hoteles. En esa misma Marcha nosotras habíamos conocido al Pastor Roberto González. Comenzamos a ir a la iglesia y nos invitó a las reuniones que se hacían en Paraná. Mientras nos estaban allanando justo llamó el pastor González desde Paraná y le avisamos. Y allí donde aparecieron los abogados de Gay DC y hubo quiebre y se comienza a discutir los que nos apoyaron y los que no nos apoyaron. Y allí conocí a Carlos Jáuregui y hablé con él. Sus amigos se reían porque yo decía que lo conocía de la televisión. Lo estaba tratando como si fuese una diva, una estrella. Quizás no era la primera en decirle eso, era la verdad porque yo lo recordaba con su hermano Roberto de en un programa que hacía el Negro Fontova con Jorge Ginzburg “Peor es nada.”

¿Eran los abogados de Gays por los Derechos Civiles?

No era el grupo de activismo de la comunidad GL de Paraná. El grupo de Paraná eran las reuniones de lesbianas y gays. Fueron dos reuniones que tuvimos en Paraná y después vino el allanamiento en mi casa. Se enteraron los chicos de Paraná y cayeron los abogados de Gays DC, que eran Marcelo Feldman y Angela Vanni, en el momento de la emergencia cayeron los dos y después nos largaron. Después para saber cómo era el proceso se quedó Angela solamente con nosotras. Y a partir de allí, fue la abogada de la asociación.

¿Había resistencia por parte de los gays a que se integrasen?

Sí, por supuesto. Por ejemplo, nosotros no cambiamos de un día para el otro que fuera la Marcha GLT. Pasaron muchos años. Yo tenía el afiche de la primera Marcha, de la segunda y tercera. En la cuarta Marcha era la que decía gay-lésbica y abajo chiquitito decía “marchamos todos juntos gays, lesbianas, travestis y transexuales” pero seguía siendo el mismo slogan. El mismo abogado que nos señaló la falta de ortografía en el cartel, un día nos dijo ofuscado “¿Encima que las dejamos desfilar quieren ustedes ahora cambiar el nombre?” Internacionalmente se llama marcha del orgullo gay, agregamos a las lesbianas y ahora quieren ustedes también que las nombren. Si coparon toda la prensa.

¿Y vos por qué pensás que Carlos era así con Ustedes?

El decía que nosotras habíamos traído como aire nuevo al activismo. En ese tiempo estábamos trayendo una realidad distinta a la que ellos tenían. Ellos estaban con la Unión Civil y nosotras estábamos diciendo no podemos vivir, no podemos caminar, no podemos ir al supermercado. Literalmente así eran las cosas. Fue el primero que vino a las reuniones nuestras, nunca César ni Marcelo fueron. ¿Un gay que vaya a una reunión de travesti, no? La revista Nexo también colaboró. Ellos nos prestaban una pieza para hacer reuniones porque en mi casa no daba más. Carlos llamaba y decía “voy a tener una reunión con las chicas de ATA y necesitaría el espacio”. Y quién le iba a decir que no. Nos solucionaba las cosas: hacia nuestros comunicados de prensa, nuestro discursos porque nosotras no sabíamos hacerlo. Acuerdénse que el grupo entró en Internet en 2001. Carlos nos recalcaba “Tienen que presentarse como un grupo porque es más importante que representarte a vos misma”. Y no nos dijo “vengan a Gays DC y sean parte” sino nos dijo “armen su propio espacio”. El decía que nosotras teníamos que tener un nombre, nunca quiso apropiarse de nuestro trabajo.

Cuando ustedes comenzaron a llenar las marchas no habrán pensado lo mismo…

A ver, hay un escrito que contaba que nunca se iba a borrar de su memoria lo que nosotras hicimos en la tercera Marcha. Nosotras aparecimos en la Marcha con buzos fucsias hasta el cuello, para que no nos digan que íbamos con las tetas al aire, y le estampamos en el centro el nombre de ATA, una bandera gigantesca de 8 metros y un megáfono (que tuvimos que hacer una colecta para comprarlo). Y todas fuimos en el subte con la abogada. La policía al vernos no nos dijo nada porque éramos 60. Para muchas chicas era la primera vez que viajaban en el subte. Parecía un jardín de infantes, todas juntas. Estrenando el megáfono dentro del subte y decíamos no miren. Mientras Nosotras entramos por atrás de la Marcha con el megáfono abierto avisando de nuestra llegada. Parecíamos un grupo de piqueteros. Todas agarradas de los brazos así porque era normal que manotearan alguna y se la llevaran porque estábamos haciendo contravención.

¿Vos recordás una interna con Kenny con compañeras de otra nacionalidad?

Kenny era bastante específica. No le gustaba ejercer la prostitución en la calle; ella lo hacía en Palermo. Estaba sola y le convenía estar sola. Era activista para ella misma, porque sacaba su propio beneficio. A Kenny si la dejaban parar, era una cuestión de trabajo y no de activismo. Pero si paraba una chica a su lado, o era una extranjera, entonces llamaba a la policía para que la llevaran presa. Ese mismo reglón fue el que nos ayudó armarnos. Nosotras no éramos Kenny, nosotras no fuimos a Travestis Unidas porque además éramos un grupo de 15 que estábamos ya organizadas en ATA. Yo era la menor del grupo y estaba allí porque esa era mi casa porque yo no tenía noción de lo que estábamos haciendo.

¿Y cuáles fueron sus reclamos?

Lo que entendíamos era que nos dejaran de molestar porque estábamos cansadas de estar presas. Claudia nos decía “para no estar presar hay que hacer como las italianas que se degollaban en la plaza del Vaticano pero yo decía `no quiero degollarm`”. Nosotras lo único que queríamos era que nos dejaran ir a comprar al supermercado. Ni siquiera HIV. Porque si yo le decía a una chica “tomá usá un preservativo porque te vas morir de SIDA”, ella me decía “si la policía me va matar dentro de unas horas, vos vas a venir con el preservativo dejáme de molestar”. La expectativa de vida era totalmente distinta y el activismo también. Ángela que era una abogada muy pilla nos dijo “vístanse de hombres para que la policía no las metan presas”. Si el edicto decía vestimenta contraria al sexo, “vístanse con pantalón”. Ella dejó su trabajo y se dedicó por completo a nosotras. En la Marcha que te relaté salimos con pantalón de jean y buzos fucsias. De allí quedamos identificadas como “las que tenían pantalón era las de ATA”. Las que no tenían pantalón y seguían pagando la coima, salían desnudas. Así, fueron nuestros orígenes: empezamos a vestirnos con un estilo unisex. La policía nos decía “las travestis de jeans”. Realmente, no pudieron más que quedar desconcertados. En ese momento fue toda una revolución. Nosotras nos volvimos activistas casi sin darnos cuenta.

*Activista feminista queer. Autora Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual. Buenos Aires, 2014.

Foto: Florencia di Tullio

Publicada originalmente el 16 diciembre, 2015

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